Xinjiang-T.O.: destrucció implacable dels fonaments culturals locals

Kashgar, la legendaria ciudad en la que confluyen la ruta de la seda del norte con la del sur, se ha convertido en una pesadilla para los uigures. Las autoridades de Pekín les han infligido la peor de las afrentas. Igual que hicieron en Lhasa, la capital de Tíbet, han empezado a derruir el centro histórico de la ciudad en aras de la modernización y la seguridad antisísmica. La famosa mezquita del siglo XV se verá, así, rodeada de nuevos y modernos edificios.

La imagen del histórico templo musulmán aislado frente a unas edificaciones del siglo XXI constituye todo un ejemplo de la creciente dominación de la etnia mayoritaria china, los han, frente a los uigures.

El Gobierno chino argumenta que el conglomerado de callejuelas, casas de adobe, mezquita y , tiendas es muy peligroso para sus habitantes. Esgrimen que en caso de urgencia no se puede acceder con facilidad a socorrer a sus vecinos y que en caso de terremoto o incendio sería una auténtica catástrofe.

Pero las explicaciones de prevención antisísmica, antiincendios y la mejora de las condiciones de vida de la población no convencen a los uigures que habitan esta zona de la ciudad, una urbe donde los habitantes de esta etnia representan el 90% de la población, frente a tan sólo un 9% de la etnia han, que en su mayoría son policías o funcionarios.

Muchos musulmanes ven en la decisión de las autoridades un deseo no sólo de abatir un antiguo centro urbano, sino también de destruir un símbolo del separatismo uigur en la provincia de Xinjiang.

Se trata de un ambicioso plan de reforma urbanística cuyo coste se eleva a unos 350 millones de euros. Afectará a 49.000 viviendas, consideradas peligrosas para ser habitadas.

En ellas viven 65.000 familias sin unos mínimos servicios, como electricidad o agua corriente.

Sin embargo, algunos expertos opinan que no es necesario un plan urbanístico tan radical. "La parte histórica de la ciudad de Kashgar alberga el modo de vida, la producción y la cultura uigur, no se debería demoler completamente", opina Wu Dianting, profesor de desarrollo regional del Instituto de Geografía de la Universidad Normal de Pekín. Wu sostiene que "la ciudad vieja debería ser protegida como un conjunto único y aprovechar para desarrollarlo como zona turística".

Las autoridades locales explican que los residentes uigures están de acuerdo con la reforma. Señalan que han sido consultados antes de dar luz verde al proyecto. Sin embargo, la mayor parte de ellos replica que no, que simplemente se les convocaba a unas reuniones en las que se explicaba el calendario de trabajos. Y, además, dan muestras de un claro rechazo. No quieren oír hablar de que mejorarán sus condiciones de vida, como explican las autoridades. La idea de que sus casas de adobe, algunas con hasta quinientos años de historia familiar, serán pasto de la piqueta los atormenta.

Pero, sin duda, el proyecto que ha empezado a derribar minaretes, torres y casas históricas tiene también una doble lectura de romper con el pasado. Yes que los responsables de la seguridad ven en esta ciudad un caldo de cultivo del separatismo uigur, un movimiento que Pekín quiere erradicar a todo precio, incluido el riesgo de secar el histórico oasis de la ruta de la seda.

12-VII-09, I. Ambrós, lavanguardia