la fixació de Netanyahu amb Iran, perill per a Israel?

El 31 de marzo del 2009, poco después de la medianoche, empezó la segunda legislatura de Beniamin Netanyahu como primer ministro. Al asumir uno de los cargos más complejos del mundo, el Estado Mayor israelí y el Mossad desvelaron ante él todos los detalles de los preparativos militares para hacer frente al proyecto nuclear iraní.

Según pudo saber recientemente La Vanguardia de fuentes muy fidedignas, Netanyahu adoptó de inmediato la opción militar e Israel invirtió un total de 11.000 millones de shekels (unos 2.500 millones de euros) en los preparativos militares para bombardear las instalaciones nucleares iraníes y pidió a los responsables de su preparación que "apretaran el acelerador". El ministro de Defensa, Ehud Barak, le apoyó, pero se encontró con el rechazo de todos los jefes de las fuerzas de seguridad israelíes: el jefe del Mossad, Meir Dagan; el jefe del Estado Mayor del Ejército, Gabi Ashkenazi; el jefe del Shabak (servicios de seguridad internos), Yuval Diskin; y el jefe de la Inteligencia Militar, Amos Yadlin. Todos ellos se opusieron a un ataque israelí unilateral contra Irán sin coordinación con Estados Unidos.

El ejército norteamericano se encontraba en ese momento enfangado en los pantanos de Iraq y de Afganistán, invirtiendo miles de millones de dólares y sufriendo numerosas víctimas. Lo último que quería Washington era abrir un nuevo frente, en este caso en Irán.

Desde el primer momento, las reuniones entre Netanyahu y Barack Obama pusieron de manifiesto la falta de química y de sintonía en todos los temas, especialmente en el palestino. El gran protector de Netanyahu y fiel seguidor de los republicanos, el magnate estadounidense Sheldon Adelson, añadía más leña al fuego, alejando cada vez más a ambos mandatarios.

En la primavera del 2011, llegó el momento crítico de la decisión israelí. Netanyahu pidió al ejército que le propusiese fechas alternativas para un ataque. Obama estaba ocupado con una campaña electoral que se presentaba complicada. Los ejercicios militares de la fuerza aérea israelí en distintos puntos del Mediterráneo estaban concluidos y los jefes del aparato militar israelí -Dagan, Ashkenazi y Diskin- habían sido reemplazados por personalidades que compartían sus opiniones contra un bombardeo, pero que aún no tenían la experiencia suficiente como para enfrentarse a Netanyahu. Éste empezó declarando que el proyecto militar nuclear iraní ponía en manos de ayatolás fanáticos e iluminados bombas que podrían provocar un nuevo Holocausto en Israel.

El actual embajador de Israel en Estados Unidos, Ron Dermer, entonces asesor de Netanyahu, le convenció de que Obama perdería las elecciones del 2012 y que sería preferible esperar a un presidente republicano, supuestamente más receptivo a las preocupaciones israelíes. Netanyahu invitó al candidato republicano, Mitt Romney, a Jerusalén en plena campaña electoral y éste llegó rodeado de donantes judíos en una visita festiva. Obama consideró este acto como una declaración de guerra de Netanyahu. Cuando fue reelegido, en noviembre del 2012, en Jerusalén entendieron que la ventana de oportunidad para una operación militar contra Irán se había cerrado completamente.

En noviembre del 2014 tuvieron lugar las midterm elections en EE.UU.. Los demócratas perdieron y los republicanos aumentaron su mayoría. En sus últimos dos años como presidente, Obama tiene las manos libres. El embajador Dermer organizó para Netanyahu que el liderazgo republicano en el Congreso invitase al líder israelí a espaldas del presidente. Así llegamos a una de las principales crisis bilaterales de la historia. Hoy los republicanos aplaudirán a su "representante" en Jerusalén y los demócratas, en el mejor de los casos, le ignorarán.

3-III-15, H. Cymerman, lavanguardia

A dos semanas de las elecciones en Israel, el polémico discurso del primer ministro y líder de la derecha, Beniamin Netanyahu, hoy en el Congreso norteamericano se ha convertido en tema de polémica en la campaña.

De "misión histórica" ha calificado Netanyahu su viaje a Washington, que tiene como objetivo torpedear el cercano acuerdo nuclear con Irán y que ha irritado a la Casa Blanca y al Partido Demócrata. Ayer se abrió en Montreux (Suiza) la última ronda de negociaciones entre la diplomacia estadounidense e iraní.

El primer ministro israelí, que comenzó ayer su visita con un discurso ante el lobby proisraelí, afirmó que su intención "no es faltar al respeto al presidente Obama", sino "hablar claro sobre los peligros de un potencial acuerdo con Irán que amenaza la supervivencia de Israel".

"Tengo la obligación moral de denunciar estos peligros mientras estemos a tiempo de evitarlos", declaró Netanyahu en la conferencia anual del Comité de Relaciones Públicas Israel-Estados Unidos (AIPAC).

El discurso ante el lobby proisraelí fue un aperitivo de lo que hoy dirá ante el Congreso. "Irán amenaza con destruir Israel, divide países en Oriente Medio, apoya el terrorismo y está desarrollando, mientras hablamos, la tecnología para construir armas nucleares", prosiguió. "Los días de un pueblo judío pasivo frente a sus aniquiladores se han acabado, nunca más", aseveró Netanyahu, que recibió una gran ovación de los asistentes del AIPAC.

En Israel, el viaje del primer ministro está marcando la campaña. "Me opongo a un Irán nuclear pero debemos preservar las relaciones estratégicas con EE.UU.; son de máxima importancia para la existencia de Israel", declaró su rival, el líder laborista y del nuevo Bloque Sionista, Yitzhak Herzog, al acudir el domingo a la tumba del general de la paz Yitzhak Rabin. Herzog tiene en los sondeos una ligera ventaja.

Fuentes del partido de Netanyahu, el Likud, citadas por el diario Yediot Ahronot, reconocieron que Netanyahu hablará en el Congreso estadounidense pensando en la repercusión de sus palabras en las urnas israelíes. Su esperanza es que el discurso aporte a su partido al menos dos escaños más y superar así a Herzog.

Mientras Netanyahu volaba a EE.UU., diplomáticos norteamericanos e iraníes redactaban los últimos detalles del acuerdo nuclear, que podría levantar las sanciones sobre Teherán. Fuentes iraníes afirmaron a La Vanguardia que "el último kilómetro de un maratón es siempre el más duro" y que todo depende de la decisión final del líder supremo de la República Islámica, el ayatolá Ali Jamenei.

Netanyahu lleva en su cartera datos según los cuales, con el acuerdo que se podría cerrar, Irán se convertirá en un threshold state, es decir, un Estado al borde de convertirse en nuclear. Dirá en el Congreso que Irán tenía en el 2009 800 kilos de uranio enriquecido de bajo nivel, mientras que en el 2014 la cifra era ya de 7.600 kilos. Además, en ese periodo Irán ha pasado de 4.000 centrifugadoras de tipo básico a 19.000, de las cuales 1.000 muy sofisticadas. Según Netanyahu, a pesar de sus compromisos, Irán mantiene instalaciones secretas para el enriquecimiento de uranio en Dizan, en los alrededores de Teherán.

La Casa Blanca pretende responder con una campaña de diplomacia pública muy intensa contra Netanyahu. Utilizará también las palabras del exjefe del Mosad Meir Dagan, que acusó el viernes a Netanyahu de causar el daño estratégico más importante en el tema iraní.

Las negociaciones sobre el programa nuclear iraní han entrado en una carrera contrarreloj. A cuatro semanas de que venza el plazo acordado para firmar el marco que definirá lo que debe ser el acuerdo final, las conversaciones se han intensificado con los ministros de Exteriores de Irán y EE.UU., reuniéndose con una frecuencia que hasta hace un año parecía imposible.

En Irán, la sensación es que ha llegado la hora de la verdad. El periódico reformista Arman hablaba de "oportunidad histórica". Después de un año de intensas conversaciones, ni unos ni otros contemplan la posibilidad de que estas negociaciones se extiendan una vez más, como ya ha sucedido dos veces en el último año. Según lo acordado en la última ronda de noviembre, el acuerdo tendría que firmarse a finales de marzo y el texto definitivo, que incluya los detalles técnicos sobre cómo se pondrá en marcha dicho acuerdo, el 30 de junio.

El Congreso estadounidense, de mayoría republicana, también ha puesto de su parte a la hora de hacer presión. Ha amenazado con imponer nuevas sanciones a Irán si no se firma el acuerdo en esta etapa.

El Gobierno de Teherán ha declarado que no aceptará más sanciones económicas. El levantamiento total de las restricciones es una de sus condiciones para firmar el acuerdo. Si no, aseguran, "es mejor no tener acuerdo que tener un mal acuerdo".

A pesar de los esfuerzos de ambos bandos, a estas alturas nadie tiene claro cómo podrá llegarse a un entendimiento en tan corto tiempo. Declaraciones de funcionarios iraníes y estadounidenses después de la última ronda coinciden en que, a pesar del progreso, todavía están lejos de llegar a un acuerdo en el que tanto Irán como el grupo de los 5+1 -que además de Estados Unidos está conformado por Francia, Alemania, Gran Bretaña, China y Rusia- tienen claras las líneas rojas.

Mientras los iraníes siguen insistiendo que no aceptarán ningún acuerdo que vaya en contra de su progreso científico, pero sobre todo que no prevea el levantamiento del complejo sistema de sanciones, los integrantes del 5+1 han dejado claro que su misión es cerrar cualquier posibilidad para que Irán pueda obtener un arma nuclear. Una de las propuestas que están discutiendo es bloquear por diez años cualquier vía de enriquecimiento que le permita a Irán desarrollar el arma atómica en menos de un año, en caso que decida construirla. Esta medida daría a los países del 5+1 una posibilidad de tomar medidas en su momento.

Esta propuesta trae consigo temas tan delicados para los iraníes como la prohibición del enriquecimiento de uranio por encima del 5%, la reducción del número de centrifugadoras en funcionamiento, la limitación de centrifugadoras avanzadas y el destino del uranio enriquecido que Irán posee en la actualidad.

"Han dado (por los estadounidenses) grandes pasos. Pero todavía hay muchos temas por resolver", declaró el director de la Organización de Energía atómica iraní, Ali Akbar Salehi, que participó en la última ronda de conversaciones de la semana pasada junto con el secretario de Energía norteamericano, Ernest Moriz. Era la primera vez que los directores de los organismos encargados de la energía de ambos países se reunían para discutir asuntos técnicos relacionados con el programa nuclear iraní.

En Irán existe la idea que nunca antes habían estado más cerca de llegar a un acuerdo. Una encuesta publicada la semana pasada por la compañía Gallup, y realizada entre 1.005 personas mayores de 15 años en noviembre, arrojó que el 22% de los encuestados estaban "bastante esperanzados", comparado con el 13% que respondió lo mismo en el 2013. Sin embargo, también existe la conciencia de que a última hora cualquier cosa puede pasar.

La máxima figura iraní, Ali Jamenei, quien continua respaldando al equipo negociador, no deja pasar la oportunidad para mostrar su escepticismo sobre la voluntad de los estadounidenses para firmar un acuerdo equilibrado. Siempre ha asegurado que no aceptará un mal acuerdo.

3-III-15, H. Cymerman, lavanguardia