´Vuelva usted mañana´, Susana Quadrado

Detrás de un mostrador, una mujer cercana a los cincuenta años me divisa al llegar por cuarto día consecutivo, y mientras le doy la espalda tras un desabrido saludo, adivino en su rostro un gesto de fastidio. Mi insistencia le molesta, no hay duda. Con natural indiferencia acaba de lanzarme la misma frase que en las últimas tres jornadas: "Vuelva usted mañana". Siento un hondo cabreo. También hartazgo. Mañana volveré.

Que la burocracia es rígida e inflexible, y que no atiende a circunstancias individuales, ya lo sabíamos desde que lo teorizó Max Weber. Este sociólogo alemán, el mayor teórico del fenómeno burocrático, utilizó la metáfora de la modernidad como jaula de hierro dentro de la cual, inevitablemente, la gran mayoría de la población está destinada a pasar su vida: uno puede ver a través de los barrotes lo que hay fuera de la jaula, pero, aunque quiera, no puede alcanzarlo, ya que está prisionero.

Con mucha frecuencia tengo la sensación de que estamos ante una Administración parsimoniosa, ineficaz. Decía con razón un lector en una reciente carta de opinión - sospecho que tan harto como yo de perder el tiempo de ventanilla en ventanilla-que los aires de renovación en la Administración ni han llegado ni se les espera, y que esa falta de ventilación ahoga y agota, sobre todo cuando acudimos a alguna oficina de la que esperamos una eficacia y un buen trato que no resultan ser tales.

Cierto es que no toda la culpa la tienen los funcionarios, y que esa renovación sólo puede llegar con una voluntad política y un esfuerzo inversor reales que den un vuelco a la situación. Pero en tiempo de penurias poco cabe esperar, así que el trabajador público tiene el deber no sólo de conocer su alta responsabilidad, sino también de merecerla. Lo que resulta vergonzoso es que, cuando protestamos, alguien nos conteste sugiriendo que al usuario ¡hay que educarlo! Educarlo en la resignación, se entiende.

Existe otra razón poderosa por la que los empleados públicos deberían ser algo más misericordes con el resto de los mortales: la crisis. Los funcionarios, los tres millones que hay en España, tantos como parados, se han salvado del recorte de los 1.500 millones en gasto corriente que Zapatero anunció el pasado día 10 para pagar el desempleo. Por suerte, Zapatero no es Schwarzenegger, que anteayer anunciaba para el estado de California el posible despido de 20.000 trabajadores públicos para enjugar la deuda.

Entiendo que las carencias de siglos no pueden resolverse en tres días, y menos atrapados como estamos en la burocracia. Ahora bien, si el cambio de chip no empieza desde dentro de las oficinas, de los despachos de los funcionarios, nunca romperemos la inercia, y la débil confianza que el ciudadano aún tiene en el sistema acabará saltando por los aires.

19-II-09, Susana Quadrado, lavanguardia