īDel relato a la imagenī, Xavier Bru de Sala

Hoy es la Diada, pero no deseo  hablarles de Catalunya. Más que nada por no insistir en los callejones sin salida. Tampoco es fecha propicia para insistir en salidas sin callejón, o sin viabilidad a la vista. Sólo constatar que han sido de sobra señaladas sobre el mapa, no sobre la geografía.

Así que hablaremos de Barcelona. No de la ciudad y sus rumbos, sino del cómo y el qué de algunos debates que en ella se cruzan y se cuecen. Ante todo, la cuestión primordial: Barcelona ha dejado de producir relatos. Ni relato de sí misma, ni relato de Catalunya. La tensión y las relaciones entre catalanismo y progresismo, que no resultaban siempre ni en todo malas, han dejado de urdir los mimbres del presente.

Ambos relatos no han desaparecido, pero se han convertido en subyacentes. El resto de los relatos, de significación menor, no ha ocupado ni tiene muchas posibilidades de escalar unos tan destacados oteros.

¿Cómo ha sucedido?

Dentro de la dificultad de dilucidar estas cuestiones, se pueden señalar algunos factores. En parte, han decaído los relatos dominantes - si no son dominantes ya no son relatos con fuerza y peso en la sociedad-porque sus expectativas o previsiones no se han cumplido. Todo relato, del tipo al que aquí me refiero, conlleva ciertas expectativas de futuro. Si los acontecimientos las contradicen o se obstinan en no ir por la senda señalada, entonces sufre el relato, pero también la historia, o sea la propia realidad, porque se queda sin uno de sus elementos fundamentales, el que marca prioridades, aconseja vías, determina estilos. En parte, también los relatos han perdido su fuelle porque han dejado de ser útiles en la confrontación política, ya que los líderes políticos ni actúan según ellos como correspondería (como desean los autores colectivos de dichos relatos), ni se aprovechan de ellos para manipularlos (como no desean o dicen no desear los mismos autores).

Sin relato se incrementa, inexorablemente, la distancia entre la esfera política y la sociedad. Dado que el relato es el marco del debate, sin él, los debates andan huérfanos y desnortados. Verbigracia, los debates, más o menos hermanados o paralelos, sobre el civismo y la prostitución callejera. Como no hay relato general donde enmarcarlos, no se parte del principio según el cual la prostitución degrada, si bien de manera muy desigual, al cliente y a quien practica el oficio, y aún de modo más dispar entre el profesional libre y el forzoso. No sólo degrada a las personas implicadas, hasta el punto de originar la única esclavitud que persiste en las sociedades avanzadas, sino los entornos donde se practica. Ami juicio, estas y otras consideraciones concomitantes forman parte del relato, no ya particular sino universal, de nuestro tiempo. Sin embargo, habituados como vamos estando a debatir sin relato, o si lo prefieren sin premisas generales que orienten el debate, casi cualquier cosa que se diga puede parecer pertinente.

Otra virtud de los relatos es facilitar la clarificación y el consenso sobre los objetivos. Tanto en el caso del incivismo como en el de la prostitución, el objetivo sería reducirlos hasta minimizarlos, empezando por desconcentrarlos (no creando áreas especiales donde florezcan). Si así fuera, se actuaría en diversos frentes. Desde el policial, el de las administraciones y el judicial (pues sin una determinada actitud de jueces y responsables públicos, de poco sirven las normas) hasta cambios legales que resulten de veras efectivos. Parece que no vamos por aquí. Del mismo modo que sin relato el debate anda huérfano de andamiaje y los objetivos se difuminan, también se resienten de su ausencia las acciones y las decisiones de quienes están en condiciones de tomarlas. En consecuencia, aumenta el riesgo de hacer algo desde el poder.

La realidad o su percepción señalan que, en vez de reducirse y pese a las medidas tomadas por numerosas autoridades, ante todo locales, el incivismo y la prostitución, en primer lugar la callejera, han aumentado. Tal vez no sea cierto. Puede que lo hecho hasta hoy sea más significativo de lo que parece. La impunidad para los delincuentes ya no es tanta. Si encuentran un ambiente o una respuesta ciudadana favorable, no pocos responsables públicos están dispuestos a ir más allá. Pero eso no es lo que aparece en el escenario de lo público. Peor aún, Barcelona - la ciudad con mejor imagen de Europa-corre un serio riesgo de ser difamada por sus competidoras, tachándola de lugar menos aconsejable.

El foco en los problemas ya está puesto. A nadie se le escapa su gravedad. ¿Qué tal si lo trasladamos hacia el campo de las soluciones, o por lo menos al de los paliativos eficaces? Sin relato, se alejan los consensos, incluso los más elementales, entre gobernantes, opositores, medios de comunicación y ciudadanía. Sin relato, las distintas administraciones, tan celosas de sí mismas, no colaboran, o como mucho lo hacen de mala gana. Construyamos pues relato, pero mientras cuidemos de nuestra imagen. Téngase en cuenta, también en la Diada, que Barcelona representa, de cara al mundo, la mejor imagen de Catalunya.

11-IX-09, Xavier Bru de Sala, lavanguardia