´Tres rosas´, Pilar Rahola

Sus nombres son una bofetada a la conciencia del mundo. Y sin embargo, ¿quién conoce sus nombres? Quizás el de Shirin Ebadi es algo más conocido porque un premio Nobel hace un cierto ruido. Pero Parvin Ardalan y Shahla Sherkat ni tan sólo tienen ese preciado altavoz, de manera que a pesar de ser unas auténticas heroínas de nuestro tiempo, ni tan sólo reciben el etéreo apoyo de una fama merecida. Son las Nelson Mandela de las mujeres, las luchadoras por las libertades femeninas en tierras de horror machista y criminal. Pero el sexismo no está considerado al mismo nivel criminal que el racismo, y por ello el mundo ya no sufre ninguna constitución que segregue a los hombres negros del resto de hombres, y sin embargo sufre constituciones de decenas de países que segregan a la mujer hasta el límite de la esclavitud.

Si hoy existiera una Sudáfrica racista, todo el planeta gritaría contra esa maldad. Hoy existen decenas de Sudáfricas que hacen con las mujeres lo que se hacía con los ciudadanos negros, y ni tan sólo oímos susurros de indignación. Para luchar, pues, contra el muro de cristal que las enmudece. Para luchar contra la opacidad que las invisibiliza. Para luchar contra la vergüenza de nuestro silencio cómplice. Para luchar, en definitiva, por su lucha, que tendría que ser la lucha de todos los seres humanos libres, pongo mi humilde voz a la voz de estas tres mujeres extraordinarias.

Parvin Ardalan, periodista de 41 años y cofundadora de "Un millón de firmas", que exige la igualdad entre hombres y mujeres en Irán. Premio Olof Palme 2007 por su lucha por los derechos de la mujer. Ha sido repetidamente detenida y encarcelada y desde marzo tiene prohibido salir de su país.

Shahla Sherkat, 52 años, pionera del movimiento feminista iraní y editora de la revista Zanan,la más importante dedicada a la mujer desde la revolución jomeinista. La universidad de Harvard la premió en el 2005. Después de años de indómita resistencia contra la censura, en enero pasado le cerraron definitivamente la publicación. Lucha para no quedarse sin voz.

Shirin Ebadi, la primera mujer musulmana que ha recibido el premio Nobel de la Paz, concedido en el 2003. Abogada y activista por los derechos humanos nacida en 1947, fue la primera mujer que ocupó el cargo de juez en Irán. Después de la revolución islámica del 79, fue depuesta de su cargo y relegada a trabajos administrativos. Creó, junto con otras mujeres, el Centro para la Protección de los Derechos Humanos, y el día que precisamente los derechos humanos cumplían 60 años de historia, y más de 300 personas querían homenajear a Taqi Rahmani, un activista político que ha estado 17 años en prisión, decenas de policías iraníes allanaron el local, ficharon a todos los reunidos y sellaron la entrada. Este centro defendía, de forma gratuita, al 70% de los presos políticos, especialmente a los estudiantes y a las mujeres, los dos colectivos más brutalmente reprimidos por la tiranía de los ayatolás.

Estas son, resumidas en pocas líneas, las densas biografías de estas mujeres valientes que conviven con la amenaza de la muerte desde hace años. Cuando hablamos del islam, ¿por qué no hablamos de ellas? Especialmente, ¿por qué no hablan de ellas los que se llenan la boca con "multiculturalidad" y dan sustanciosas ayudas a entidades islámicas que segregan a las mujeres, y creen que la tolerancia pasa por aceptar las miserias del fundamentalismo fanático?

Gentes que cuando ven a un cura católico sufren urticaria, y cuando ven a un imán se sienten solidarios. Gentes que, en la defensa acrítica de todo lo que suena a tercer mundo, acaban justificando a tiranos de la peor ralea. Ellos son, en realidad, los verdaderos islamófobos. Porque defender al islam es defender a Parvin, a Shirin, a Shahla, y no callar ante sus verdugos. La opción contraria es pura complicidad con el mal. Una burda parodia del concepto de solidaridad.

30-XII-08, Pilar Rahola, lavanguardia