Emma Bonino: "Una relación consiste en elegirse a diario", 2001

por Lourdes Garzon, Marie Claire, 2001.

Lo suyo no es la corrección ni la ortodoxia ni, mucho menos, el conformismo político. ¿Incómoda? Sin duda. ¿Incendiaria? Casi siempre. ¿Visionaria? Quizá. No es fácil clasificar a Emma Bonino y, a lo mejor, ni falta que hace. La ex comisaria de Pesca y Ayuda Humanitaria del Parlamento Europeo, premio Príncipe de Asturias de Cooperación, eurodiputada por el Partido Radical italiano, liberal sin concesiones, feminista a millones de kilómetros de cualquier estereotipo, 53 años, se empeña es que lo deseable es posible y lo necesario, razonable. Consignas populistas o desconcentrantes coordenadas macropolíticas que, en cualquier caso, aplica y, a veces, hasta le funcionan.

Kalasnikovs

Por ejemplo: ¿Considera que los medios de comunicación excluyen a su partido durante la última campaña electoral? Aparece en las primeras páginas de la prensa internacional, camino del hospital después de una huelga de hambre de cuarto días. ¿Recibe los primeros informes preocupantes de la situación de las mujeres en Afganistán, en 1996, justo después de que los talibanes tomaran el poder? Vuela a Kabul, irrumpe en un hospital sin luz, sin agua, sin camas, se aventura a una detención a punta de kalasnikov, provoca un incidente internacional y consiegue que la ONU cambie sus planes y no reconozca un régimen que entonces parecía el menor de los males para la comunidad internacional. Eficacia o pura demagogia. Sea lo que sea, Bonino está acostumbrada a apabullar, a provocar y desconcertar… Desconcierta su destartalado, mínimo y compartido despacho del centro de Roma. Provoca reconociendo que a veces se siente cansalda, sola y “exprimida como un limón”, y, sobre todo, apabulla una particular y enloquencia medida del tiempo que parece haber contagiado a cualquiera que trabaje con ella.
“Llega usted demasiado pronto, diez minutos de antalación… - sonríe su asistente -. ¿Por qué no aprovecha para almorzar?” No es una educada manera de retrasar la cita, sino exactamente lo que Bonino va a tardar en bajar a la cafetería de enfrente, volver con un diminuto panino de queso y espinacas, tomárselo en su mesa de trabajo y comenzar la entrevista, ni un segundo después de la hora prevista, anunciando que a partir de ahora va a pasar tres semanas al mes estudiando árabe en El Cairo.

¿El Cairo? “Bueno, no me mire así. No es Nueva Zelanda, son sólo tres horas de avión… No hay otra manera si queremos entender qué pasa realmente en los países musulmanes del Mediterráneo. Y, créame, ahora es imprescindible que los hagamos. Ellos pueden leer nuestra prensa, ver nuestra televisón, nos llevan ventaja. Hace unos días me entrevisté con un ministro de un país árabe. Se lamentaba de que su Gobierno aún tiene mucho que hacer en la defensa de las libertades fundamentales, bla-bla-bla. Unos días después pedí la traducción de una entrevista que publicaba un periódico de su país. Decía todo lo contrario. Hay que pelear contra este doble juego.”

Bonino tiene pendientes muchas pelas y abiertos mucho frentes. El último, una campaña internacional para que la Conferencia de Bonn garantizara la presencia de mujeres en el Gobierno afgano y que apoyaron desde Boutros Ghali o Rigoberta Menchú a la Premio Nobel de la Paz Corrigan Maguire, pasando por el príncipe regente de Laos. La idea: sin poder real las mujeres afganas corren el peligro de volver a asfixiarse debajo de sus burkas en cuanto la comunidad internacional mire para otro lado. La cuestión: ¿tres ministras, en Salud, Educación y Asuntos de la Mujer, son antídoto suficiente contra la vuelta del integrismo?

“En Italia también tenemos tres ministras. Bueno, no sé si la situación de Afganistán es tan buena como la de Italia o la de Italia tan mala como de la Afganistán, pero sí que hace sólo unos meses algo así resultaba impensable. Es una lástima que no lagrara convencer a nadie cuando denuncié en 1996 que los campos afganos servían para el cultivo de droga y el entrenamiento de terroristas. Espero que aprendamos la lección. No soy una visionaria. Conozco las cuestiones económicas y geopolíticas y no las desprecio, pero había que dar poder a las mujeres para que se defendieran. Ellas han sido las únicas que no han dejado de movilizarse en todos estos años. En 1998 una mujer cubierta con un burka participó conmigo en una rueda de prensa en Bruselas. Nunca revelamos su identidad porque habría sido ponerla en peligro. Era Sima Samar, hoy viceministra responsable de Asuntos de la Mujer. Durante todo este tiempo ha tenido la paciencia y el valor de seguir trabajando en la clandestinidad. Ellas saben mejor que nadie lo que necesitan. Veremos lo que ocurre dentro de diez años.”

Más de diez años han pasado desde que Bonino comenzó a bombardear al Parlamento Europeo, a la ONU y a cualquiera que quisiera escurcharla con informes tan claros como espeluznantes sobre la ablación: 130 milliones de mujeres sufren esta mutilación, una prática habitual en 28 países africanos. “¿Hemos avanzado desde que comenzamos a trabajar en este tema? Sí, sin duda. Diez países han declarado ilegal la mutilación genital feminina y, lo que es más importante, mujeres que antes la practiban participan en ceremonias en las que entregan sus cuchillos delante de la comunidad. Son símblos necesarios, porque una cosa es promulgar una ley y otra que la sociedad la acepte. Tampoco creo que la niña que está a punto de ser mutilada mientras hablamos se consuele pensando en nuestras iniciativas. Verá, soy impaciente y hay muchas cuestiones que me hacen sentir más impaciente aún: la esclavidud sexual en Camboya, la pena de muerte en Estados Unidos, las lapidaciones por adulterio, que en país rico y desarrollado como Arabia Saudí las mujeres no puedan, no ya conducir, sino ni squiera votar…”

Un paso atrás

¿Y en Europa? “Mis días sólo tienen veinticuatro horas, supongo que prefiero ocuparme de situaciones que me parecen más desesperadas. Pero, sí, entiendo lo que quiere decir. Hemos acumulado responsabilidades y obligaciones sin cambiar estructuras ni modelos. No siquiera creo que hayamos avanzado demasiado ideológicamente. Tengo amigas que estuvieron en la lucha feminista de los años setenta y educan a sus hijos exactamente igual que mi madre me edocó a mí. ¡No!, mi madre era más abierta de lo que son ellas. Repetimos clichés porque la evolución no es lineal, siempre va dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. En cualquier caos, créame, estamos mucho mejor que cuando yo empecé a trabajar en política.”

Cuando llegó al Parlamento italiano en 1976 tenía 28 años y era la diputada más joven de Italia. ¿El camino? Un aborto clandestino y la lucha por la legalización; por supuesto, a la manera Bonino: anunciándolo públicamente para provocar su detención. Todavía tiene colgada en su dispacho la foto de su puesta en libertad, rodeada de desconcentrados carabinieri. “No fue fácil, yo vivía en Bra, un pueblicito de Turín, y venía de una familia rural. Pero de alguna forma sirvió para establecer una mejor relación con mi madre, por ejemplo. Entonces supe que ella también había sufrido un aborto cuando era joven. Teníamos un modelo muy claro. Había que casarse y tener hijos. Después llegaron las mujeres de mi generación y crearon el manual de la perfecta feminista. Nadie estaba preparado. El Parlamento italiano ni siquiera tenía baños para mujeres. Imagínese. Lo único que se les ocurrió es que podríamos encargarnos de la salud y de la educación. Y mis compañeras, curiosamente, aceptaron…”.

Marie Cliare Pero usted empezó trabajando en una comisión parlamentaria sobre la reforma de los servicios secretos italianos.

Emma Bonino Sí. Entonces era ministro de Interior Francesco Cossiga. Recuerdo que después de mi primera ponencia, que yo había preparado con mucha ilusión y mucha pasión, me envió una nota: “Querida colega, hoy estaba usted muy elegante”. Lo decía porque era el primer cumplido que se lo ocurría para una mujer, pero también para ponerme en mi sitio. Quiero decirle con todo esto que ha sido muy complicado crearse un modelo nuevo, una vida propia. Porque a mí no me interesaba ni el que había ni el que nos inventamos las mujeres en los setenta.

Exitos y elecciones

La vida que se ha inventado Emma Bonino incluye éxitos como que finalmente se creara el Tribunal Penal Internacional para juzgar crímenes de guerra en 1998. Y fracasos como el de haber optado a la jefatura de la República en 1999, que en Italia se decide en el Parlamento, con todas las encuestas a su favor, y no haber sido apoyada por los grupos mayoritarios, de acuerdo en que su carácter resultaba contradictorio. Incluye también elecciones, como la de donar el 60% de sus ingresos a su partido o la de no haber tenido hijos: “Simplemente, no he sido capaz de responsabilizarme de alguien durante todo ma vida. Ha sido falta de valor”.

Marie Claire Tampoco se ha casado.

Emma Bonino No, no tengo la tolerancia ni la disciplina necesarias para convivir con otra persona. A veces me siento cansada y pienso: por qué no te casas con un señor, te tranquilizas y descansas, pero no puedo. No soporto la idea de que alguien vuelva a mi casa por obligación, porque tiene su ropa en mi armadio. Siempre creí que una relación consiste en elegirse a diario.

Marie Claire Supongo que por eso decía que a veces se siente sola.

Emma Bonino Sí, llevar un tipo de vida distinta provoca soledad. Ha tenido dos relaciones largas que acabaron…, bueno, como acaban todas la relaciones.

Marie Claire Mal.

Emma Bonino Sí, son situaciones que siempre sacan lo peor de nosostros mismos. Hay mucha humillación, mucho amor proprio herido. Te das cuenta de que quizá el problema no es que se cruzara otro señor u otra señorita, sino que la persona con la que estabas, en el fondo, quería una familia normal, una mujer normal.