víctimes, i víctimes de víctimes, a Ossčtia del Sud

La historia de Osetia del Sur está llena de pérdidas humanas. Jadisad Lalieva sigue llorando a su hijo, Sasha Mijailenko, que murió en 1992, durante la primera guerra. Con 70 años y vestida de luto de pies a cabeza, asistió ayer a la apertura del Museo del Genocidio de Tsjinvali, donde se expone la foto de Sasha. No para de llorar al recordar que, dentista de profesión y 32 años, tenía toda la vida por delante. Ahora le quedan nietos y nietas: "Deseo que puedan estudiar y vivir en paz".

Ima Tivilova ha llevado a sus nietos al museo. "Para ellos también es interesante y no les impresiona. Vieron morir a su abuelo. Los osetios siempre tendremos la amenaza de otra guerra, pero si los jóvenes aprenden que la gente normal no mata a su propio pueblo el futuro será mejor".

De momento, los osetios confían ese futuro a la alianza con Rusia y la reconstrucción, aunque lenta, de su pequeña nación en el Cáucaso norte. Uno de los barrios de Tsjinvali más castigados el año pasado fue el barrio judío. Cuando los combates terminaron y los periodistas llegamos a la calle Telman sólo había ruinas y un extraño olor a chamuscado.

Ahora no está mucho mejor. Se han retirado los escombros y al menos se han puesto los cimientos de algunos edificios. "El barrio fue destruido durante la primera guerra, en 1991. Los judíos que vivían aquí emigraron. El año pasado se repitió la historia", recuerda Alan Tsjovrabov, portavoz del Gobierno surosetio.

De las ruinas sólo queda en pie un robusto edificio que ha conservado la fachada, y que acabará convirtiéndose en un monumento. Era el centro hebreo. Más de cien personas se refugiaron de los bombardeos en su sótano durante dos días. "Era el único sitio a donde se podía ir", recuerda la profesora Maia Kachmasova.

9-VIII-09, G. Aragonés, lavanguardia