Unió Europea nega legitimitat electoral a Afganistan

La Comisión Electoral Independiente (CEI) afgana parece servir a los intereses del aún presidente Hamid Karzai al dar ayer por segura su victoria con un 54,6%, enfrentándose a los observadores electorales de la Unión Europea, que demandan "una acción inmediata contra unos resultados fraudulentos a gran escala". La CEI hizo público ayer, por fin, el dato de participación en los comicios del 20 de agosto: un 38,7%, poco más de lo que aventuraban los observadores, un 30%-35%.

Hace una semana, la Comisión de Quejas - formada en parte por miembros de la ONU-denunciaba fraude y pedía un recuento parcial; lo hacía el mismo día que la Comisión Electoral daba a Karzai el 54,1% de los votos sobre un 91% escrutado. Ayer las cosas fueron a más. La CEI aumentó al 54,6% el margen de Karzai y su portavoz de campaña afirmó que "sólo un milagro" podría invertir las cosas para su oponente, Abdulah Abdulah, con un 27,8%. La reacción de la misión europea de observación, UEOM, no pudo ser más contundente.

Según los cálculos de la UEOM, un millón y medio de votos, es decir, la cuarta parte de los que han sido validados, plantean sospechas de fraude. El responsable de la misión, el militar francés Phillipe Morillon (controvertido jefe de las fuerzas de la ONU en Bosnia y hoy parlamentario europeo), dijo que "atribuirse cualquier cómputo, o la victoria, será prematuro y no creíble". La número dos de la UEOM, la experta griega en procesos electorales Dimitra Ioannou, calcula que 1,1 millones de papeletas dudosas beneficiaron a Karzai, y unas 300.000 a Abdulah.

El equipo de Karzai calificó de "irresponsables" y "parciales" a los europeos. Ali Nayafi, miembro de la CEI, dijo que "los observadores observan y pueden aconsejar a la Comisión Electoral, pero no tienen derecho a interferir". "No sé de dónde han sacado esos números", añadió. Según anunció la UEOM el pasado día 8 (con cifras concretas), en las urnas se metieron votos "a gran escala" y "cientos de miles de votos fraudulentos fueron aceptados e incluidos en los resultados preliminares de la Comisión Electoral".

La tensión con los europeos no empezó, pues, ayer. Ahora, por la parte de Karzai se argumenta que se han saltado a la torera la Constitución afgana y que este tipo de denuncias es competencia de la Comisión Electoral de Quejas, lo que no deja de ser cierto. Pero ya el pasado día 11 la UE advirtió seriamente que se debía salvaguardar el trabajo y la "independencia" de dicha comisión y que "respetando la ley electoral" se evitara toda valoración de los resultados en tanto estos no fueran certificados.

La Comisión Electoral de Quejas es quien dirá la última palabra sobre los resultados. Karzai tiene 3,1 millones de votos de los 5,7 millones dados por válidos. Si se descontaran los 1,1 millones que le afectan según la UE, podría no llegar al 50% necesario para evitar una segunda vuelta, la cual en todo caso se hace cada vez más difícil a medida que se acerca el invierno afgano, que deja aisladas varias regiones del país.

17-IX-09, agcs/red, lavanguardia

Unas horas antes de que las autoridades afganas dieran a Hamid Karzai como vencedor de las elecciones celebradas en Afganistán el pasado 20 de agosto, la misión observadora de la UE, enviada para controlar las votaciones y su posterior recuento en un país que se halla prácticamente en guerra, informaba de que hasta un tercio de los votos contabilizados están bajo sospecha de resultar fraudulentos y deberían, por tanto, revisarse.

La denuncia de la Comisión Europea resulta de una gravedad extraordinaria, pues no sólo pone en cuestión el triunfo de Karzai, sino que arroja dudas sobre todo el proceso electoral afgano. Convocadas a dos vueltas, las elecciones a la presidencia de Afganistán establecen que si uno de los candidatos obtiene más del 50 por ciento de los sufragios debe considerársele vencedor y no hace falta, por tanto, recurrir a la segunda votación. Karzai habría sumado, según fuentes oficiales, el 54,6 por ciento, pero si ahora la Unión Europea pone en duda la validez de hasta un millón y medio de votos y finalmente se obligara a su recuento, esa victoria quedaría en el aire. Con ello se abre la posibilidad de tener que convocar una segunda ronda electoral y esto es, probablemente, lo que más temen los países occidentales con tropas destacadas en aquel país (España es uno de ellos), conscientes de las tremendas dificultades y peligros que entraña un proceso electoral que cuenta con el rechazo de los temidos talibanes.

Las sospechas de fraude emitidas por la Unión Europea, en plena reunión de los ministros de Exteriores de los veintisiete, constituyen, además, una pésima noticia para Barack Obama. Al mismo tiempo que ordena el envío de más efectivos militares a Afganistán, el presidente de Estados Unidos constata que la opinión pública de su país es cada vez más reticente a una guerra justificada con el argumento de luchar contra el terrorismo. A medida que pasa el tiempo, los efectos de los atentados islamistas del 11-S van disipándose y es más difícil convencer a los estadounidenses de la necesidad de enviar más soldados a morir para defender aun Gobierno, el de Karzai, cuya legitimidad está seriamente puesta en cuestión. Estas reticencias pueden ser comprendidas, pero difícilmente serán compartidas, por el Estado Mayor Conjunto de EE. UU. cuyos generales están obligados a ganar una guerra en la que su país está profundamente involucrado.

En el enquistado conflicto de Afganistán, la necesidad de Estados Unidos de contar con alianzas militares y con la ayuda de otros países es cada vez mayor. La UE es uno de esos aliados, pero los gobiernos europeos deben responder también ante sus respectivos electores y ningún gobernante europeo parece sentirse cómodo cada vez que tiene que anunciar que también ellos envían más tropas a Afganistán. El problema para laUEes que sigue sin contar con una política exterior común y hasta ahora no ha llegado más allá de explicitar la "necesidad de un acuerdo claro sobre qué objetivos se quieren alcanzar y en qué plazos".

Más allá de una seria y completa afganización del conflicto, es decir, de la transferencia de responsabilidades al Gobierno de Afganistán, para que cuide de su propio país, ni Estados Unidos ni la Unión Europea parecen tener clara cuál es la política que debe seguirse en un país sometido a un estado de guerra interna constante, que ve a las tropas occidentales como a un enemigo invasor.

17-IX-09, red, lavanguardia