īRamon Trias Fargasī, Toni Soler

1979. Cuando le preguntaban por el descrédito de la política, Jordi Pujol solía recordar que la transición del franquismo a la democracia y la autonomía había sido un éxito; un éxito de toda la sociedad catalana y española, claro está, aunque protagonizado y dirigido por la clase política. Han pasado los años, y si pasamos balance con ojos de hoy, nos debemos preguntar si Pujol sigue pensando lo mismo; si puede sostener que el Estatut de 1979 fue un auténtico hito, y si la financiación de la Generalitat se resolvió aceptablemente bien. (Es posible que lo sepamos cuando aparezca el segundo volumen de sus memorias, que ya está remendando Manuel Cuyàs).

En la reciente biografía de Ramon Trias Fargas, obra de Jordi Amat, se relata profusamente el proceso negociador que condujo al Estatut de 1979. El autor reproduce buena parte de las notas manuscritas de Trias, en las que se refleja su cabreo y su decepción ante la prepotencia del gobierno de la UCD - auxiliado por Alfonso Guerra en los momentos decisivos-y el ciego conformismo de los negociadores catalanes, que en aras de un acuerdo inmediato hipotecaron la salud financiera del autogobierno para unas cuantas décadas (y lo que te rondaré morena). "És trist, però Tarradellas en el consell i ara Suárez en les negociacions han convertit els nostres líders en gossets pequinesos. Pujol, Reventós, Guti, Sentís… han quedat disminuïts".Trias puede excusarse a sí mismo por el hecho de que estaba en minoría frente a PSC y PSUC, pero lo cierto es que CiU apadrinó el acuerdo por el peix al cove de la puñeta y en aras de conceptos vacuos como consenso y solidaridad,que resultaron ser la coartada para un fenomenal atraco. Después nos vendieron que ja tenim Estatut,pero al intentar gobernar empezaron las quejas y los lamentos, el tira y afloja interminable. Así, hasta hoy.

AHORA. Han pasado treinta años y la financiación sigue siendo un problema. De hecho, es un problema peor, porque con la crisis Castells no recauda, y el nuevo Estatut agudiza la desproporción entre competencias y dinero. Mientras tanto, el Estado sigue igual de gordo y la demagogia mesetaria culpa a los reyezuelos periféricos por dilapidar dinero en coches oficiales, apoyo a lenguas vernáculas y otras minucias. Pero ya no estamos en 1979. Algo hemos aprendido. La correlación de fuerzas es bien distinta en Catalunya, CiU y ERC son más fuertes, en el PSC no manda Alfonso Guerra. Además, ya no hay ruido de sables ni riesgo de involución. Si con este panorama nos vuelven a engatusar, habrá que preguntarse qué clase política tenemos. Y también si, en vista de nuestra indolencia, merecemos algo mejor.

"Què vol Catalunya?", se preguntaba Trias Fargas a finales de julio de 1979, "Actes heroics, o que no li esguerrin les vacances i que portem un estatut triomfalista que tots alabem encara que el text resultant sigui minso?".

15-III-09, Toni Soler, lavanguardia