´Contra la ablación´, Martina Klein

Conseguir que medio mundo deje de morir de hambre y enfermar ante las espaldas de los países ricos es, como viene siendo, un tema de difícil solución, y más desde que las potencias que pueden hacer algo al respecto están hoy intentando salvar los nudos de su propio ombligo de la endogámica crisis que se han creado. A esa enorme parcela que subsiste en condiciones infrahumanas le da lo mismo si nosotros, los niños bien de la repartición de riquezas, nos apretamos el cinturón o nos ahogamos en nuestro propio veneno, bastante tienen con morirse de a miles a diario. Pero a veces pasa que alguna de nuestras iniciativas, alguna de las nimiedades que a nosotros nos preocupan, llega a sus vidas y les aporta algo de dignidad y esperanza, aunque la vida en esas latitudes carezca de valor porque se esfuma sin remedio.

Ayer, 6de febrero, y día mundial contra la Ablación, se desayunó con una muy buena noticia, y es que el proyecto Iniciació sense mutilació,ideado por Adriana Kaplan, antropóloga de la Universitat Autònoma de Barcelona, ha sido aprobado como programa nacional por el Gobierno de Gambia. Esta iniciativa respeta la fiesta tradicional de aceptación del nuevo estatus de niña a mujer, pero busca alternativas a la parte dramática del ritual, "previniendo, sensibilizando e incrementando el poder de decisión de las mujeres, para que ellas asuman alternativas a la mutilación". La propuesta de la UAB ha logrado que las entidades responsables del país dejen de hacer oídos sordos ante el reclamo internacional, que suele bazar su denuncia en la exposición de las imágenes más tórridas del rito.

La ablación del clítoris es una extendida tradición cultural que se practica en 28 países de África.Consiste en la amputación parcial o total del tejido genital femenino y su finalidad es la de privar a las mujeres de sensibilidad para que lleguen vírgenes al matrimonio. La padecen en sus carnes tres millones de niñas al año en rituales de iniciación a la edad adulta, sin ningún tipo de higiene ni material quirúrgico en condiciones, en manos de ancianas de su propia familia y con el beneplácito de sus madres, que las sujetan durante el proceso, por supuesto sin anestesia. Hoy 130 millones de mujeres y niñas (según la ONU) han sido brutalmente privadas de su fuente de placer.

Por muy aberrante que pueda resultarnos, es una tradición, y no es fácil poner en tela de juicio una costumbre milenaria arraigada. Catalunya y España son grandes abanderadas de sus tradiciones ¡y que nadie las toque!; pero cuando estas pisotean los derechos humanos se tienen que buscar formas alternativas de modificarlas, con mimo y mano izquierda. Extirparlas de cuajo y sin anestesia sólo provoca traumas, y si no que se lo pregunten a ellas.

7-II-09, Martina Klein, lavanguardia