´Los extraterrestres´, Pilar Rahola

En uno de sus míticos artículos en The New York Times,antes de recibir el premio Nobel de Economía, el feroz crítico de Bush y paladín del nuevo keynesianismo, Paul Krugman, tildó a los financieros de los grandes consejos de administración de auténticos extraterrestres. Aseguraba que unos tipos que ganaban el montante de lo que cuestan, en un año, todos los profesores de secundaria del estado de Nueva York no vivían entre los simples mortales. Se habían convertido en una casta alienígena, engreída y prepotente, completamente desarraigada de su propia sociedad. En cierta medida, habían creado un mundo paralelo, cuyo lenguaje también paralelo los reconocía entre ellos, tanto como los hacía incomprensibles a los sufridos terrícolas. ¿No ocurre algo parecido con los políticos? No me refiero a la locura económica que acumulaban, antes del crac, esos financieros de Wall Street, porque nuestros políticos, los pobres, a lo máximo que llegan es a tunear coches oficiales oa pagar informes surrealistas sobre cotorras. Ello obviando, por supuesto, a los chicos de la operación Gürtel, cuya deriva penal es moco de otro pavo. Pero, más allá de la cuestión económica, la metáfora de Krugman resulta enormemente útil para entender el comportamiento de otros especímenes de la fauna humana, y en concreto el accionar de muchos políticos que, a pesar de la retórica en sentido contrario, han creado una endogámica casta alejada del fluir natural de la sociedad. Interactúan entre ellos, como si sus dimes y diretes fueran el centro del mundo, viven más allá de la realidad conocida y a menudo protagonizan espectáculos cuyo sentido para el espectador resulta un expediente X. Viéndolos en el Congreso, riéndose de sus cosas, aplaudiéndose o atacándose, hablando su lenguaje y encantados de vivir en la estratosfera, el palabro extraterrestre resulta harto adecuado.

Miren si no lo que ha ocurrido con el 11-M. Ni tan solo me planteo la posibilidad de que los desplantes de los políticos, en los actos en recuerdo a las víctimas del atentado terrorista más importante de Europa, sea una cuestión de mala fe. Estoy convencida de que esos muertos nos duelen a todos. Sin embargo, dos acciones distintas, nacidas al albur de la política, cuando la política se convierte en un estúpido jeroglífico, han ensuciado el recuerdo de esas víctimas. Por un lado, el desplante de los socialistas y de los diputados de IU al acto organizado por la Asamblea de Madrid, en un ejemplo de cómo se pueden mezclar churras de espionaje y otras bajezas, con merinas de víctimas y atentados. Y todo ello, sin morir de ridículo. Hasta el Gran Wyoming les ha afeado el gesto. Y por otro, el acto de homenaje encabezado por el alcalde Ruiz-Gallardón, y la ministra Magdalena Álvarez,donde los familiares de las víctimas no pudieron entrar y tuvieron que presenciarlo agolpados en la cristalera que separa la sala del 11-M de la estación de Atocha. Como si fueran meros espectadores del show de los políticos, como si fueran comparsas a mayor gloria de alcaldes y ministros, como si fueran sólo una anécdota. Dicen los cronistas que no se oyó ningún grito de repudio, pero el dolor de los familiares estaba ahí, digno y grave, alzándose por encima de la mezquindad. ¿Qué era, entonces, el homenaje? ¿Una excusa para lucir tipo ministerial, para marcar paquete municipal, para demostrar lo guapos que son los líderes cuando se ponen trascendentes? ¿De dónde sacan esos políticos la idea de que eran ellos, y no las víctimas, los protagonistas del homenaje? Si no lo sacan de la mala fe, que no, lo sacan de la condición extraterrestre que venimos comentando. Aupados en su ego, subidos a la noria de su gremialismo autista, pobladores de un hábitat situado más allá del Everest, nuestros políticos cometen este tipo de errores, no porque sean intrínsecamente desalmados, sino porque están fueradel mundo. Y ese es el problema. Que cuando uno es extraterrestre, no entiende nada de lo que pasa en la Tierra.

15-III-09, Pilar Rahola, lavanguardia