´Eluana y todos nosotros´, Baltasar Porcel

Nada más alocadamente lógico que el escándalo levantado en torno a la muerte de Eluana Englaro. Aunque haya casos de personas en coma, o aparentemente, que se hayan recobrado. El de Eluana no fue así, pobre, y el infinito dolor y piedad de su padre tuvieron que adoptar la desesperada decisión de propiciar su final. En un caso semejante, ¿qué hubiéramos hecho muchos? Confieso que acabar con la carcomida subsistencia de la chica me parece la salida más amorosa, pero ¿me hubiera atrevido emocionalmente a asumirla?

Me impresiona ahí la vertiente humana. Porque la enorme controversia despertada, en general la calificaría de absurda e hipócrita, tanto la religiosa como la laica que se remitía a un supuesto asesinato legal. Aunque sea cierto que dejar en manos ajenas y del Estado la posibilidad de administrar o rechazar una muerte resulte detestable, es como la pena de muerte o aquella eutanasia que los nazis y los suecos aplicaron.

E insisto en la idea del amor, de la consanguinidad, o estoy con ese testamento vital, que en España ya han redactado unas 50.000 personas, donde uno dispone de su vida, de su cuerpo, clave en casos semejantes al de Eluana. Aunque se pueda objetar que una cosa es pensar de una forma en pleno uso de las facultades y otra en una situación de debilidad. Es como el suicidio, también penado por la ley, este otro abuso intolerable, aunque se trate de otra tesitura peligrosa. Cada cual es quien debe tener más derechos sobre sí mismo. Pero ¿se suicida uno por razones mentales, naufragio o choque psicológico o por debilidad física, y así de la voluntad? Esta problemática debiera ser muy debatida, con equilibrada libertad y respeto a la condición humana.

Claro que también está ahí la idea de que Dios nos ha dado la vida, y es el único que puede disponer de ella. Pero aparte su mítica abstracción, esto nos llevaría a que entonces provocó o permitió el accidente que dañó a Eluana. Y que los fármacos, tecnologías e intervenciones médicas que aplicamos a las enfermedades, y las vencen, debieran prohibirse en aras del fatalismo teologal. Y ya somos, al nacer o dar a luz, más fruto del feliz artificio o ciencia terapéuticos que del "naturalismo". O feroz mortandad, pues ese proceso ha provocado muertes seculares a manta, aún pasa en Áfricay tal.

Abundando en el sinsentido, hay sectas que ni aceptan transfusiones de sangre. Y las iglesias han alabado una especie de suicidio, el martirio, en nombre de la fe; así se han inmolado vírgenes y numerosos fieles penaron en el circo romano y las cárceles comunistas. Ellos podían decidir sobre su existencia, y obedecieron a un inasible concepto, pero no podían Eluana o su padre, vencidos. En cuanto a Berlusconi, asaltaba al Estado trabucando la formalidad de la ley. Tipejo mussoliniano.

17-II-09, Baltasar Porcel, lavanguardia