īTirar dinero al marī, Enric Sierra

Esta es la verídica historia de un disparate. Érase una vez un país que se creía tan rico que durante años nadie se extrañó de que el gobierno gastara millones de euros en coger arena del fondo del mar destruyendo todo tipo de vida animal y tirara esa arena en el litoral para recuperar las playas. Así quedaban hasta que el siguiente temporal se volvía a llevar la playa y toda la millonaria inversión. En los últimos veinte años y ante los ojos de los ciudadanos, la Administración pública ha arrojado al mar centenares de miles de billetes de pesetas y euros en las ocho grandes regeneraciones de playas que se han hecho en el litoral barcelonés desde mediados de la década de los ochenta. Una operación que, además de no servir para nada, ha comportado un daño casi irreparable en el medio ambiente marino, ha perjudicado a la industria pesquera catalana y ha tapado el flagrante incumplimiento de la normativa vigente por parte de los puertos pesqueros y deportivos, así como ha dejado en evidencia los planes inacabados que se proyectaron hace dos décadas.

Hace muy pocos días, el secretario de Estado del Medio Marino estuvo por aquí y prometió a los alcaldes de la costa que volverían a regenerar las playas afectadas por los temporales. Este anuncio indignó a los pescadores de todo el litoral catalán, que, hartos de estas agresiones ecológicas, se constituyeron en la Plataforma de Defensa del Fons Marí y anunciaron la presentación de una denuncia por lo que consideran un delito medioambiental. El jefe de la demarcación de Costas, Manuel Novoa, salió al paso aclarando que, esta vez, la regeneración no se haría dragando el fondo del mar sino que se trasladará con camiones la arena que se acumula al norte de los puertos y se recolocará al sur. Es decir, ahora ya no nos cargaremos los bancos de almejas y otras especies sacando la arena bajo el mar, pero seguiremos tirando el dinero al agua. ¿Hasta cuándo durará este disparate? La solución técnica existe, y el bueno de Novoa la tiene en su cajón desde hace años. Se trata de colocar espigones paralelos a la costa que retengan la arena y de obligar a los puertos a que cumplan la ley y dejen de ser una barrera para la dinámica de las playas. Mientras no lo hagan, la factura de los cientos de camiones que trasegarán las toneladas de arena de un lugar a otro deberían pagarla los puertos. Pero eso, mucho me temo que no lo veremos nunca.

23-II-09, Enric Sierra, lavanguardia