´¿Democracia a cañonazos?´, Ralf Dahrendorf.

¿Democracia a cañonazos?

Ralf Dahrendorf, LV, 26-XI-2004.

En cierto sentido, las armas de destrucción en gran escala de Iraq fueron también armas de distracción en gran escala. No cabe duda de que, cuando el presidente George W. Bush y el primer ministro Tony Blair se decidieron por una guerra preventiva, estaban convencidos de que Saddam Hussein tenía esa clase de armas o los medios para producirlas. En el caso de Iraq, existía miedo en particular a las armas químicas y biológicas.

Pero las armas de destrucción en gran escala no fueron el único motivo para la guerra. Los dos dirigentes sentían indignación ante un dictador asesino y esperaban que su derrocamiento abriría la puerta a la democracia en Iraq. Con ello (esperaban) se lograría automáticamente un grado de estabilidad que contribuiría a resolver otrso conflictos en la región y también garantizaría un suministro ininterrumpido de petróleo.

Los motivos ambivalentes no son necesariamente malos motivos. De hecho, la mayoría de motivos humanos son ambivalentes. La verdadera cuestión es la de si la democracia podría haber funcionado y, además, si los cohetes y los tanques son el método idóneo para llevar la democracia a un país que ha sufrido un gobierno dictatorial durante un largo período de tiempo.

Los precedentes históricos desempeñaron un papel en la decisión sobre Iraq, entre otras cosas porque la asesora de Seguridad nacional de Bush, Condoleezza Rice, los citó con frecuencia. Un ejemplo es la Alemania nazi. Desde luego, los aliados no entraron en aquella guerra para llevar la democracia a Alemania. En cualquier caso, fue Alemania la que inició la guerra. Los aliados defendieron a aquellos para con los que estaban obligados por tratados y, además, la integridad de sus países.

Tal vez la entrada de Estados Unidos en la guerra (europea) tuviera algo que ver con el orden de la posguerra, pero, en realidad, habís dos opiniones sobre dicho orden. Una era la de que había que aplastar a Alemania y reducirla a una sociedad preindustrial en la que no pudiera surgir de nuevo agresión eficaz alguna. La otra era la de que se debía ayudar a Alemania a seguir la vía de la democracia.

Ocurrió que los partidarios de la primera opinión quedaron marginados y se impusieron los de la democratización. De hecho, Estados Unidos fue eficaz al utilizar su poder blando para crear la democracia en la Alemania de la posguerra, si bien Gran Bretaña lo fue más. Los modales democráticos resultaban más naturales en las fuerzas británicas de ocupación.

El segundo ejemplo, el fin de la guerra fría en 1989, fue también el de un éxito. Naturalmente, el depslome del comunismo no fue consecuencia de un ataque preventivo de Occidente (aunque la carrera de armamentos contribuyó a provocar la implosión del sistema). Sin embargo, después de 1989 la asistencia occidental, en particular la de Estaos Unidos y Gran Bretaña, facilitó la transición a la democracia, el Estado de derecho y las economías de mercado en la mayoría de los países poscomunistas.

Así, pues, ¿por qué no parece funcionar eso mismo en Iraq? Evidentemente, abundan las diferencias de cultura y de circunstancias. Aún así, ¿por qué ha dado tan pocos resultados la intención por parte de los dirigentes de la guerra en Iraq de brindar una oportunidad a la democracia en ese país?

Una razón es la de que llevar la democracia con cohetes y tanques es casi una contradicción. La democracia es por definición un método pacífico de solución de conflictos. Naturalmente, el bombardeo de Dresde en 1945 no fue precisamente pacífico. Podemos poner en duda que contribuyera lo más mínimo a hacer la democracia más aceptable después de la Segunda Guerra Mundial. Aún así, cuando acabaron los combates, se puso fin a los bombardeos definitivamente y de los tanques salieron personas decididas a crear las condiciones democráticas y aptas para hacerlo.

Estos días se habla mucho de poder duro y blando, de que Estados Unidos tiene uno y Europa el otro. En realidad, los dos van unidos. El poder blando sin el respaldo del poder duro poco cambia: lo atestigua Irán. Por otra parte, el poder duro sin el poder blando significa sólo destrucción. La mayor deficiencia de las fuerzas de Estados Unidos es la de en el 2004 –a diferencia de lo que sucedió en 1945- no tiene capacidad para poner fin a los bombardeos, salir de los tanques y alentar el desarrollo democrático autóctono desde abajo.

En los casos en que existe esa capacidad, ha de haber tambián el reconocimiento de que la democracia no entraña las mismas instituciones en todos los marcos culturales. Si se celebran elecciones en Iraq en enero –y es mucho suponer-, puede que no resuelvan gran cosa. Para conseguir la participación de la gente y brindar una resolución pacífica al conflicto, pueden hacer falta instituciones propias de la región y de su historia.

Es una gran lástima que tantos europeos se hayan mantenido alejados de Iraq con una mezcla de supuesta superioridad moral y la schadenfreude antiamericana (la alegría por el mal ajeno). Una mayor aportación europea podría haber equilibrado el poder duro de la máquina militar de Estados Unidos con el poder blando de la experiencia de Europa con la diversidad y la aptitud para abordar las situaciones posteriores a las guerras.

En realidad, la ausencia de Europa no es únicamente una lástima, sino también una calamidad histórica. Los cohetes y los tanque por sí solos no pueden llevar la democracia; pero si la democracia va acompañada de la ayuda compasiva a los derrotados por patrte de un poder civil, se puede adaptarla a Iraq y al resto de Oriente Medio.