ONU: val la pena?

Tiempos convulsos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) no deja de ser un reflejo del mundo al que representa. Su segundo secretario general, Dag Hammarskjöld, sostuvo que la organización se forjó “no para conducir a la humanidad al cielo, pero sí con el fin de salvarla del infierno”. Cumplidos los setenta años de su creación, el averno está más que presente en todos los confines del planeta. ¿La ONU? “Las Naciones Unidas han desarrollado una poco envidiable reputación por la hipocresía en su aproximación a los derechos humanos”, afirmó ayer The New York Times en su editorial. El poder de veto de cincos países (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China), legado de otra época, convierte en otro enfrentamiento la distribución de comida a los sirios que sufren la tragedia de la guerra. Sólo es un ejemplo de que no hay asunto en el que no pese más la geoestrategia que las personas.

El civismo que reina en los cuarteles centrales de la Primera Avenida en Manhattan, donde los enemigos se cruzan sin enzarzarse en peleas, sólo es eso, puro teatro. Puertas adentro se produce el efecto contrario. Se pegan puñaladas. Esta visión interior, sólo murmurada, de habitual silenciada de forma oficial, ha tenido esta semana una exteriorización inesperada. Por su contenido y por su autor, el propio secretario general, Ban Ki Mun, hombre discreto que se define por su estilo diplomático, sinónimo de no molestar a las grandes potencias.

Su comparecencia el pasado jueves ante la prensa ha motivado el mencionado editorial del Times o se ha ganado el calificativo de “extraordinaria”.

Poco dado a los alardes, Ban reconoció haber sido coaccionado para sacar de la lista negra a una coalición militar liderada por Arabia Saudí, y respaldada por Estados Unidos, a la que se acusó en un informe de matar y mutilar a 500 niños en el conflicto de Yemen.

El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Mun El secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Mun (AP)

El secretario general, que cederá el mando a final del 2016, tras un decenio al frente, confesó su pesar por haberse visto obligado a ceder a la presión, lo que le ha valido la crítica generalizada entre los activistas. “Ha habido una fiera reacción a mi decisión... Ha sido la más dolorosa y difícil que he adoptado”, subrayó.

“El informe describe horrores que ningún niño debería sufrir”, insistió. Pero justificó su aquiescencia por la amenaza de la retirada de fondos de los países implicados en la coalición. Esto pondría “en serio peligro”, según le sugirieron, la financiación de programas para otros “muchos niños en situación de riesgo en Palestina, Sudán del Sur, Siria, Yemen y otros muchos lugares que caerían más en la desesperación”.

El informe salió esta semana y, sin ningún tipo de cortapisa, los saudíes montaron en colera. Urgieron que se les borrara del apartado de la infamia. Aunque había habido otros casos de presión tras las cortinas, por lo general se finiquitaban los problemas en conversaciones anteriores al redactado final. Esta vez, en cambio, el texto salió a la luz.

“Es inaceptable –indicó– que los estados ejerzan una presión indebida. El escrutinio es una parte natural y necesaria del trabajo de las Naciones Unidas”.

Su golpe de sinceridad es un aviso para su sucesor. Entre los aspirantes, por muy buenas intenciones que expresen, el elegido sólo será aquel que caiga en gracia al grupo de los cinco.

12-VI-16, F. Peirón, lavanguardia