´El absentista, especie local´, Francesc-Marc Álvaro

Hay, ahora, menos bajas temporales y menos absentismo laboral, según las autoridades catalanas. Además, la duración de los periodos de baja por trabajador es menor. Los expertos aseguran que, en periodos de crisis y desempleo, estos fenómenos acostumbran a disminuir, por razones obvias. En la Europa meridional, acudir o no al lugar de trabajo es algo que tiende a relativizarse, siempre y cuando se asuman las rutinas y tapaderas habituales que socialmente legitiman esta actitud. Recuerdo que, en mis años mozos, había un profesor titular de Periodismo de la Universitat Autònoma de Barcelona que manejaba las bajas con una maestría tal que no le veíamos el pelo en todo el curso. Las artimañas de ese personaje eran conocidas por todo el mundo, pero nadie parecía escandalizarse por el fraude continuado, al contrario. Nadie le denunció ni le sancionó, nadie le puso de patitas en la calle. Para algunos, el vago en cuestión era un héroe admirable y digno de imitación, sin considerar para nada el sobrecoste evidente que ese escaqueo representaba para la universidad pública y el sistema en general, que tenía que pagar el sueldo a un sustituto.

A medida que uno se desplaza hacia el norte y se instala en sociedades que han hecho del trabajo y del esfuerzo valores mucho más sólidos, las cosas son más difíciles para el listo de turno. Yno sólo cuando se trata de los compromisos que se derivan de cualquier empleo, también en otros casos. Un amigo que se fue a estudiar a Estados Unidos me contaba con sorpresa el control férreo que se llevaba de las faltas de cada estudiante en el centro donde estaba perfeccionado su inglés. En ese entorno, hacer novillos podía tener consecuencias muy graves, no sólo a efectos académicos, también para poder hacer gestiones posteriores, relacionadas con la residencia en el país. Mi amigo aprendió algo rápidamente: cumplir las reglas hacía las cosas muy fáciles, pero saltarse la norma a la torera ocasionaba tantos problemas y complicaciones que no era una opción digna de ser considerada.

En Catalunya, en las Españas y en el sur de Europa tenemos muchas y bonitas leyes, pero no siempre las seguimos. Los gobernantes son los primeros que, no pocas veces, dan a la ley una dimensión meramente decorativa. Así, somos expertos en medir la distancia entre lo legal y lo real, con una persistencia que ni las prolijas directivas de la UE han podido extirpar. Dado que todo el mundo se siente autorizado a difuminar las reglas, no hay sentimiento de impunidad, porque no existe ni conciencia de la transgresión. Lo normal es hacer lo que se hace, desde siempre. El absentista reincidente se limita a explotar las vetas de un subsuelo público tan frágil como extenso. El mismo panal antiguo al que acuden el especulador urbanístico, el traficante de influencias, el evasor de impuestos y demás especies locales.

8-IV-09, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia