´Abuso de poder´, Xavier Bru de Sala

Van llegando, una tras otra, sin descanso, desde el poder central español, malas noticias para Catalunya. La que acaba es en este sentido una verdadera semana negra. A fin de no contribuir a calentar los ánimos, que sería una reacción equivocada, les ahorro la enumeración de los titulares negativos. Me quedo con dos, el caso omiso a las justas reivindicaciones de los empresarios del sector del metal, que están cayendo en saco roto; y el último, la decisión, en firme y por sorpresa, que cercena la financiación estatal, a cargo del 0,7% del IRPF que pagamos como todo el mundo, de las ONG catalanas. Se trata de un malintencionado bombazo destinado a estallar en medio de uno de los tesoros de la Catalunya contemporánea, la cohesión del tejido social, que es mérito de todos pero en especial de quienes practican la solidaridad interna con los más desfavorecidos. Es una agresión intolerable, que se produce en el peor momento, ante la cual la respuesta política - recurso al Constitucional y movilización de senadores-es del todo insuficiente. Que a un ministro le pase por la cabeza que los catalanes van a tragar una vez más es buena muestra de la atmósfera de abuso de poder contra Catalunya que se ha instalado en el casi todo Madrid.

El memorial de greuges (memorial de agravios) se alarga día a día. El vaso se va llenando, pero a medida que se llena se aleja la metáfora de la gota que lo colma, de modo que convendría cambiarla por la del pozo sin fondo (si bien es de esperar que en algún lugar, ahí abajo, se acumule el poso). ¿Qué hacer? Además de ir a ver la exposición del CCCB, en la que su comisaria, Pilar Parcerisas, muestra lo productivas que en arte llegan a ser las vacaciones del seny,abstenerse de cualquier reacción intempestiva, que siempre ofusca la mirada, desvía la más bien intencionada trayectoria y cuenta con demasiadas posibilidades de surtir efectos contrarios a los deseados. Mejor analizar hasta donde lleguen las luces, comprender en lo posible el aciago paisaje, sus causas, las propias debilidades y la fortaleza estructural de quienes perpetran tanto abuso.

Tal vez la teoría tolstoiana del oleaje incontrolable de la historia ayude un poco. Con el nuevo Estatut, Catalunya puso en marcha un torrente de energías e ilusiones comparables a una ola. De envergadura menor a la esperada, se quedó a medio camino, si bien al fin se consiguió un cierto avance. La ola murió lamiendo, mansa y humilde, la escalinata de la Moncloa. Pues bien, ahora recibimos el reflujo del Estatut. Consumidas, disueltas las energías catalanas, sufrimos ahora el impacto de la correspondiente ola contraria, ante cuya soberbia altura no contamos con la capacidad de construir un dique de contención. Dejemos ahora a Tolstoi y recordemos al poeta Maragall, a Cambó, a tantos antepasados recientes para quienes Catalunya podía ser mil veces doblegada, pero nunca anulada, y menos asimilada.

Buena muestra de ello es la capacidad catalana de hacer los deberes propios, a pesar de todos los obstáculos, de tomar la iniciativa, de insistir en vez de desistir.

Viejos y nuevos catalanes llevamos el tesón, el impulso, la imaginación en los cromosomas cruzados. En las presentes circunstancias, no hay nada más anticatalán que predicar o abonar el desánimo, y no digamos caer en él. Claro que es difícil, cuando incluso las mejores noticias e iniciativas, que no cesa de haberlas, se convierten en dolorosos recuerdos de las enormes dificultades añadidas. Sólo dos ejemplos. Uno, el túnel de la alta velocidad que atraviesa los Pirineos, ya listo pero desprovisto de la menor utilidad. Ni siquiera ha merecido una inauguración para destacar su patética función simbólica. Dos, la esperanzadora aventura de Spanair, por la que hay que felicitar al alcalde Hereu y a la sociedad civil. Spanair nace a pesar de perpetuarse el centralismo pro-Barajas de Aena, cuya prevista semiprivatización está estratégicamente calculada para evitar que desde Catalunya se pueda incidir de veras en la gestión del aeropuerto de El Prat.

La imagen de Catalunya, difundida por Oriol Pujol, como colectivo que a cada bugada perd un llençol sólo es cierta si añadimos que Catalunya sigue siendo una fábrica inagotable de sábanas. ¿Tiene Catalunya quien la defienda? Él mismo asegura que no. Me temo que está en lo cierto, si bien es poco creíble que una eventual alternancia conlleve mejoras en este sentido. Si fuera tan fácil, ya estaría hecho. La incapacidad es del sistema, la debilidad es del conjunto. Lo cual sólo es asimismo cierto si consideramos que la incapacidad y debilidad se refieren básicamente a contener los abusos del poder central. De puertas adentro, contamos con un país mejor pertrechado de lo que pueda parecer a las miradas melancólicas.

España, sumergida en la ciénaga de la corrupción, el enfrentamiento sin cuartel y la ocultación de la verdad, va mal. Catalunya, con un notable en virtudes públicas y otro en ética y conciencia ciudadana, va peor. Mejor dicho, no va peor, pero se encuentra peor.

20-II-09, Xavier Bru de Sala, lavanguardia