escasa fiabilitat de les estadístiques sobre el petroli

Éstas constituyen un claro ejemplo de contabilidad creativa. Les citaré sólo dos ejemplos.

El primero es la práctica de diversos organismos de referirse en sus análisis, no a la producción de petróleo, sino a lade combustibles líquidos. Estos últimos incluyen: el crudo, los petróleos no convencionales, los líquidos del gas natural (LGN) y los biocombustibles. Con esta nueva contabilidad se consigue transmitir el mensaje de que todo va bien: el suministro de líquidos, expresado en millones de barriles diarios, aumenta, adaptándose aparentemente a una demanda creciente. Sin embargo, se omite una información esencial: el contenido energético de un barril de crudo no es el mismo que el de otros líquidos, de forma que, por ejemplo, un barril de LGN tan sólo reemplaza 0,7 barriles de un crudo estándar. Si tenemos en cuenta esta equivalencia, y que el crudo representa un porcentaje cada vez menor del total de la producción global de líquidos, resulta que si expresamos esta en unidades energéticas, no en barriles, hace ya seis o siete años que dicha producción está estancada. Y la situación se agravará en el futuro, ya que las proyecciones apuntan a que la aportación de los LGN al suministro global de líquidos pasará de un 13,5% en el 2010, al 16,1% en el 2020 y al 17,8% en el 2035.

El segundo ejemplo de contabilidad creativa es la de referirse a las reservas de petróleo en número de barriles, sin especificar el contenido energético neto de los mismos. Dicho contenido resulta de la diferencia entre la energía bruta suministrada por un barril y la consumida en el proceso de extracción.

Sin duda, el petróleo fácil y barato es cosa del pasado: la producción se está desplazando a áreas menos accesibles y más remotas, necesitamos perforar a mayores profundidades y cada vez dependemos más de los petróleos no convencionales que requieren de unas técnicas de extracción más agresivas y costosas. Por todo ello, la energía invertida en el proceso de producción de un barril está aumentando, lo que significa que, independientemente de que las reservas mundiales puedan crecer en número de barriles, la energía neta disponible está disminuyendo de forma acelerada.

No hace falta ser un experto en física para darse cuenta que la industria energética no debería medir su producción en unidades de volumen, sino en unidades de energía.

El uso de malas prácticas de contabilidad, como las comentadas en este artículo, constituye una bomba de relojería. Si la información sobre las que basamos nuestros análisis y prospectivas está maquillada, lo normal es que un buen día la realidad se nos desvele en toda su crudeza y que la burbuja nos estalle, una vez más, en las narices.

12-II-12, Mariano Marzo, lavanguardia