´Macbeth en el Yak´, Pilar Rahola

Quizá se le aparecieron las Tres Hermanas fatídicas y le auguraron que sería rey. Y así fueron tejiéndole la traicionera tela de la ambición. Quizá, como Lady Macbeth, tiene algunos remordimientos, y por las noches lava su conciencia. Quizá ni se da cuenta, como el propio Macbeth, del engaño de su poder, pero en cualquier caso, para un hombre como él, fino conocedor de Shakespeare, Macbeth es su obra. Y no sólo porque es el gran drama que aúna ambición y traición, sino también porque el protagonista paga ambos desmanes.

Federico Trillo, miembro destacado del Opus Dei, brillante jurista de la Armada, político de verbo sutil - "manda huevos"-y mejor conocimiento geográfico - "¡viva Honduras!-,lleva unos días callado. Si el silencio tiene palabras, las de Trillo claman al cielo, y no precisamente para su gloria.

¿Qué estaría diciendo este hombre, poco dado a la sutileza, si el ministro del Yak-42 hubiera sido un político socialista? ¿Cómo trataría a José Bono, si Bono hubiera sido ministro cuando un avión carroza se estrelló matando a 75 personas, y a partir de ahí todo fueron prisas para poder salvar el trasero político, tapar responsabilidades y montar un buen funeral de Estado? ¿Qué diría, si todo ello se hubiera perpetrado a sabiendas de que no estaban identificados los cuerpos y que se entregaban aleatoriamente a los familiares, jugando con el momento más trágico de sus vidas? ¿Hasta dónde habrían llegado los decibelios de su poderoso verbo, si madres, esposas, hijos de esos militares muertos hubieran llorado en tumbas desconocidas, víctimas del engaño y el desprecio? ¿No habría estado al lado de esos familiares, acompañando su duelo, y señalando con el dedo acusatorio a los pérfidos responsables políticos?

Sabemos que sí. Sabemos que si alguien, en todo el planeta del PP, hubiera hincado el diente sin piedad en esta tragedia, a mayor gloria del escarceo político, habría sido Federico Trillo. De hecho, poco antes del juicio por el Yak, fue Trillo quien se elevó a la categoría de inquisidor mayor cuando el ministro Bermúdez se largó, escopeta en ristre, a matar pobres animales, en linda y feliz cháchara con el juez Garzón. Y la cuestión no es que Bermúdez mereciera el rapapolvo, que lo merecería, la cuestión es si Trillo podía lanzar la primera piedra.

No dimitió. No dimitió cuando su conciencia ya sabía que había forzado el dolor de la gente para asegurarse una foto. No dimitió cuando el resto del mundo descubrió el engaño, ycon el mundo también lo descubrieron los familiares que habían llorado y enterrado a muertos que no eran sus muertos. No dimitió cuando empezaron a ser juzgados los subordinados que habían cumplido sus órdenes. No dimitió cuando hubo sentencia, y se condenó a cárcel a su propia gente, incumpliendo el código de honor ARCHIVO del ejército, cuyos generales nunca abandonan a su tropa. Perdón. Dimitió de mentirijillas, para que don Mariano se viera forzado a no aceptarle la dimisión, en un vano intento de salvar la cara, perdido definitivamente el honor.

Es decir, a pesar de sus discursos de amor al ejército y su engolada tendencia a sobrecargar de solemnidad los actos castrenses, Federico Trillo ha dejado a sus subordinados solos ante el peligro y ha huido de sus responsabilidades, cual ínclito Capitán Araña. Una deserción en toda regla: él, manteniéndose en política, y sus subordinados, que cumplieron sus órdenes, en la cárcel. Lo sorprendente no es que este político no entienda que no puede sobrevivir a este trágico escándalo, porque la carga del Yak le pesará para siempre. Lo sorprendente es que no lo entienda Mariano Rajoy, que se empecina en salvarlo. Porque tanto si lo salva por convicción como si lo salva por debilidad, en ambos casos se equivoca. Federico Trillo es una pesada carga que el PP no podrá digerir, por mucho que mastique.

Acabo con una corrección. Aposté por Macbeth para hablar de Trillo. Pero quizá me equivoqué. Quizá no se trata de ambición y traición, dos grandes conceptos de la tragedia. Quizá es algo menos grandioso y más mísero. ¿Sabría decirme Trillo, con sus precisos conocimientos de Shakespeare, qué obra del maestro habla de la cobardía?

24-V-09, Pilar Rahola, lavanguardia