´11S´, Sergi Pāmies

Hemos superado dos días de gran actividad patriótico-audiovisual. El jueves por la noche, el Molt Honorable president José Montilla pronunció el tradicional discurso de L´Onze de Setembre en el que, entre otras cosas, dijo: "No estem al final del túnel però intuïmla claror de la llum". O sea: estamos a oscuras. Al acabar el discurso, justo cuando me disponía a digerir un mensaje que, con voluntad de no engañar, intentaba combatir la negatividad y el pesimismo, apareció en pantalla Sergi Mas interpretando al Montilla de Polònia y cachondeándose del discurso de l´Onze de Setembre. Ni siquiera dispuse de un minuto para asimilar el mensaje serio y ya tuve que sumergirme en una parodia que dignifica los niveles de libertad de TV3 pero que dificulta que nos tomemos en serio nada de lo que pueda ocurrir en nuestro país (suponiendo, que ya es suponer, que algo merezca que lo tomemos en serio)

Esta fue la tónica de las distintas conmemoraciones retransmitidas: solemnidad institucional aliñada con broncas de fondo, polémicas chorras y algún que otro gag. Por ejemplo: Pasqual Maragall acudió al acto del Parc de la Ciutadella en tejanos y sin corbata, dinamitando la seriedad protocolaria con su habitual sentido de la informalidad. A la cantante Noah, siguiendo el programa previsto, la pitaron ruidosa y demagógicamente y la acusaron de horrores con los que nada tiene que ver (si tuviéramos el mismo ímpetu para las injusticias cercanas que para las lejanas, otro gallo cantaría). Lo mejor del acto fue, con diferencia, la interpretación de Catalunya,una composición de Isaac Albéniz, con Albert Guinovart al piano y Rosa Muñoz desplegando unos austeros y minimalistas pasos de baile. Fue un buen resumen de lo que podemos llegar a ser: una melancólica coreografía que tiende a la austeridad y al minimalismo esencial que, en ocasiones, sufre ramalazos de pomposidad autocomplaciente.

Unas horas antes, en el programa El món a RAC1, Josep-Lluís Carod Rovira se había quejado amargamente de las broncas y polémicas estériles y de la falta de respeto a los símbolos del país. "Siento vergüenza", afirmó. Estoy de acuerdo con él pero sospecho que la política de los últimos treinta años tiene mucho que ver con esta falta de respeto, como tiene que ver con el éxito de Polònia como laxante anímico de una colectividad que, en los mejores momentos, se teme lo peor. Y que, para vergüenza, la que sentimos los contribuyentes y ciudadanos cada vez que comprobamos todos los recursos y las energías que se invierten en solemnes pijadas y en desacreditarse mútuamente para, al final, escandalizarse cuando el electorado y la sociedad se contagian de tanta negligencia y pobreza intelectual,

Pero volvamos al acto de La Ciutadella. Ejemplo de actuación anticuada y superada: volver a sacar a Kavafis y su Viatge a Itaca del armario, extenuante tabarra simbólico-metafórica que, en su día, ajustició Oleguer Presas. Ejemplo de acierto escenográfico: el rumbero Peret cantando El mig amic,dedicado a su padre, una hermosa canción que contiene un estribillo que debería considerarse como alternativa a un posible himno nacional menos gore que el actual: "Enredant per aquí, enredant per allà".Al presentar la canción, Peret contó que su padre era un persona "con mucho amor" y que todo el mundo quería pero que, cuando hacía negocios, iba a lo suyo. O sea: el conseller de finances ideal.

12-IX-09, Sergi Pàmies, lavanguardia