" Michel Foucault: Sexo, drogas y el panóptico", Sebastián Góngora

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Por Sebastián Góngora

Complejo resulta dar cuenta de una vida, y más aún si ésta representa tan icónicamente ciertos aspectos de nuestra disciplina. Sabido es que Michel Foucault concentra gran cantidad de artículos, ensayos, libros y actividades registradas, por tanto me remitiré exclusivamente a su obra y a aquello que por dicho, resulta absolutamente atractivo para los ojos de quienes se declaran directamente foucaultianos. Lo atractivo es el hecho de que un hombre de brillantez reconocida, por un lado haya tenido una vida sobria e intelectual, y por otro, haya sostenido actividades tan alocadas y desinhibidas. La capacidad de combinar de manera sutil esas dos facetas, hace más interesante su lectura. Es por esto que esta casi reseña bibliográfica se abocará a la combinación de ambas facetas.

Michel Foucault nace en Poitiers (Francia) en 1926. Estudió Filosofía y Psicología en la Escuela Normal Superior de París. Enseñó Filosofía en Túnez y en las universidades de Clermont-Ferrand y Vincennes. En 1971, fue nombrado profesor de “Historia de los Sistemas de Pensamiento” (¡vaya cátedra!) en el prestigioso Collège de France (¡VAYA CÁTEDRA!). Murió en 1984, producto del SIDA. A la edad de 57 años, quizás pasaba por su “mejor momento”, siendo uno de los intelectuales más respetados y famosos del mundo. Exploró varios campos del conocimiento, entre ellos la antropología, la historia, la ciencia política y, evidentemente, la sociología. Fue llamado por algunos como un estructuralista, y por otros, post-estructuralista, como si las propias corrientes teóricas quisieran albergarlo.

Lo cierto es que poco importa, ya que sus obras a pesar de no contener mayor complejidad y análisis lingüístico, sí muestran gran creatividad, genialidad, agresividad y transgresión. Por otro lado, Foucault se definía como un nietzscheano y la única definición que aceptaba era la de arqueólogo, como muestra de su gran persecución por los aspectos culturales de la vida en sociedad y, por supuesto, sus análisis profundamente arraigados en la historia.

Analizó los mecanismos de poder que operan en la sociedad capitalista y su influencia en la conformación de la subjetividad de los sujetos. Esto le permitió reinterpretar las definiciones clásicas de poder, que reducían el análisis a un plano represivo y jurídico. Con esto pudo concluir que el capitalismo avanza con tranquilidad gracias a que operan “micropoderes”, que son legitimados por el cuerpo social-institucional, y que ejercen y se instalan desde las profundidades de la vida cotidiana, hasta en niveles macro, generando una relación de dominadores y dominados. Eso sí, es necesario decir que Foucault obvió las resistencias que pudiesen surgir dadas las condiciones de los dominados. Esa temática la desarrolló el francés De Certau, estableciendo una fundamental distinción entre las imposiciones de la clase dominante, y las prácticas alternativas generadas por los dominados para resistir a dicha hegemonía (en el sentido Gramsciano).

Más adelante, el llamado “genio” cambió el rumbo de sus investigaciones dejando de lado la “micropolítica”, para así adentrarse en la relación existente entre Estado e individuo. Se puede decir que ésta no se centra en el Estado propiamente tal, sino en las prácticas que constituyen los medios de dominación y el gobierno. Fundamentalmente, le preocupa el poder que la autoridad ejerce sobre los individuos, en la que se administran las conductas y acciones más personales. La paranoica, pero no por eso menos cierta idea del panóptico se hace presente, influyendo en áreas tan distintas como la Psicología, la Sociología y los estudios urbanos.

Foucault llevó una vida extraordinariamente agitada y sabrosa, que tiene directa relación con sus obras. Esto mismo afirman algunos autores y biógrafos, como por ejemplo, Didier Eribon, que propone en su libro Michel Foucault (Anagrama, Barcelona: 1992) por una parte hacer la historia de su obra para “poner en escena y otorgarle, en esta historia, un lugar determinante a la homosexualidad (…) no se trata de explicar el contenido de la obra de Michel Foucault a través de su homosexualidad o de sus prácticas sadomasoquistas, pero éstos son elementos que no se pueden dejar de lado, al tratar de entender aspectos de su producción intelectual” .

Foucault sentía una gran atracción por temas relacionados con la sexualidad en general (gran demostración es su profuso estudio sobre la Historia de la Sexualidad), y la homosexualidad y el sadomasoquismo, en particular. De cierto modo, tenia las “trenzas lisas mi tío”, por lo que no sólo se limitó al estudio de esas prácticas, sino además a su experimentación. Siendo un lector apasionado del Marqués de Sade, vio reflejada cierta sabiduría en él, mencionándolo, exaltándolo y criticándolo en algunas de sus obras.

Se cuenta que, en sus repetidos viajes a San Francisco, se vio muy atraído por la emergente comunidad gay, el sexo impersonal, las drogas casuales, por los saunas o casa baños y por los centros de la actividad de “cuero” que sucedían en la época. Tal como cuenta James Miller, Foucault confiesa a Simeon Wade que “ese modo de vida me parece extraordinario, increíble. Esos hombres viven para el sexo y las drogas casuales. ¡Increíble! En Francia no existen lugares así” . Nuestro autor se interesaba por todo tipo de experiencias que llevaran su cuerpo y mente profundamente al límite; situaciones que lo llevaran a tocar lo sublime, lo incomparable, lo prohibido, lo alucinante, lo deliberante, en fin, el éxtasis. Es por esto que experimentó con todo tipo de drogas, siendo el LSD su preferida, ya que lo llevaba a una completa liberación.

Sin duda que una de las mejores enseñanzas que nos deja la vida y obra del “genio”, es esta relación de experiencias-límites y la búsqueda del yo. Donde la moral tiene atavios difusos, y la experiencia va más allá del potencial juicio. Por otro lado, sabida es la influencia del autor en las Ciencias Sociales, y su enorme aporte al conocimiento de la realidad social.

Entre sus obras se destacan: Historia de la locura en la época clásica (1961), Nacimiento de la clínica (1963), Las palabras y las cosas; una arqueología de las ciencias humanas (1966), Vigilar y castigar (1975), y su Historia de la sexualidad en tres tomos: Introducción – Volumen I (1976), El uso del placer – Volumen II (1984), y La inquietud de sí -Volumen III (1984).