AFPAK: Lahore, la capital cultural del Pakistan, novament atacada

Tres atentados graves en tres meses demuestran que Lahore es ahora un objetivo primordial para los insurgentes. La capital cultural de Pakistán había sido la única gran ciudad que había esquivado la violencia desde el 11-S. Los tres atentados que ha sufrido en los últimos tres meses demuestran un cambio de táctica por parte de los grupos armados. Si después de los atentados del 11-S en EE. UU. estos grupos sufrieron el acoso de las fuerzas de seguridad pakistaníes y vieron sus filas reducidas drásticamente, en los últimos dos años se han recuperado bastante y, como demuestra el atentado de ayer, son capaces de golpear en zonas con mucha vigilancia militar. Su auge se explica por la inestabilidad política y la ambigüedad del ejército. Durante los años 90 estos grupos, muchos de los cuales luchan para recuperar Cachemira, contaban con el patronazgo de los militares y hoy no está claro que estos quieran combatirlos a fondo, como pide el presidente pakistaní.

Un atentado dirigido contra el espionaje pakistaní (ISI) dejó ayer más de treinta muertos y 328 heridos en Lahore. La capital de la provincia del Punyab pakistaní -granero del ejército- se convertía de esta forma en diana terrorista por tercera vez en tres meses.

A las diez de la mañana, entre cuatro y seis terroristas llegados en una furgoneta la emprendieron a tiros frente a la unidad policial de emergencias, con la intención de abrirse paso hasta las vecinas dependencias del ISI, fuertemente custodiadas. Al no conseguirlo, detonaron los cien kilos de explosivos que escondían en el vehículo, que redujeron a cascotes el edificio policial de tres plantas. También se vio afectada la delegación del ISI, entre otros inmuebles.

Basta decir que la explosión dejó un cráter de veinte metros de diámetro y cuatro de profundidad y sepultó a varias personas entre los escombros. Medio centenar de coches que circulaban o estaban aparcados en el Mall, la principal arteria de Lahore, quedaron destrozados.

El Gobierno asegura haber detenido a uno de los presuntos terroristas, que se libró por poco de ser linchado por la multitud. Aunque el atentado no se lo ha atribuido ningún grupo, el ministro del Interior, Malik Rehman, considera que está relacionado con los talibanes. De ser así, habría sido un golpe de venganza después de haber perdido más de mil hombres en el último mes. No en vano, el ataque terrorista coincide con la ofensiva en toda regla del ejército pakistaní contra los fundamentalistas en el valle de Swat y todo el distrito de Malakand, donde, hace escasos meses, los talibanes empezaron a aplicar la charia como única ley, con la aprobación casi unánime del Parlamento.

De hecho, en la capital de Swat, Mingora, se lucha casa por casa y el ejército afirma que mañana podría haber eliminado a todos los terroristas que aún resisten en la ciudad.

La campaña militar tiene como corolario la huida de cientos de miles de civiles. Esta semana, la cifra de desplazados alcanzará los dos millones y medio de personas, en un éxodo calificado por el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) de "uno de los más acelerados y de mayor magnitud de los últimos años". Según las mismas fuentes, dieciocho mil familias - 126.000 personas según sus estimaciones-abandonan cada día el panorámico valle, a apenas cien kilómetros de Islamabad.

Por primera vez en mucho tiempo, el ejército de Pakistán está hostigando de manera consistente a los talibanes en Waziristán del Sur, feudo del líder Baitulah Mehsud.

Una gran ofensiva en la zona - donde encontraron refugio miles de talibanes afganos y cientos de árabes, uzbekos, chechenos y otros yihadistas de Al Qaeda tras el 11-S-es sólo cuestión de oportunidad política, según los analistas. En los últimos tiempos, sólo los ataques de aviones norteamericanos no tripulados -que Islamabad critica- amenazaban el refugio extremista, cabeza de puente hacia Afganistán.

El devastador atentado de ayer también podría tener relación con el relativo hostigamiento gubernamental a elementos de Lashkar-e-Taiba, autores de los atentados de Bombay de noviembre pasado. El jefe de su fachada humanitaria y legal compareció ayer, precisamente, en un juzgado de Lahore.

Lahore, la capital cultural de Pakistán, se creía al abrigo del sectarismo fratricida de Karachi, del tribalismo de Peshawar o Quetta, ode la violencia política del eje Rawalpindi-Islamabad. Sin embargo, desde principios de marzo ha sido golpeada tres veces por atentados de gran magnitud. El primero, que presumiblemente pretendía secuestrar al equipo de cricket de Sri Lanka, fue frustrado por la pericia del conductor del autobús del equipo, aunque murieron varios policías en un largo tiroteo, sin que se lograra capturar a un solo terrorista. Al cabo de pocas semanas, otro comando abrió fuego en el interior de una academia de policía, situada a quince minutos de la ciudad.

28-V-09, J.J. Baños, lavanguardia