´Correr con una pata atada´, Modest Guinjoan

Tomo prestado el titular de un ex alto cargo de la Administración catalana para referirse a que, en materia de infraestructuras, jugamos con desventaja: dotación, flujo de inversión y modelos de gestión constriñen el potencial económico catalán. Las infraestructuras (viarias, ferroviarias, marítimas, aéreas, de telecomunicación, eléctricas…) las crea o las impulsa el sector público al servicio de la actividad productiva y la población en general. A diferencia de las transferencias de renta, constituyen inversión, generan rendimientos futuros, y un país dotado de infraestructuras modernas dispone de mejor base para competir que el que las tiene anticuadas o no las tiene.

Al estar bajo control público, la creación de infraestructuras es un poderoso instrumento de intervención, que se gestiona con criterios económicos, pero sobre todo políticos. En Catalunya, aun reconociendo la acción de la Generalitat, voluntariosa pero insuficiente por las carencias en competencias y en euros, el grueso de las infraestructuras viene del Estado con dos verdades de Perogrullo: 1) se diseñan desde y para el ombligo de la Península, y 2) se prima la redistribución sobre la ganancia de competitividad. El AVE Madrid-Sevilla de hace más de tres lustros es un buen ejemplo.

Que en infraestructuras no se ha tratado a Catalunya como debía lo dice el president, lo reconoce el Estatut, lo denuncian los presidentes de las cámaras de comercio, de Fomento, de Pimec, del Círculo de Economía y en las escuelas de negocios... es de dominio público. Gobiernen dictadores, derechas o izquierdas, se perpetúa un trato estratégicamente equivocado, incluso desde una visión centralista. Aunque también hay proyectos que frenamos los propios catalanes a través de capillas de poder, desacuerdos, oposiciones, sumado a que el territorio es pequeño y densamente ocupado, con lo que ello conlleva en un país desarrollado.

Imagínense que Catalunya es un atleta razonablemente preparado. Si las infraestructuras son insuficientes, si las inversiones llegan a destiempo y de manera descoordinada, si se gestionan con criterio de radio de bicicleta, es evidente que rendimiento real y rendimiento potencial no se corresponderán. Parecerá que al atleta le han atado una pierna para que no gane.

Craso error. Si Catalunya estuviera en punta de lanza en infraestructuras y se le diera libertad de gestión, de ello saldría beneficiado el conjunto del Estado gracias al mayor progreso de una de sus partes. Considerar que la disposición adicional 3. ª del Estatut, que establece una inversión del Estado equiparable al peso del PIB catalán durante siete años, es una concesión de máximos es otro error. Al Estado le convendría invertir en infraestructuras en Catalunya muy por encima de dicha proporción con el objeto de mejorar los rendimientos globales. ¿Si ustedes tuvieran una gallina que pone huevos de oro no se preocuparían por mantenerla bien alimentada y en forma? Porque, cuándo esté agotada, ¿habrá suficientes gallinas para poner los mismos o más huevos?

Si el Estado pretende seguir redistribuyendo, debe cuidar el ingreso futuro. Dotar a Catalunya de mejores y mejor gestionadas infraestructuras, más allá de la ecuanimidad, es una buena e interesada manera de actuar. Pero el Estado no muestra ningún signo de que vaya a variar la estrategia. Cuando decida hacerlo, será demasiado tarde.

5-V-09, Modest Guinjoan, Barcelona Economia i UPF, lavanguardia