´Alicia en el país de Zapatero´, Màrius Carol

Falso. Zapatero no es el mago que saca conejos de su chistera, como lo ha calificado la prensa española tras el debate del estado de la nación. En realidad, el presidente es el mismísimo conejo blanco de la Alicia de Lewis Carroll, no sólo porque escuchándolo parece que estamos en el país de las maravillas, sino porque como el animalillo del cuento consigue llamar siempre la atención de la concurrencia, aunque a veces esta acabe siendo víctima de paradojas y absurdidades del singular personaje. Prometer 2.000 euros por cada automóvil que cueste menos de 30.000 cuando el Gobierno sólo aportará 500 (el resto irá a cargo de fabricantes y autonomías, y no todas están dispuestas a pagar), descontar las tasas aeroportuarias a las compañías aéreas (pero sólo si en el segundo semestre transportan más clientes que el año pasado) u ofrecer ordenadores portátiles a todos los niños de quinto de primaria (cuando el Ejecutivo sólo está dispuesto a dar un cheque de entre 50 y 90 euros) son anuncios tan rimbombantes como poco efectivos. A las propuestas del presidente Zapatero hay que leerle siempre la letra pequeña: entonces se descubre que esto no es Hollywood, sino, como mucho, Port Aventura (dicho a modo de alegoría y con el debido respeto al parque temático).

Carroll consiguió convertir el conejo blanco en la metáfora de seguir a alguien ciegamente, y lo cierto es que Zapatero, con sus atractivas promesas, logra que los debates caigan de su lado y que las audiencias le dediquen su atención. En el cuento, Alicia, llena de curiosidad, va detrás del conejo hasta su madriguera (el país de las maravillas), tan pronto como lo ve pasar por delante de ella; de hecho, es el primer personaje en aparecer después de la protagonista. Seguirle supone quedar atrapado en aventuras y descubrimientos desconcertantes. Casi tanto como en el último catálogo de medidas gubernamentales, que, más que formar parte de un programa sólido, se diría que son ocurrencias fasciculadas de dudoso éxito, a pesar de su atractivo envoltorio.

La propuesta de que cada escolar de quinto de primaria disponga de su propio ordenador portátil, más que convertirnos en Suecia, nos sitúa en Wonderland. La comunidad educativa no da crédito a que la propuesta del Ministerio de Educación que explicitó Zapatero la tengan que financiar en un 50% las comunidades autónomas, muchas de las cuales no disponen de recursos para ello. Pero lo más singular es que las familias también deberán rascarse el bolsillo. ¿Qué piensa aportar el ministerio? Un cheque de entre 50 y 90 euros. Tampoco nadie sabe quién pagará la conexión a internet de los portátiles.

El conejo de Carroll sólo tiene un problema: siempre llega tarde. Y eso en tiempos de crisis puede hacer que el país de las maravillas acabe convertido en un páramo nada maravilloso.

17-V-09, Màrius Carol. lavanguardia