´Figuras del coro trágico´, Jordi Balló

La primera etapa de un crimen con espectáculo es la desaparición de la víctima. Da la impresión de que para que un crimen merezca atención mediática debe existir un tiempo de incertidumbre, durante el cual la magnitud de la búsqueda proporciona la dimensión trágica del evento. Confirmada la causa criminal de esta desaparición, aparece el coro que clama, primero la atención, luego la justicia, quizás incluso la venganza. Este coro es territorial y grita por el dolor de la pérdida. Es el momento de los iguales de la víctima, de los amigos, de los familiares, de los vecinos, con la congoja de la tragedia presumible. Pero al mismo tiempo es acción pura, y como tal, fabricante de acontecimiento. Con la excusa de llamar la atención de los medios, los ecos de este coro anuncian el inicio del espectáculo.

Viene a continuación el tiempo de la sospecha, el tiempo del culpable. Una tradición de origen edípico suele mostrarnos que el culpable siempre acaba apareciendo cerca de los hechos, incluso cerca de la propia víctima. Este cinismo de la ocultación es también motivo de delirio espectacular. La lista de los sospechosos se estrecha, y ya no es extraño el saber que quizás alguno de los culpables se ha camuflado entre aquellos que, al principio, participaban en el coro del dolor, o de la misma búsqueda. En el crimen de Marta del Castillo esta figura del culpable que está cerca ha aparecido integrada en la propia estrategia de indagación de los medios de comunicación, con este amigo del principal sospechoso que intentaba exculparle ante las cámaras, pocas horas antes de saberse que él mismo estaba involucrado en el crimen.

Enel caso de que el presunto culpable sea identificado en el fragor de este proceso, aparecen dos figuras de acción que engarzan perfectamente con la tragedia ática. Por una parte el colectivo que reclama dolor por dolor, al que toda justicia democrática le parecerá insuficiente, en un acto ritual de sed de venganza que viene representado por el intento de agresión o de linchamiento, una figura típica de las sociedades en transición a la democracia, pero que aparece ya como un episodio ineludible también en sociedades desarrolladas. Esta ira formalizada se completa con al acto individual de miembros de la propia familia de la víctima, embarcados en una exigencia de más pena, de más trascendencia, avalada por su dolor del momento. Entonces aparece esta nueva figura del padre o la madre que se otorga el derecho a romper con los mecanismos habituales de la justicia y clama otro tipo de acción, un castigo ejemplar, que adquiere muy pronto dimensión política. Yeneste momento de la trama, el poder les invita. ¿A hablar de límites?

8-III-09, Jordi Balló, lavanguardia