Nuestra Europa

campaña legislativas europeas Lista Bonino, 2004 

Nuestra Europa

Crisis y conflictos armados: la coartada de la no-intervención.
En los días convulsos siguientes al atentado de Madrid, a menudo me ha ocurrido de pensar que estos continuos atentados contra el Occidente, la Libertad y la Democracia han evidenciado pesadas contradicciones en la comunidad de los así llamados países libres. Quizás deberíamos todos tener el corage de encarar estas contradicciones, y de llamarlas por su nombre.

División de los países libres.
EL 11 de septiembre -y más aún, la guerra en Irak- han hecho emerger de manera clara que los "países libres" y sus clases dirigentes no se dividen sólo en el plano de los medios, sino también, desaforadamente, en el plano de los objetivos. El Occidente y el papel que quiere jugar sobre la escena internacional, aparecen como dividido entre el intervencionismo militar y el multilateralismo político, entre el partido atlántico y el partido de la ONU, entre el partido de la guerra y el de la política. Creo que este cuadro no es completamente verdadero.

Europa se separa de la administración americana, pero no sabe desempeñar un propio papel.
Europa -hablo de la Unión Europea, es decir de las instituciones comunes, no de los individuales Estados- parece capaz y resuelta en condenar errores y culpas de los aliados y reacia en nombrar las vergüenzas de los propios enemigos declarados y los adversarios. Ha elegido jugar un partido diferente del que juega América, con las armas del unilateralismo y de la agresividad militar. Pero no está claro cuál sea el "juego" de Europa.
Es fácil entender que el fin de la lógica de los bloques ha dejado este continente más expuesto a los vientos de la historia: huérfano no sólo de las propias referencias, sino también de los propios consolidados miedos como el imperio comunista y el riesgo nuclear. Pero es inaceptable el hecho de que Europa se haya encerrado en ello, y sólo sepa indicar a los demás el qué no hacer.

La fragilidad de los "países civiles" con respecto de la violencia del fundamentalismo.
Hemos intentado promover una solución que evitara el conflicto en Medio Oriente con la campaña "Irak libre, por el exilio de Saddam." Una fórmula parecida a aquella con la que la comunidad internacional ha actuado en Liberia. Previmos las desmesuradas dificultades que habría provocado la abertura de un escenario de guerra y la consiguiente ocupación del país, aunque motivada por razones comprensibles, o hasta generosas. El peligro es la libanización de Irak, además del riesgo -denunciado por Marco Pannella- de las inevitables consecuencias políticas, sociales y económicas que los Estados Unidos padecerían en su interior, confiando la propia política extranjera a los aparatos militares y de seguridad.

Nadie se ha preocupado de ofrecer una alternativa democrática.
Queda en todo caso claro un hecho: absolutamente nadie en este continente, excepto quizás Blair que ha tratado de templar y "multilateralizar" la estrategia americana, se ha preocupado de ofrecer, en el plano de los medios, una alternativa de "intervencionismo democrático" internacional.

La Europa de la no-intervención.
La Europa de la no-intervención no ofrece soluciones más políticas y menos militares que las de los llamados halcones americanos. Se concede en cambio a sí misma, una vez más, la solución cómoda y suicida de la no-implicación. Acreditados comentaristas hablan de la "Europa de Munich", cuando las democracias permitieron a Hitler invadir Checoeslovaquia a cambio de una ilusoria promesa de "paz". Me parece un juicio todo otro que egoísta. Y también un reconocimiento de lo que nosotros radicales, perseverantes Casandras, hemos sustentado con las mismas palabras en pasadas décadas, cuando dijimos "Munich" por Vukovar y por Srebrenica en la ex-Yugoslavia, por Kabul en Afganistán, Grozny en Chechenia y los Grandes Lagos en África. Y hoy, Europa se halla silente frente las matanzas en el Darfur, en Sudán.

Por una política europea "proactiva."
Desde 1989 y todavía hoy, si excluimos la política de la ampliación al Este, no hay huella de una política europea "proactiva." Es decir, una política vuelta a la promoción de un sistema de derechos, instituciones, reglas y libertades necesarias a la evolución pacífica y decorosa de los países en desarrollo político.

La política internacional europea todavía es defensiva.
Tampoco después del 11 de septiembre Europa ha aceptado reconocer que sus políticas de seguridad impusieron una redefinición de las estrategias internacionales, un papel políticamente más agresivo, una línea de mayor limpieza. En términos de política internacional, Europa ha quedado en fin defensiva, escasamente reactiva, y para nada proactiva.

Las clases dirigentes carecen de corage y voluntad política.
Para ser explícitos: esta Europa no puede dar lecciones a nadie. Es conocido que las clases dirigentes y políticas adquieren credibilidad por un obrar claro y coherente, no denunciando simples aspiraciones a actuar, o peor, declarando lo que no están dispuestas a hacer.

Es hora de que Europa elija de qué parte estar.
Esta Europa, con sus partidos y sus clases dirigentes, ya no puede ahorrarse la fatiga política de elegir de qué parte estar, con la ilusión que los problemas de los demás puedan mantenerse al otro lado de la puerta de casa. La necesaria Europa está hoy dramáticamente ausente.

Una Europa unida sólo en las solicitudes.
La Europa actual es la que grita como un solo hombre "Yankees go home", "fuera de Bagdad". Una Europa que no se pronuncia si no es con el ritual llamamiento al papel de la ONU, firme sólo en el pagar, en términos de recursos, pero que en la vida y riesgo político, tiene que ser en todo caso algo más.
La Europa actual es la que justamente condena el asesinato de Yassin y Rantissi, patentes violaciones de la legalidad internacional, pero que olvida en el mismo documento de rechazar el recurso a los niños kamikaze, igual o aún más vergonzosa violación de la legalidad internacional.

Una Europa que sigue ignnorando la importancia de ofrecer a Israel la entrada en la Unión.
La Europa actual es la que condena de hecho Israel y Palestina al aislamiento frente al impulso de la violencia. Europa que no reacciona, que se limita a condenar con voz débil y poco creíble. Porque es una Europa que no elige de qué parte estar, si con la democracia israelí o la satrapía de Arafat. Porque es una Europa que financia las escuelas palestinas dónde se incita al odio hacia Israel. Porque es una Europa que está ignorando la propuesta de nosotros, radicales, de ofrecer enseguida a Israel, y a lo mejor a la Palestina democrática de mañana, la plena entrada en la Unión Europea -deseada según los sondeos por el 85% de los israelíes- como asunción de responsabilidad, y por lo tanto como titularidad política a intervenir en una crisis, hasta hoy, perenne. La Europa que ve pudrir cada día las perspectivas de convivencia pacífica fundadas sobre los derechos humanos y sobre el derecho: para los palestinos aún antes que para los israelíes.


Falta el corage de las reformas.

Muchos han subrayado reiteradamente que la competencia europea no es ya sólo respecto a los Estados Unidos, sino también con los nuevos gigantes que se delinean sobre la escena mundial, China e India en primer lugar.

El modelo social europeo no puede ser un tótem.
Quien, en Europa y en Italia, juzga el "modelo social europeo" una conquista definitiva e inmutable, muestra poco conocimiento de los cambios en curso. El contexto de la economía mundial ha cambiado intensamente. No se pueden ignorar más los millones de personas que participan en la producción y al comercio de los bienes y los servicios de nuestra vida cotidiana. Por ello debemos tener el corage de reformas radicales.

El futuro de la Unión depende de la capacidad de adaptación a las nuevas realidades.
La Europa que vendrá, en particular bajo el perfil institucional, está en el centro de las actuales discusiones. Sobre este punto, se jugará buena parte del futuro de la Unión Europea, de su idoneidad a los desafíos actuales. Pienso ante todo, al papel diplomático y militar sobre la escena internacional del que la Unión está perennemente a la búsqueda. Propuse hace cinco años una "Unión Diplomática y Militar" sobre lel modelo de la Monetaria. Me parece que aquella propuesta conserva aún su actualidad frente a la total inadecuación de las propuestas de la llamada "nueva Constitución europea."

La señal conservadora de la política europea en los campos económico y social.
Pero mi preocupación -no quiero todavía decir mi pesimismo- no deriva mucho, o sólo, de la incapacidad de darnos una nueva Governance europea, cuanto de la señal intensamente conservadora que Europa a menudo expresa: a partir de la política en los campos económico y social. No faltan las indicaciones, en gran parte unívocas, de los analistas. Falta, dramáticamente, el ánimo y la voluntad política. O quizás, la conciencia que estamos perjudicando el futuro con nuestra inercia política. Si el futuro que nos espera fuera el de una lenta decadencia, como muchos temen, tendremos que inculparnos a nosotros mismos.

Pongamos tres ejemplos:

1_El presupuesto europeo.
En Europa se discute animadamente del presupuesto gestionado por la Unión Europea: aquél, para entendernos, administrado directamente desde Bruselas. Es un presupuesto pequeño en valor porcentual, 1.17% del PIB europeo, pero relevante en valor absoluto, cerca de 100 mil millones de euros. Bien, es decir, mal. Todo el debate se concentra en el dato cuantitativo con muchas solicitudes de aumentar los recursos. El primer problema en cambio, no es la cantidad sino la calidad del gasto. La discusión sobre el presupuesto comunitario no me apasiona y no me apasionará en tanto la mitad de este balance sea utilizada para financiar la PAC -Política Agrícola Comunitaria-: un sistema de subsidios y proteccionismos agrícolas caros para los consumidores europeos, que mortifica las esperanzas de afrancamiento de la pobreza para centenares de millones de productores de los países en desarrollo. Y que obliga a la Unión Europea a mantener una línea defensiva durante las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio, WTO. La política comercial es uno de los pocas políticas plenamente comunitarias. Podría ser una palanca importante para la credibilidad internacional de la Unión en el plano político diplomático. En cambio, precisamente a causa del proteccionismo agrícola, es uno de sus muchos talones de Aquiles.
¿Qué sentido tiene seguir repitiendo que nos hemos dado el objetivo de devolver a la economía europea la condición de más competitiva del mundo, si no conseguimos desviar a investigación y desarrollo los fondos destinados a la protección de nuestros productores de azúcar, en competencia con los de países pobres como Mozambique?

2_Puertas cerradas para los nuevos ciudadanos europeos.
Se discute sobre la "cantidad" y no sobre la "calidad" del gasto. No sobre la PAC. ¿Y qué decir, de la elección de casi todos los Estados de también posponer hasta el 2011, la plena libertad de circulación de los trabajadores devenidos ciudadanos europeos el pasado 1 de mayo con la ampliación? ¿No chirría el sentido común, aún antes que la racionalidad económica y la lealtad de una Europa del derecho y la libertad, hipotetizar la nueva condición de "trabajadores comunitarios clandestinos?" Kofi Annan -él, el de la ONU invocada continuamente por la mayor parte de nuestros líderes- en su reciente intervención en el Parlamento europeo ha invitado a Europa a abrirse a la inmigración. En su interés, de Europa, aún antes que por razones éticas o geopolíticas o de hermandad humana. Justo, y en efecto ha cobrado fragorosos aplausos. La respuesta política a la peroración de Annan, en cambio, ha sido cerrar la puerta frente a los trabajadores polacos, eslovenos, húngaros, etcétera: no querría que a lo mejor alguien acabara por añorar la asistencia mutua del Comecon, de los tiempos de la Unión Soviética.

3_La investigación.
La Unión pospone la libertad de circulación de los trabajadores. Reflexión análoga debe ser hecha por las reticencias y los retrasos con que se está afrontando la cuestión de la entrada en la Unión Europea de Turquía. Siguiendo posponiendo la fecha de partida de una negociación real. Conozco las razones de la prudencia, pero no podemos perder la ocasión histórica para atar intensa y establemente, un gran país islámico como Turquía al occidente democrático y liberal. Es contradictorio apostar por la excelencia basada en el conocimiento y, de hecho, cerrar las puertas a las biotecnologías. No vuelvo aquí sobre la cuestión del por qué, y en nombre de qué, Europa e Italia eligen de quedar al margen de la competición sobre OGM y biotecnologías humanas, quizás Gran Bretaña, que ha hecho elecciones diferentes, salvará la excelencia europea en estos sectores. Tiene que estar claro, en cambio, que nos cerramos con esta elección un papel de protagonistas en uno de los campos a día de hoy más prometedores en el progreso científico y tecnológico: estas cosas se pagan primero en el plano económico y luego también en el del relieve político. Cuando los pacientes europeos e italianos curen la diabetes con terapias patentadas en China gracias a la investigación sobre las células estaminales será un bien para los enfermos, pero será una pérdida neta para la industria europea. Puede darse que eso no ocurra y que las promesas de estas tecnologías no serán mantenidas. Si en cambio eso ocurriera, no podremos más que inculparnos a nosotros mismos y a las elecciones que conscientemente se están adoptando en buena parte de Europa.

Son tres ejemplos, ciertos parciales, pero que dan la medida de la política conservadora de la Europa de hoy. Deseémosnos que en la campaña electoral se discuta de ésto, saliendo al menos un poco de la lógica del choque entre fanatismos opuestos.


Nuestra Europa, la que queremos, no existe todavía.
Por ello necesitamos vuestro voto.