Música libre y legal
La comunicación digital está transformando la producción, distribución y recepción de productos culturales, empezando por la música, el contenido preferido de los jóvenes, los más activos habitantes del ciberespacio. Las empresas discográficas y sus legiones de abogados y gestores han puesto el grito en el cielo augurando la ruina de los artistas y del arte si no se controla a los millones de personas que se bajan música de la red. Música puesta en la red a partir de un CD que alguien compró, grabó en el disco de su ordenador y, mediante un software gratuito, por ejemplo Kazaa, puso al alcance de una red de intercambio anónimo de ordenador a ordenador. La burda asimilación de esta práctica generalizada con la piratería del top manta ha sido puesta en evidencia en numerosos textos y debates, incluidos textos de este autor en este mismo diario. Pero, dejando de lado la polémica sobre la legitimidad de la práctica, lo que todo el mundo reconoce es que no es posible poner puertas al campo digital. Es decir, que si 50 millones de personas en Estados Unidos y otras tantas en Europa se bajan música regularmente sin pagar, y si dos terceras partes de quienes lo hacen no ven en ello nada malo, algo tiene que cambiar en la industria musical (y audiovisual) para adaptarse al nuevo entorno tecnológico. Como se dice en la industria, es necesario crear un nuevo modelo de negocio que parta de la nueva realidad en lugar de recurrir a denuncias, policía y juzgados, que no darían abasto para tanto pirata suelto.
Un primer intento fue la venta digital por catálogo de canciones a la demanda por un precio módico, con iTunes como ejemplo de mayor éxito. Pero el precio es aún demasiado alto para mucha gente, sobre todo cuando se puede obtener la misma música gratuitamente con gran facilidad. Y el precio es alto porque las discográficas continúan cobrando precios excesivos, al tiempo que imponen condiciones leoninas a la mayoría de los artistas, cuidando sólo a sus estrellas (durante el poco tiempo que lo son) y forzando a todos a pasar por su oligopolio para poder publicar su creación. Pero el mundo cambia que es una barbaridad. Algunas grandes empresas han entendido que el futuro próximo va por otro lado. Y es precisamente Universal, la empresa que más discos vende en el mundo, la que ha iniciado la revolución. El 29 de agosto anunció un acuerdo de dos años con una nueva web de la empresa Spiral-Frog para que sus usuarios puedan bajarse libremente la música del catálogo de Universal. Catálogo que incluye entre muchísimos otros a U2, a Eminem, a Kanye West o Mariah Carey. Spiral-Frog pagará una cantidad a Universal y le dará participación en los beneficios. La apuesta es que los beneficios provengan de la publicidad. Por ello, los usuarios de la web tendrán que visitarla al menos una vez al mes. Y tendrán que aceptar que el tiempo de bajarse una canción sea de 90 segundos en lugar de los 20 que se tarda en iTunes, para que la publicidad tenga más tiempo. A cambio, la música tendrá mejor calidad que la que reciben de las redes P2P. Aparte de estar más tranquilos, si es que alguien aún tiene miedo del lobo discográfico. También es posible que SpiralFrog esté en acuerdos con Microsoft, porque la música bajada de su web no podrá ser grabada en el iPod de Apple, aunque sí se podrá hacer en Zune, el reproductor rival que Microsoft está a punto de lanzar. Este modelo de negocio está atrayendo a otras discográficas y Spiral-Frog negocia acuerdos con empresas tan grandes como Sony, Warner y Emi para obtener acceso gratuito a sus catálogos. No parece que la publicidad baste para equipararse a los 33.000 millones de dólares que se venden anualmente en discos en Estados Unidos. Pero la idea es que la distribución gratuita de música permite incrementar la popularidad y ventas de aquellos títulos que no son conocidos. Es la llamada teoría de la larga cola.La gran mayoría de las ventas se concentra en unas pocas creaciones. Si se consigue incrementar las ventas de la larga cola de las poco conocidas mediante el aumento de su popularidad, la base del negocio se amplía considerablemente.Otro ejemplo significativo de la transformacion de la industria es la decisión reciente de los gerentes de MySpace de autorizar a sus 77 millones de usuarios a vender música directamente a través de MyStore, una web integrada en MySpace. Recordemos que MySpace es la mayor comunidad virtual del mundo, un ciberespacio social de múltiple uso, recientemente adquirido por News Corp, la empresa del magnate de la comunicación Rupert Murdoch. Cuando se produjo la compra, en la primavera pasada, muchos temimos que se pusiera fin a la libertad y espontaneidad de un espacio de interacción en el que millones de personas, sobre todo jóvenes, expresan su vida y construyen nuevas formas de relación. La verdad es que se pueden decir muchas cosas de Murdoch excepto que no entienda el negocio. Y el negocio ahora es capitalizar la energía y la innovación que bulle en esas vidas jóvenes para atraer a más y más consumidores potenciales de los productos de comunicación que puedan ir surgiendo de News Corp. O para vender acceso a ese mercado a otras empresas. Y como la música es un componente central de la vida joven, convertir MySpace en un bazar musical global acentuará la centralidad de esa comunidad en competición con otras como AOL.
¿Quién venderá a quién y cómo? Aunque cualquier usuario lo puede hacer, estableciendo su propio precio y oferta, a la manera de las subastas en eBay, lo más importante es que los artistas pueden ofrecer sus propios productos directamente, sin pasar por las discográficas ni por los gestores de sus derechos. Así, el grupo Format rompió con Warner hace tres años, tras haber publicado on line por su cuenta su último álbum. Ahora distribuye sus creaciones directamente en MySpace a 79 centavos de dólar por canción (iTunes cobra 99). Además, en su web dentro de MySpace dan noticias de sus actuaciones y cuelgan sus videoclips. Ésta es una práctica antigua de muchos grupos, qye utilizan su propia web como promoción. Pero lo nuevo es su integración en un espacio comercial tan popular como My-Space. La tecnología que permite la venta directa, en este caso desarrollada por la empresa Snocap, la nueva empresa del creador de Napster, es una variante de la tecnología DRM (Digital Rights Management) que permite a los creadores difundir sus creaciones y recibir pago automáticamente por parte de cualquier persona que la baje de la red. De hecho unos tres millones de artistas y grupos musicales (incluido U2) tienen sus páginas en MySpace, donde presentan sus creaciones y dan opinión sobre las de los demás. Newscorp no espera que su nuevo sistema obtenga pronto altos beneficios, que además comparte con Snocap. Pero es un reclamo para atraer a usuarios y empresas. De hecho, su posicionamiento en el mercado de la industria cultural ha interesado ya a empresas discográficas y tecnológicas que están negociando para participar en el proyecto.
Nadie sabe en este momento hacia dónde van las industrias culturales. Lo único seguro es que no se parecerán a lo que aún defienden con uñas y dientes las entidades gestoras intermediarias (como la SGAE) en España. Aunque es lógico que lo hagan así, porque son los únicos que pierden sus privilegios de intermediarios, desintermediados por el progreso tecnológico. Lo que se vislumbra es la relación directa entre creadores y consumidores culturales, una relación facilitada por las empresas tecnológicas y de comunicación multimedia, según distintas formas de pago, trueque o recepción sin costo para el usuario. O sea, cultura libre y legal.