ŽEl lobito buenoŽ, Jordi Barbeta

La nueva terminal del Aeropuerto de El Prat es una obra magnífica que ha requerido una inversión importante - 1.200 millones de euros-por parte del Gobierno de España. Esta semana que viene, o la otra, el Gobierno de España anunciará el nuevo sistema de financiación autonómica y aclarará si son 9.000 o 12.000 los millones de euros que añade al volumen total de recursos que, en su misericordia, la Administración central asigna a las comunidades autónomas para sus gastos. Habrá quien sostenga que se trata del mejor acuerdo de financiación que haya tenido jamás Catalunya y será tan cierto como que también lo será para las demás comunidades.

Podría hacerse una larga lista de inversiones importantes del Gobierno de España en Catalunya. La paradoja es que pese a tanta inversión la insatisfacción política de los catalanes sigue marcando récords. Después de tanta inanición, cuesta agradecer la presunta buena voluntad de quienes invierten el dinero que los catalanes han pagado de antemano y con creces. Pero el motivo más sutil tiene que ver con el empecinamiento de los catalanes en autogobernarse. Obsérvese que hasta la propia financiación de la Generalitat depende de la voluntad discrecional del Gobierno de España. Y cuando los catalanes - algunos-reivindican que se bastan y se sobran para construir y gestionar sus aeropuertos, la respuesta siempre es la misma: lo importante es que se haga, no quién lo hace. Y eso lo dicen siempre los que defienden contra viento y marea al lobito bueno y la versión T1ZP del teorema de Juan Palomo: Yo me lo guiso, yo me lo como, pero tu pagas y, además, votas. O vendrá el lobo malo.

Por otra parte, siempre el nacionalismo español ha querido tergiversar la evidencia histórica contraponiendo universalismo español frente a localismo catalán. En los años 30 lo ideologizaron los falangistas que proclamaban "por el imperio hacia Dios". Incluso hay académicos capaces de firmar ahora y aquí y sin rubor, que los españoles todo lo hacen bien - se supone que por la gracia de Dios-y los catalanes, todo mal... Si nos referimos estrictamente a la eficiencia, quizá sería mejor encargar la administración de España a un gobierno suizo o alemán... pero es evidente que para nadie, y menos para los españoles, se trata de un asunto administrativo. La aspiración a gobernarse viene determinada por el sentimiento nacional, profundo en España y liviano en Catalunya.

Con todo, a veces lo más enojoso son esos palmeros autóctonos que no han sido capaces ni siquiera de aprender la lección de su referente intelectual, que no por fascista hay que tener por idiota. En su intervención parlamentaria contra el Estatut de 1932, José Antonio Primo de Rivera, dijo; "Cataluña es algo mucho más profundo que un pueblo mercantil; Cataluña es un pueblo profundamente sentimental, el problema de Cataluña es un problema dificilísimo de sentimientos". Eso es de hace casi 80 años, cuando los tiempos eran mejores para la lírica. Ahora es más difícil todavía.

21-VI-09, Jordi Barbeta, lavanguardia