´La reflexión´ (política), Sergi Pàmies

Después de las elecciones europeas, hemos vuelto a ser víctimas de dos lugares comunes: los políticos afirman que se impone una reflexión sobre la abstención y algunos de los que fueron a votar insisten en que lo hicieron porque "mucha gente ha dado su vida para que podamos votar". El tópico de la reflexión se consolida como gran patraña. Abrir debates o iniciar reflexiones es una de las especialidades de nuestros políticos, aunque, hasta la fecha, estas reflexiones nunca se han traducido en una evolución progresiva de los sistemas y leyes electorales ni en unos modelos de participación más cercanos y responsables. Después de abstenciones como las del domingo, pocos se dan por aludidos y buscan pajas en ojos ajenos para no tener que enfrentarse a las vigas en el propio. Luego está el sonsonete de que mucha gente dio su vida para que pudiéramos votar, que intenta hacer sentir culpable al abstencionista de desatender deberes y desaprovechar derechos. La referencia a estos supuestos padres sufridores de la democracia, que dieron su vida por la causa, demuestra hasta qué punto resulta poco estimulante ir a votar: buscamos en el pasado las razones para actuar en el presente. Analizándolo con cierta objetividad, sería bueno recordar que dar su vida, lo que se dice dar su vida por la democracia, la dieron pocos.

Los hubo, sí, pero durante décadas los que dieron su vida militando en ideologías brutalmente represaliadas no aspiraban a que uno dedicara parte de su domingo a decidir qué europarlamentarios ocuparán unos escaños que responden a una concepción política discutible en el fondo y en la forma. Muchos de los que murieron lo hicieron defendiendo ideologías que, durante años, fueron poco democráticas, y que, en su día, defendieron modelos políticos que, desde la derecha, mantenían ideas despóticas o, desde la izquierda, imponían el totalitarismo en nombre de un bien superior que pretendía repartir mejor la riqueza y las oportunidades. La democracia, pues, fue el lugar en el que confluyeron, además de los demócratas de verdad, los herederos de estas dos corrientes totalitaristas y en el que, por evolución, decidieron instalarse hasta nuestros días.

Repetir que una mayoría de nuestros antepasados dio su vida para que podamos escuchar a estos desautorizados políticos apelando a una reflexión es tergiversar parte de la historia y no admitir que la democracia actual es un invento relativamente reciente que, durante años, fue considerado por muchos un indigno ritual pequeñoburgués o el mal menor para evitar desmanes revolucionarios.

12-VI-09, Sergi Pàmies, lavanguardia