"Tientsin, El Musel", Marcelino Laruelo

solamente la obtusidad mental es compatible con la fe ciega en la técnica y la tecnología
Tientsin, El Musel

Por Marcelino Laruelo.

 6-IX-15



A la histórica ciudad de Tientsin hay que llamarla ahora Tianjin, salvo que uno no se someta a las dictaduras de todo tipo que padecemos y siga escribiendo como le dé la real gana. Máxime cuando si algo caracteriza a Tientsin es su legado internacional y cosmopolita, pues tal vez haya sido la única ciudad en el mundo que estuvo gobernada durante ochenta años por los representantes de ocho potencias, de ocho países extranjeros.

Pero lo que interesa aquí de Tientsin no son las guerras del opio ni las de los boxers, sino la catastrófica explosión que se produjo en su zona portuaria días pasados. Próximos los aniversarios de esos crímenes contra la humanidad que fueron las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki hace setenta años, las imágenes del puerto de Tientsin recordaban a las de una explosión nuclear.

La ampliación del puerto de El Musel se justificó, no se olvide, en base a “análisis” y “estudios” de académicos y técnicos que pusieron la firma y el cazo. Nos reímos del “cuento de la lechera”, pero más infantil es todavía creer los planes de unos mandamases que, en realidad, se basan en futuribles, que pueden ocurrir o no, porque escapan totalmente a su control. Es decir, que las seis centrales eléctricas de ciclo combinado podrían construirse o no, podría ser el primer puerto mineralero de Europa o no… En realidad, en El Musel, como en la mayoría de las grandes obras faraónicas, primero se toma la “decisión” y después se elabora la “literatura” (pseudo) técnico-científica que la justifique y cubra el expediente. Lo importante y de lo que se trata es que el dinero que sale de la gente corriente vaya a parar a las cuentas de los grandes trusts económico-financieros (menos el correspondiente porcentaje). Obras faraónicas que, como las pirámides, siempre llevan “un muerto” dentro.

Solamente la obtusidad mental es compatible con la fe ciega en la técnica y la tecnología, en la seguridad absoluta de los procesos industriales y de las actividades humanas. A lo largo de la historia reciente, se ha podido comprobar que los que aseguraron que era imposible que ocurriera, fueron desmentidos por la realidad: desde el Titanic, al AVE de la curva de Angrois, de Chernobil a Fukushima pasando por Three Miles Island, de la presa de Tous al depósito estratégico Castor. La modernísima tecnología de un avión de pasajeros no tuvo en cuenta que los sensores de velocidad se podían congelar o que un “chalao” se podía encerrar en la cabina de mandos. Y etc.

El llamado gas natural o gas metano (¿por qué nadie dice “petróleo natural”, ni “carbón natural” ni “uranio natural”?) se transporta por gasoductos desde los lugares de extracción a los de consumo. España, con siete regasificadoras, va a la cabeza de Europa (Holanda, 1; Belgica, 1; Portugal, 1; Alemania, 0; s.e.u.o.). ¿Qué negocietes se esconden detrás de esta peligrosa proliferación, tan innecesaria como anti-económica, de plantas regasificadoras? Allá el capitalismo trincotrilero con sus tocomochos. Al ciudadano sólo le queda procurar que no le tanguen en la factura del gas y que no le engañen ni le hagan pagar el pato.

El teniente general Gabeiras, jefe del Estado Mayor y pieza central del fracaso del golpe de Estado del 23 F, encabezó la oposición a la construcción de la planta regasificadora de Mugardos: en la ría de Ferrol, en pleno núcleo urbano y frente por frente a la Base Naval Principal… ¡Y cuando se estaba construyendo un puerto exterior en la ría ferrolana! Por una válvula que no cerraba bien, unas cuantas toneladas de fuel-oil de la térmica de Aboño fueron a parar a la ría y a la mar. Por otra válvula que tampoco cerraba bien, miles de personas murieron en Bhopal y decenas de miles siguen sufriendo los efectos de unas toneladas de gas tóxico que se escaparon…

El gas natural se transporta por gasoductos y lo marginal es a bordo de metaneros. Los modernos puntos de descarga, por seguridad, son boyas situadas a más de diez millas de la costa conectadas por tuberías al sistema terrestre. ¿Qué pasaría si en vez de una nube de carbón fuera una nube de gas y una explosión en cadena? A los chalets de los fernándeces y de las moriyones tal vez no llegaría; a Oviedo, tampoco.