´Desafección sin fin´, Isabel Garcia Pagan

El dinero no hace la felicidad, pero José Luis Rodríguez Zapatero debe pensar que ayuda, al menos, a amansar a las fieras. Ha puesto unos millones más de los previstos para la financiación autonómica pero el presidente se ha garantizado el apoyo de ERC e ICV en el Congreso y la carpeta catalana ya pierde valor en la Moncloa. Y sin perder el paso, desde su tribuna en el comité federal del PSOE, Zapatero proclama el fin de la desafección de Catalunya con España.

La historia se repite. Si los socialistas criticaron a CiU por confundir el partido con Catalunya, ahora son ellos los que tropiezan en esa misma piedra. Ni Catalunya es el PSCyni el PSOE es España. Que los socialistas vuelvan a vivir en un estado de la luna de miel - muy provechosa electoralmente tanto para el president José Montilla como para Zapatero-no equivale a abrir una nueva era en la relación de Catalunya con España. Poner fin al tira y afloja entre los barones socialistas por la financiación no es el antídoto contra todos los males.

El futuro de la relación de Catalunya con España sigue, en primer lugar, en manos del Tribunal Constitucional, que lleva tres años deliberando qué hacer con el Estatut y que, por cierto, puede echar por tierra ese supuesto hito histórico que supondrá la nueva financiación. Sólo hace falta que los magistrados admitan la parte del recurso del PP contra el Título VI. Si la aprobación de la norma básica catalana en el Congreso y el refrendo del pueblo de Catalunya no blindó el Estatut, tampoco un acuerdo entre comunidades blinda la financiación.

Pero que haya o no desafección también está en manos de los gobiernos. Sin desmerecer las bonanzas de la dichosa financiación, el mayor avance para el autogobierno de Catalunya no es ese acuerdo, sino el hecho de cumplir la ley. Tres años después de que entrara en vigor el Estatut, Catalunya sigue sin gestionar los trenes de cercanías - hoy se dará un pasito más en el culebrón del traspaso de los servicios de Renfe-,y están pendientes de reformas decenas de leyes estatales que regulan materias ahora competencia, exclusiva o compartida, de la Generalitat, comenzando por la Ley Orgánica del Poder Judicial. Al margen del Estatut, las instituciones catalanas siguen lejos de los órganos de gestión del aeropuerto de El Prat; y no será por falta de promesas del mismísimo presidente del Gobierno.

Tampoco son pocos los incumplimientos en Catalunya. El Consell de Garanties Estatutàries llega con un retraso lamentable, la nueva división territorial sigue empantanada en disputas locales y, entre otras, treinta años después, Catalunya no tiene ley electoral propia. Con nueva fórmula o con la actual, será en las próximas elecciones catalanas cuando Zapatero comprobará si se ha acabado o no esa molesta desafección.

21-VII-09, Isabel Garcia Pagan, lavanguardia