´(des)Memoria histórica y víctimas religiosas´, Jordi Albertí

Jordi Albertí, investigador de la persecución religiosa durante la Guerra Civil. Tengo 58 años. Nací en Cassà de la Selva y vivo en Maçanet de la Selva. Soy filólogo e investigador de la literatura e historia contemporánea. Estoy casado y tengo cuatro hijos treintañeros. Soy socialdemócrata confederalista. Soy católico y estoy en las antípodas del integrismo. Autor de "La iglesia en llamas", ed. Destino.

¿Cuántos religiosos fueron ejecutados durante la guerra civil española?

De los 50.000 ciudadanos ejecutados o asesinados en la España republicana, 7.000 eran eclesiásticos: ¡el 14%! Y de estos, 2.441 fueron eliminados en Catalunya.

Aquí la retaguardia fue más larga...

Pero el 95% de la matanza fue entre julio de 1936 y mayo de 1937.

¿Por religiosos o por derechistas?

Fue una persecución religiosa: ser sacerdote, fraile o monja entrañaba peligro de muerte. Hoy lo asimilaríamos a un genocidio.

¿Dónde están sus cuerpos?

Unos desaparecidos, algunos en fosas... y muchos exhumados y manipulados por Franco, secuestrados como "mártires" de su "cruzada": ¡han sido doblemente víctimas! Merecen ser recordados con dignidad.

Alguno sí sería franquista...

Casi ninguno de los pobres eclesiásticos asesinados hizo proclamas políticas. Sí ejecutó Franco por política a 14 sacerdotes vascos.

¿Quién mató a esos 7.000 eclesiásticos que vivían en el bando republicano?

Anarquistas de la FAI, principalmente. Para socialistas o comunistas, ser cura sumaba un punto en contra de alguien, pero no justificaba matarle si no apoyaba a los fascistas. En cambio, para los faístas, ¡un cura o una monja era un enemigo mortal en sí mismo!

¿Por qué tanta inquina?

La FAI había teorizado que para culminar su revolución debía suprimirse el Ejército, el Capital y la Iglesia. De estas tres dianas, ¿cuál era la más accesible y vulnerable?

¿Curitas y monjitas?

Sí, y al estallar la guerra pudieron "hacer productivo el caos", como planificaron en 1933. Tocaba quemar iglesias y matar curas: de entrada, a los más caritativos y buenos.

¿Por qué?

Por lógica: como la religión era un engaño, los curas más santos y buenos eran los más eficaces engañando al pueblo; por tanto, los más dañinos. Y con algunos se ensañaban.

¿Cómo?

Antes de matarlos, a muchos les amputaban brazos, les arrancaban los ojos, la lengua, los testículos..., y se los metían en la boca. ¡La muerte simbólica precedía a la literal! Hubo verdaderas cacerías del hombre por calles y campos, pero esto es ya materia de estudio para un antropólogo cultural...

¿Qué hacían Azaña y Companys para impedir estos crímenes?

Poco, presos de su discurso izquierdista: ser de izquierdas implicaba ser anticlerical, eso era ser buen republicano... Companys fue más allá: manifestó admiración por los faístas, que eran dueños armados de las calles.

¿Nadie se atrevió a frenarlos?

Autoridades como el conseller Ventura i Gassol se jugaron la vida expatriando a mucha gente amenazada por la guadaña faísta..., hasta que él mismo huyó para salvarse. A mediados de 1937, el gobierno de Catalunya sí detuvo a 175 personas. A un cabecilla le juzgaron ¡por estafa!, por quedarse el dinero del rescate pagado por 45 maristas a los que, tras cobrarles, mandó fusilar.

¿Sabían de esta persecución religiosa fuera de España?

Tanto desmán erosionó muchísimo el prestigio de la República ante Europa. ¡Y bien supo explotar eso Franco en su beneficio!

¿Diría que la cuestión religiosa fue el gran talón de Aquiles de la República?

"¡Dios salve a la República!". Con esta proclama recibieron muchos católicos a la República..., pero la anticlerical Constitución de 1931 los ahogó. ¡Qué difícil se hacía ser católico y republicano, ser de derechas y republicano! Aquella intolerancia lastró la viabilidad de la República, fue un grave error.

¿En qué abono se enraizaba aquel anticlericalismo?

Desde el siglo XIX muchos veían a la Iglesia como siempre aliada al poder, a los explotadores de la gente más humilde...

¿Desaparecieron muchos bienes de la Iglesia en la República en guerra?

Arrastraron, cuartearon, ahorcaron, torturaron, fusilaron y quemaron miles de imágenes: fue una oleada de fobia figurativa, catártica, contra todo lo que había sido sagrado. Profanaron tumbas, expusieron momias de monjas, incineraron libros parroquiales, incendiaron templos y los convirtieron en almacenes... ¡Comenzaba un mundo nuevo!

¿Algún caso le parece muy crudo?

El padre Crescenci Soler fue quemado vivo en el Camp de la Bota. El padre Francesc Güell, fusilado y arrojado a un barranco, sobrevivió: unos payeses le llevaron al hospital de Igualada, y ya curado... le fusilaron de nuevo. Al párroco de Bellestar, Rafael Eixarch, desnudo, le pincharon con un cuchillo por todo el cuerpo, le cortaron los genitales, le ataron una piedra al cuello y le tiraron al río Ebro: logró salir a nado y volvieron a tirarlo, su cadáver jamás se recuperó...

Esta era la guerra de carne y hueso...

Y la tragedia de tantas personas que no osaron oponerse al asesinato de su pariente, su amigo, su vecino, por cobardía: es muy humano, pero vivir con eso encima es duro.

Es natural que prefieras olvidar...

¡Ojalá nos impregnemos de todo ese dolor para no perder el sentido de vida en común!

¿Es útil lo de la memoria histórica?

Sólo si asumimos los crímenes de la persecución religiosa como parte de nuestra historia tanto como lo son los bombardeos, las trincheras, los exiliados, los encarcelados y los fusilados por Franco.

18-XI-08, Víctor-M. Amela, lacontra/lavanguardia