malgrat tot, es manté la xarxa de comunicació regional

En Oriente Medio, al contrario de las apariencias, todos hablan con todos, aunque sea desde el máximo secreto. Israel mantiene un diálogo invisible, más o menos directo, con enemigos acérrimos como Irán, Hizbulah, Hamas y países del golfo Pérsico con los que no mantiene ninguna relación formal. Varios mediadores europeos incluso viajan entre Jerusalén y Teherán y entre la sede del Hizbulah en Beirut, la de Hamas en Gaza y el Ministerio de Defensa israelí en Tel Aviv con una cierta frecuencia. “Obviamente no están haciendo turismo, sino que mantienen un modesto intercambio de opiniones que nunca sale a la luz. El secreto es lo que permite la continuidad de estos contactos”, confiesa una fuente israelí.

La semana pasada tuvo lugar una conferencia vía satélite sin precedentes. Por primera vez, el jefe de Estado israelí, Shimon Peres, habló desde su despacho de Jerusalén con 29 ministros de Asuntos Exteriores de todos los países de la Liga Árabe y de otras naciones musulmanas reunidos en Abu Dabi, en el marco de una conferencia de seguridad del golfo Pérsico. Entre otros, estaban presentes los jefes de las diplomacias de Arabia Saudí, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Yemen, Omán, Qatar, Indonesia, Malasia y Bangladesh.

Peres intervino con la bandera de Israel de fondo. Al final de sus palabras a favor de la paz y el diálogo, todos aplaudieron y nadie abandonó la sala. Pero en Oriente Medio nada es lo que parece: formalmente, el presidente israelí no se dirigía a los representantes árabes sino al mediador de la cumbre, Tierry Larsen, un diplomático noruego colaborador del secretario general de la ONU. En medios árabes se publicó, con tono de conspiración, que se trataba de un discurso secreto de Peres. Se olvidaron de que israelíes y árabes hablan permanentemente de todo, desde seguridad hasta relaciones comerciales, servicios de inteligencia y cuestiones diplomáticas. Esta misma semana, en la Conferencia de Política Mundial celebrada en Mónaco, el príncipe Turki al Faisal, exjefe del servicio de inteligencia saudí y exembajador en EE.UU., saludó públicamente a dos israelíes muy destacados, algo que nunca había ocurrido antes. Uno de ellos, el político Meir Shitrit, le invitó al Parlamento israelí en Jerusalén, a lo que Al Faisal contestó que esperaba poder hacerlo si antes Israel respondía a la iniciativa saudí de paz para la región.

A menudo, los israelíes que se pueden encontrar en los grandes hoteles de Doha, Dubái, Abu Dabi o Riad llevan un segundo pasaporte de algún país europeo o norteamericano. Sus interlocutores árabes saben exactamente con quién están hablando, pero si el escándalo se descubre siempre pueden afirmar que creían que se trataba de un canadiense, un francés o un belga. Por la mañana, estos líderes piden públicamente el boicot a Israel a raíz de la ocupación y, por la tarde, se reúnen con representantes hebreos para coordinar posiciones en lo que concierne a la amenaza nuclear iraní, que preocupa mucho en el golfo Pérsico. Según pudo saber La Vanguardia, representantes de los servicios de inteligencia de estos países y de Israel se reúnen a menudo ante el descontento de todos por lo que definen como una política “demasiado conciliadora” de Barack Obama hacia los ayatolás de Teherán.

En una reciente visita a Qatar y a Abu Dabi, los interlocutores de este corresponsal comentaban: “Si Irán se acerca a la capacidad nuclear, podrá hacer todo lo que le dé la gana, como Corea del Norte, y ocupar nuestros depósitos de gas y petróleo en quince minutos”. El ministro de Asuntos Exteriores de uno de los principales países del golfo reclamó durante una reunión de la ONU en Doha: “Dígale a sus amigos que nuestro espacio aéreo está abierto”. El jefe de la diplomacia de ese país, un conocido príncipe, se refería a la posibilidad de un ataque aéreo israelí contra las instalaciones nucleares iraníes. Cuando su interlocutor le contestó que aunque venía de Jerusalén no era piloto, hizo un gesto de complicidad, sonrió y se marchó.

Un exministro israelí que abandonó la política y se dedica a los negocios internacionales recibió una invitación del emir de uno de los países más pudientes del golfo. Este le envió un avión a Ammán para que le trasladara a él y a su esposa a su país y, cuando el israelí le contestó que no disponían de ningún otro pasaporte, el emir insistió en que les vendrían a buscar al avión y les llevarían al palacio. El árabe mostró un gran interés en la compra de sistemas israelíes de alta tecnología y de informática destinados a seguridad, agricultura, medicina y nanotecnología. A la vuelta, el israelí, consciente de que acababa de visitar un país enemigo, corrió a ver al primer ministro, Beniamin Netanyahu. Tras recibir un mensaje de amistad del emir, el jefe del Gobierno hebreo nombró al exministro su representante permanente ante ese país del golfo, a pesar de que ambos eran fuertes rivales políticos.

Al menos una vez al mes –en ocasiones más a menudo– Netanyahu se traslada en secreto al palacio real jordano, donde debate con el rey Abdalah sobre temas de interés mutuo. El hotel Intercontinental de Ammán es escenario de reuniones con representantes de países y de movimientos de lo más insospechados.

Ante esta paradójica relación, el periodista libanés Husein Idish reclamó recientemente al mundo árabe que abandone la actual posición hipócrita de reunirse con israelíes e inmediatamente desmentirlo y apuntó que, cuanto antes ocurra, mejor será para el propio mundo árabe. “El diálogo no significa que aceptemos la ocupación (léase de Cisjordania) ni el statu quo, pero es simplemente crucial si algún día queremos lograr algo significativo –resumió el periodista–. Ha llegado el momento de la honestidad sobre el diálogo con Israel”.

19-XII-13, H. Cymerman, lavanguardia