"La globalización y sus virtudes potenciales", Emma Bonino, IV-07

La globalización no es un fenómeno incontrolable o aleatorio, sino un proceso que puede ser guiado y regulado. Hoy en día, mediante el afianzamiento progresivo de los instrumentos de regulación multilateral --como el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la Comisión Europea o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos- se puede lograr que sus beneficios económicos sean cada vez mayores y lleguen a crecientes sectores de la población mundial.

Se trata de una evolución larga y compleja en un mundo que cambia velozmente: el eje de la economía se está desplazando hacia el Oriente. Antes se miraba sobre todo a Washinton, a Londres, a Tokio o a París, ahora también se observa a Shangai, Calcuta, San Pablo.

El análisis de la globalización económica no puede eludir el problema de la tercerización (desplazamiento de actividades manufactureras a países con bajos costos productivos), sobre el que faltan datos unívocos así como difieren las evaluaciones sobre sus efectos. Es de notar que mientras en la fase inicial de la globalización las decisiones sobre tercerización apuntaban a reducir los costos productivos por medio de la utilización de mano de obra barata, con los consiguientes riesgos de desindustrialización para los países que experimentaban la pérdida o reducción de sus empresas, hoy se registran nuevas formas de tercerización que también puede favorecer al mundo industrializado.

La instalación de una empresa en mercados que crecen a ritmo elevado y sostenido significa asegurarle una proyección internacional, operar en un país con gran potencial de consumo y reforzar la capacidad de resistencia en los mercados globales. Esto ya no es así sólo para las grandes empresas, sino también para las medianas y las pequeñas, como he podido comprobar con ocasión de misiones recientes en China, en India y en numerosos países del Mediterráneo.

Entretanto, nuevos actores se presentan en el escenario de la globalización: los ciudadanos-consumidores. Así como en el pasado sólo las grandes corporaciones determinaban la dirección de los movimientos comerciales internacionales, ahora también influyen los consumidores. Ellos están cada día mejor informados y prestan más atención a su propio consumo. Es evidente que cuando los consumidores se dirigen a los negocios o supermercados hacen con creciente frecuencia compras selectivas que deciden la suerte de los productos. Su actitud ante los alimentos genéticamente modificados (OGM) es un claro ejemplo de este nuevo "comercio internacional informado".

Afrontar la globalización equivale a asegurar una gobernanza efectiva, la construcción de reglas, políticas e instituciones que amplifiquen las ventajas que derivan de este fenómeno. Pero todo eso carece de eficacia si no se dispone de mecanismos que aseguren el respeto, la credibilidad y el correcto funcionamiento de esas políticas y de las reglas establecidas. Esto, según mi punto de vista, exige la promoción de una nueva responsabilidad internacional que primeramente corresponde a los Estados, sea en relación a sus propios ciudadanos, sea en relación a las acciones y a las políticas que instrumentan a nivel internacional.

Para ilustrar mi pensamiento, me valdré de dos ejemplos. Desde el enfoque de las políticas comerciales es imprescindible concluir pronto y bien las negociaciones comerciales mundiales en el marco de la Ronda Doha, iniciadas en noviembre de 2001. Es una negociación que ofrece ventajas para todos y sobre todo para los países en desarrollo y especialmente para Africa. La eliminación de todos los subsidios a las exportaciones agrícolas antes de 2013, la supresión de las disposiciones que impiden no sólo a las materias primas sino asimismo a productos transformados el ingreso a los mercados de los países ricos, o la promoción de nuevas medidas para facilitar el comercio, son políticas cuya puesta en práctica impulsarían un fuerte crecimiento en los países más pobres.

Es igualmente necesario llegar a una rápida conclusión de los Acuerdos de Asociación Económica (AAE) entre la Unión Europea y los países de Africa, el Caribe y el Pacífico, que pueden contribuir significativamente al crecimiento de ese grupo de países. Para que ello ocurra se deben respetar algunas condiciones.

Soy una convencida partidaria de la sinergia entre la ayuda económica y el comercio, dos áreas que durante largo tiempo han sido consideradas separadas, alternativas y hasta en competencia. La ayuda es ciertamente fundamental como respuesta ante cuadros de grave pobreza, pero no es suficiente para conformar una política de desarrollo. Sostengo que cada vez más debemos orientarnos hacia la ayuda al comercio como una forma de cooperación que refuerza la capacidad de los países en desarrollo de comerciar y por lo tanto de obtener dividendos de la globalización.

La globalización no es la causa de los males que padecen las zonas subdesarrolladas del planeta. Afirmo que se trata de lo contrario y que, precisamente, la insuficiente participación en la globalización es lo que impide alcanzar el desarrollo y la liberación. Es una gran oportunidad para todos, pero sólo la pueden aprovechar los que participan en ella, mientras pierden los que quedan fuera. *

(*) Emma Bonino, ministra de Comercio Internacional y de Políticas Europeas de Italia
larepublica.com.uy, 21-IV-0