´Impuestos y solidaridad´, Francesc-Marc Álvaro

Hay palabras que sirven para casi todo. Una de ellas es solidaridad. El presidente Zapatero ha justificado su improvisada subida fiscal "por solidaridad". Hace pocos días, también echó mano de otra perla de moda, la palabra sostenibilidad, para intentar explicar las medidas de su Gobierno para enfrentar la crisis. Los espectadores del programa de Josep Cuní, en TV3, rechazaron, el miércoles de manera abrumadora la idea de pagar más impuestos por solidaridad y, como es lógico, no se consideran a sí mismos insolidarios. A mí me ocurre lo mismo: no tengo duda alguna de que la condición de ciudadano va unida a la de contribuyente responsable, pero no lo hago por solidaridad. Me explicaré.

Por solidaridad, uno paga una cuota a una ONG. Por solidaridad, uno decide libremente y según su conciencia dedicar euros y/ o tiempo a cualquier proyecto social, cultural, ambiental que sea de interés general. Por solidaridad, uno envía material de primera necesidad a poblaciones de países en desarrollo o entrega comida y ropa en la parroquia del barrio para que la distribuyan entre aquellos que lo están pasando peor. Por solidaridad, se hacen muchas cosas, pero incluir las obligaciones fiscales en este apartado es una desfiguración.

No pagamos impuestos por solidaridad, no nos engañemos. Pagamos impuestos por obligación (la inmensa mayoría) y por sentido cívico (la inmensa minoría). Algunos también pagamos impuestos por interés y por pragmatismo. Yo tengo interés en que los servicios públicos funcionen bien, en que existan unos mínimos de protección que estén asegurados, en que la base material de la cohesión social sea firme y sólida. Pago impuestos por pragmatismo: prefiero una comunidad civilizada en la que ciertas cosas formen parte de nuestro paisaje diario y no dependan de la suerte o de las coyunturas. Por todo ello, me molesta que se asocie el dar libremente con el contribuir por mandato legal.

A partir de esta distinción, puedo y debo discutir la mayor o menor presión fiscal del Gobierno de turno y, sobre todo, la forma como las administraciones gastan los recursos públicos, extremo que constituye el debate más interesante y pertinente en todas las sociedades avanzadas...

Apelar a la solidaridad para vender una subida de impuestos es una forma bastante tosca de chantaje moral que, sobre todo, elude la palabra que en realidad define el problema: justicia. Queremos contribuir lo que en justicia corresponda, pero no nos gusta que nos tomen el pelo.

18-IX-09, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia