canvi (tard?) en la política militar USA

El Pentágono ha reconocido que, el 4 de mayo pasado, dos ataques aéreos en Afganistán se saldaron con al menos 26 víctimas inocentes entre la población civil, aunque el número podría ser mucho mayor. La admisión de culpa por el trágico episodio, que en su momento provocó una fuerte reacción en Afganistán y entre las organizaciones humanitarias, coincide con los planes del nuevo comandante estadounidense y de las fuerzas de la OTAN desplegadas en el país centroasiático, el general Stanley McChrystal, de revisar los procedimientos para evitar al máximo los eufemísticamente llamados "daños colaterales".

Según el informe de investigación hecho público por el Pentágono, los bombardeos se produjeron durante una batalla con los talibanes, de tinte caótico, que duró casi nueve horas, en la provincia de Farah. Unos 300 talibanes se enfrentaban a unos 200 efectivos norteamericanos y del ejército afgano. Los estadounidenses se dieron cuenta de que los talibanes se parapetaban en dos edificios, con la intención de atacar. El comandante norteamericano sobre el terreno dio entonces el aviso para que la aviación bombardeara los edificios. Eso fue lo que provocó la matanza de civiles. En resumen, el caso clásico de la guerra contrainsurgente, el mismo problema que desgastó política y moralmente, a EE. UU. en Vietnam.

El informe sostiene que ni el comandante que solicitó el ataque aéreo ni la tripulación del bombardero B-1 que lo efectuó tenían conocimiento de que en los edificios había civiles. El error fue no cerciorarse "sin sombra de duda" sobre la presencia de población inocente.

Se recuerda, eso sí, que los ataques se produjeron cuando las tropas norteamericanas, bajo el fuego enemigo, intentaba evacuar a dos heridos. En el informe se asegura que los bombardeos no violaron las normas de guerra, pero sí estuvieron en contradicción con el objetivo de "proporcionar seguridad al pueblo afgano". No habrá medidas punitivas o disciplinarias contra responsables estadounidenses de los ataques.

El propio Pentágono admitió que es imposible determinar con total precisión cuántos civiles murieron en los bombardeos.

La organización Afghan Independent Human Right Watch estimó que hasta 86 civiles pudieron fallecer en los ataques. Autoridades locales afganas elevaron en su momento la cifra a 140.

Son hechos como los relatados los que pretende eliminar en lo posible el general Mc-Chrystal, siguiendo instrucciones del Departamento de Defensa. Uno de los requisitos, a partir de ahora es que, cuando se produzca algún incidente en el que mueran civiles, se podrá en marcha, en un plazo de solo dos horas, un equipo investigador.

McChrystal pretende recorrer Afganistán la próxima semana par hablar con líderes tribales locales para explicarles sus intenciones. "La medida de nuestra efectividad no será los enemigos que matemos, será el número de afganos que protejamos de la violencia", dijo el general durante su confirmación en el Senado, a principios de junio.

Ayer se supo que un periodista de The New York Times, David Rohde, y un colega afgano, secuestrados desde el pasado noviembre por los talibanes, pudieron escapar de su lugar de cautiverio en las zonas tribales del oeste de Pakistán. El diario mantuvo silencio estos meses sobre el destino de Rohde porque se creyó que sería lo mejor para salvarle la vida.

21-E. Val, lavanguardia