especial primavera política a Kuwait

Hay primaveras con plazas que revientan. Hay primaverasagolpes de misil. Y las hay que exigen prescindir por un día de zapatos manufacturados en Milán.

Mishal al Zadi envió un tuit a sus amigos recomendándoles "que no se pusieran zapatos de Prada para protestar, que se pusieran algo más práctico". Y así, en plan práctico, los manifestantes acabaron en noviembre por asaltar el Parlamento - rompieron un par de sillas-y el emir acabó por convocar elecciones anticipadas: Kuwait acude hoy a las urnas después de tres meses de vértigo, con un cierto halo de primavera árabe.

La primavera kuwaití,en todo caso, está perfumada de crudo.

"Tengo un amigo que conduce un Porsche Cayenne. Otro que conduce un Porsche Panamera. Verás los mejores coches en las protestas en Kuwait", afirma Al Zadi, un relaciones públicas veinteañero. "No se trata de dinero, no se trata de petróleo, se trata de democracia real".

Kuwait es un emirato con mucho cochazo y poco ángel. No tiene charme.No tiene el Ferrari World, el Louvre o el Guggenheim de Abu Dabi. Ni ha levantado rascacielos de un kilómetro de altura ni pistas de esquí como Dubái. No ha inventado Al Yazira ni estampado su nombre en la camiseta del Barça como Qatar. Pero tiene algo que las demás monarquías Shell no poseen: unos niveles de libertad política y expresión muy poco habituales en Oriente Medio y en el Golfo en concreto.

Kuwait no es Dubái, donde el emir se levanta una mañana, imagina un archipiélago-urbanización en forma de palmera y lo manda construir. En Kuwait se vota y se elige un Parlamento que, con todas sus limitaciones, equilibra muchas cosas. Aquí, la oposición puede criticar a la familia real, insultarla incluso.

En Kuwait no hay partidos políticos, los candidatos son independientes. Se agrupan por sensibilidades: islamistas, liberales e independientes más o menos opositores, con una voluntad democrática más o menos intensa.

La campaña electoral pasa por dos lugares con mucho té: las jaimas electorales, iluminadas con lámparas de araña, y las acogedoras dewaniyas lo elige el emir-y acabar con la corrupción, grande como las refinerías.

"La revolución no se nutre tanto de la injusticia como de la percepción de injusticia", afirma en una mullida dewaniya el profesor Ahmad al Bustan.

"Hay que ir muy poco a poco. No olvide que dos de cada tres habitantes de Kuwait no son kuwaitíes", dice en su envelat la candidata Salua Abdulah al Yasar, una de las cuatro primeras mujeres elegidas diputadas en toda la historia del emirato de Kuwait.

Más duro es Abdulrahman al Anyari, uno de los líderes opositores, que defiende el asalto al Parlamento - "no hay que exagerarlo"-y reclama una nueva Constitución, porque "la situación política de Kuwait es caótica".

En ningún programa de ningún candidato hay una sola línea sobre política exterior. Pero los demás oleoductos coronados del Golfo - donde las elecciones son un puro divertimento, casi para jugar, o son directamente un sueño-observan a Kuwait con mucha atención. "No podemos cambiar la geografía - dice Al AnYari-.Este país está donde está y tiene el tamaño que tiene, el mismo que Kentucky".

Preso del estrecho de Ormuz y de sus propios estrechos, Kuwait seguirá en zona de turbulencias: en seis años han tenido cuatro elecciones y ocho gobiernos, con repartos de billetes entre la población cuando empezó lo de Tahrir. Y seguirá el pulso entre la oposición y los inmovilistas, con divisiones añadidas de suníes y chiíes, yde tribus que, cabreadas unas con otras, se queman de vez en cuando las jaimas electorales.

¿Se trata de llegar a la"democracia real" con la que sueña el tuitero de los zapatos Prada o solamente de un reparto más equitativo de los Porsche?

2-II-12, P. Garcia-Planas, lavanguardia