biografia d’en Mohammed Mursi

Datos relevantes

Actualización: 28 de Noviembre de 2012, CIDOB
Crédito fotográfico: © Consejo de la Unión Europea (2012)
Mohammed Mursi Isa al-Ayat

Egipto

Presidente de la República

Duración del mandato: 30 de Junio de 2012 - En funciones

Nacimiento: Edwa, gobernación de Ash Sharqiyah , 20 de agosto de 1951

Partido político: PLJ

Profesión: Ingeniero y profesor de universidad

Crédito fotográfico: © Consejo de la Unión Europea (2012)

Resumen

En Egipto, el triunfo del candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohammed Mursi, en las elecciones presidenciales de mayo y junio de 2012 dio un desenlace hasta cierto punto paradójico al alzamiento popular que en 2011 destronó a Hosni Mubarak. Por de pronto, supuso una mudanza histórica de poder de naturaleza democrática y certificó el cambio de régimen, con todas las implicaciones internas y regionales que el hito conllevaba, tras año y medio de tortuosa transición política. Pero los vencedores en las urnas, pese a su potente arraigo social, no fueron los protagonistas de aquel levantamiento que asombró al mundo, obra principal de un movimiento juvenil no confesional que ahora vio el colofón a sus esfuerzos con un sentimiento de decepción. Como en Túnez, los islamistas egipcios ni iniciaron la protesta ni fueron luego la punta de lanza de la revolución, pero se convirtieron en sus grandes beneficiarios políticos.

El nuevo hombre fuerte de Egipto no lo es tanto en el sentido de que pertenece a una organización donde la colectividad cuenta más que los individuos. Además, llegó al cargo de manera bastante azarosa e insospechada, partiendo de un cuasi anonimato: primero, a raíz de la renuncia a postularse por la esperanza aglutinadora de la oposición secular, Mohammed El Baradei; luego, por la descalificación del candidato original de la Hermandad, Jairat El Shater; y por último, merced al estrepitoso fracaso de los contrincantes que señoreaban los sondeos, los independientes Amr Moussa (liberal laico) y Abdel Moneim Aboul Fotouh (islamista moderado). Al final, Mursi, concurriendo en nombre del partido creado por la Hermandad, el de la Libertad y la Justicia (PLJ), y alcanzando para su robusta y paciente agrupación, tras 84 años de andadura, 57 de ilegalidad y 27 de semitolerancia electoral intercalada con olas de persecución, la meta trazada desde que renunció a la vía subversiva, se impuso en la segunda vuelta al último primer ministro de Mubarak, Ahmad Shafiq, exponente del aparato del anterior régimen.

Mursi, un doctor en ingeniería formado en California, transmite la imagen típica de los dirigentes de la cofradía-movimiento del Islam sunní, cuyo espíritu sigue siendo coránico y panislamista: cultivado, piadoso, conservador (aunque los medios le retratan como más abierto que otros hermanos), austero, grisáceo y sin carisma apreciable. En vísperas de la revuelta de Tahrir respaldó la plataforma opositora del moderado Baradei y luego se adhirió sobre la marcha a la algarada contra Mubarak, aunque no jugó un papel reseñable en la misma. En los turbulentos meses que siguieron a la caída del autócrata, trufados de episodios de violencia política y sectaria que elevaron la cuenta de muertos de la revolución, los islamistas practicaron una connivencia tácita con la junta militar del mariscal Tantawi, engañoso regente de la transición, para sacar adelante la mini Constitución provisional y celebrar entre noviembre de 2011 y enero de 2012 elecciones legislativas, las cuales fueron ampliamente ganadas por el PLJ y sus aliados.

La frialdad de los Hermanos, no obstante ensalzar el sacrificio de los revolucionarios, frente a los desmanes represivos y las maniobras políticas del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) fue muy criticada por los manifestantes seculares. Pero al aproximarse las elecciones presidenciales, las ambiguas relaciones entre los dos principales poderes fácticos de Egipto, con unos programas incompatibles, derivaron en un tenso antagonismo con visos de confrontación.

El 14 de junio de 2012 el CSFA, resuelto a cortarles las alas a las próximas autoridades civiles y a imponer un paquete de prerrogativas castrenses mientras se elaboraba la Constitución permanente, perpetró un golpe suave con la asunción de plenos poderes legislativos a rebufo de la anulación por el Tribunal Constitucional de un tercio de los escaños electos y la disolución del Parlamento. Tres días después, al cierre de la segunda vuelta de las presidenciales, los generales se arrogaron el derecho a nombrar una nueva Asamblea Constituyente y promulgaron una adenda supraconstitucional para reservarse un rol autónomo y decisorio hasta las próximas elecciones generales y aún después. Los Hermanos respondieron al desafío con una protesta multitudinaria en la emblemática Plaza Tahrir. El día 24, con sospechosa dilación, Mursi fue declarado vencedor sobre Shafiq con el 51,7% de los votos, un resultado bastante ajustado. Además, la abstención fue del 48,1%.

El 30 de junio de 2012, una vez dado de baja tanto en la Hermandad como en el PLJ para ilustrar su mensaje de concordia y unidad, Mursi tomó posesión como el quinto presidente de la República Árabe de Egipto flanqueado por militares, el estamento del que surgieron sus predecesores Naguib, Nasser, Sadat y Mubarak, poniendo fin así a una tradición de más de medio siglo. Para sorpresa general, el flamante mandatario no tardó en ejercer su autoridad ordenando la restauración de la Asamblea disuelta –aunque el Constitucional se apresuró a revocar este decreto- y, el 12 de agosto, despidiendo a Tantawi como ministro de Defensa así como al jefe del Estado Mayor, general Anan, e invalidando las enmiendas unilaterales del CSFA.

Con esta espectacular medida, al parecer facilitada por sectores progresistas del Ejército dispuestos a una coexistencia sin problemas, Mursi diluyó la perspectiva, inquietante salvo para quienes simpatizaban con la fórmula del contrapeso militar a una hegemonía islamista, de que en Egipto pudiera asentarse un escenario a la turca, de democracia tutelada por los uniformados, aunque estaba por ver el alcance de la subordinación de las Fuerzas Armadas al mando civil.

Si los primeros pasos de la presidencia de Mursi, quien aboga por avanzar hacia un sistema de tipo parlamentario, reflejaron la voluntad de la Hermandad de desarraigar viejos esquemas del Estado, otras rupturas positivas y no menos urgentes aguardaban en los terrenos económico y social, donde las cosas, que ya eran malas antes de 2011 –precisamente, nutrieron el caldo del descontento que condujo al estallido popular-, fueron a peor en estos 18 meses de tumulto y crispación. De hecho, el programa del PLJ, que se debe al intenso componente social del movimiento padre, plantea un "renacimiento" de la malparada economía y la reducción de las inequidades a través de una política fiscal mucho más activa.

Máxima atención suscita la agenda religiosa de la organización que tiene como guía o líder supremo a Mohammed Badie y que exhibe el lema de El Islam es la solución. El PLJ y Mursi confirman que el Islam seguirá siendo la religión oficial del Estado y la Sharía la principal fuente de derecho, como ya proclaman en su segundo artículo la derogada Constitución de 1971 y la Constitución Provisional de 2011. A la hora de legislar y hacer cumplir la ley, se buscará la primacía efectiva de la Sharía, pero en armonía con la "mayoría parlamentaria" y dando las debidas garantías a las minorías religiosas, en particular los cristianos coptos. Para los nuevos gobernantes de Egipto no hay contradicción alguna entre principios coránicos y democráticos; de hecho, aseguran, los primeros amparan los segundos. Mursi insiste en el respeto a los derechos y libertades fundamentales, y en el carácter "civil" del Estado, que no ha de ser ni "militar" ni "teocrático". En otras palabras, los Hermanos arguyen que el debate secularismo versus religión no tiene sentido en Egipto.

El discurso conciliador, garantista y pro consenso de Mursi se ha dirigido a esa mayoría de paisanos que no le han votado y que ven con recelo cómo un solo partido, como antes el PND, acapara las instituciones políticas del Estado y se halla en condiciones de redactar una Constitución a su gusto y medida.

De entrada, los Hermanos se desvincularon de dos compromisos asumidos anteriormente: dijeron que no iban a presentar un candidato a la Presidencia y prometieron otorgar sendos puestos de vicepresidente a una mujer y a un copto. El único vicepresidente nombrado por Mursi, Mahmoud Mekki, es musulmán, aunque independiente, al igual que el nuevo primer ministro, Hisham Qandil, jefe de un Gabinete dominado por tecnócratas y con presencia testimonial de dos pequeños partidos islamistas emanados de sendas disidencias de la Hermandad, Al Wasat y An Nahda. Las relaciones con las corrientes del salafismo, rama ultrarrigorista del sunnismo que quedó segunda en las elecciones legislativas y cuyos elementos más extremistas tienen en un criminal punto de mira a la minoría copta, son otro aspecto que irá perfilándose en los próximos meses.

Mucha de la expectación generada por la llegada al poder en Egipto de la Hermandad Musulmana se refería a la política exterior, donde Mursi, a pesar de su breve recorrido, ya ha deshecho unas cuantas incógnitas. Decidido a devolver a su país el papel central que por razones históricas, geográficas y demográficas le corresponde en el tablero de Oriente Próximo, el presidente asegura que El Cairo seguirá haciendo honor a sus tratados internacionales y entre ellos el de Paz con Israel, aunque en este sensible capítulo los matices se amontonan: los Hermanos mantienen su hostilidad retórica al Estado sionista, alivian paulatinamente el bloqueo de Gaza, consolidan sus excelentes relaciones con los palestinos de Hamas –sus hijos espirituales- y sugieren el condicionante de la continuidad de la abultada ayuda económica de Estados Unidos, potencia con la que Mursi espera entenderse bien.

La fulminante campaña militar emprendida en agosto contra las bandas alqaedistas que operan en el Sinaí como represalia por su ataque contra el puesto del Ejército en El Arish demostró que al islamista Mursi no le tiembla el pulso a la hora de preservar la seguridad, aunque los israelíes vieron este operativo bélico con aprensión. Los focos se posan asimismo en la compleja relación triangular con Arabia Saudí (wahhabíes) e Irán (shiíes), donde confluye una trama de intereses religiosos, políticos y estratégicos muchas veces contrapuestos. En su temprano desplazamiento a Teherán, primero de un presidente egipcio desde 1979 (cuando se rompieron las relaciones diplomáticas) y con motivo de la cumbre de los No Alineados, Mursi transmitió un mensaje de diálogo regional a su anfitrión, Ahmadinejad, pero al mismo tiempo le desairó al arremeter contra el régimen sirio, aliado suyo, y reclamar ayuda para los rebeldes que lo combaten en cruenta guerra civil.

En noviembre, el protagonismo adquirido en la mediación para un alto el fuego en Gaza, nuevamente incendiada por una ofensiva aérea israelí que ha recibido la enérgica condena de El Cairo, ha animado a Mursi a mostrar su rostro más autoritario, autoconcediéndose blindaje ejecutivo frente a los autos judiciales. El decreto presidencial, que inviste a Mursi de poderes prácticamente omnímodos mientras dure la fase constituyente, ha soliviantado a los sectores laicos y liberales de la sociedad egipcia, echados de nuevo a la Plaza Tahrir.

Biografía

1. Ingeniero y dirigente de los Hermanos Musulmanes
2. Discreción de movimientos durante los sucesos revolucionarios de 2011
3. Cooperación constitucional con la junta militar, creación del PLJ y triunfo en las elecciones legislativas
4. Las elecciones presidenciales de 2012: candidato alternativo de la Hermandad y forcejeos con el Ejército


1. Ingeniero y dirigente de los Hermanos Musulmanes

Oriundo de Ash Sharqiyah, una de las gobernaciones del delta del Nilo, hijo de granjeros propietarios de sus tierras y el mayor de cinco hermanos, cursó la carrera de Ingeniería en la Universidad de El Cairo hasta la obtención de la licenciatura, en la especialidad de Metalurgia, en 1978. Entre el primer ciclo universitario, concluido con la diplomatura, y el segundo ciclo el joven prestó el servicio militar de un año de duración y sirvió en una unidad de guerra química del Ejército egipcio.

En 1979, con 28 años, se casó con una prima que tenía 17, Nagla Ali Mahmoud. Los seis años siguientes, ayudado por una beca, los pasó junto con su joven esposa en Estados Unidos, en California, donde en 1982 obtuvo el doctorado por la Universidad del Sur (USC) con excelentes calificaciones y más tarde dio clases con un contrato de profesor asociado en el campus de Northridge de la Universidad Estatal (CSU). Por una temporada impartió magisterio también en Libia. En California vinieron al mundo dos de los cinco hijos de la pareja, cuatro varones y una chica (y que hasta la fecha le han dado tres nietos), los cuales obtuvieron la ciudadanía estadounidense por derecho de nacimiento.

En 1985 Mursi retornó a Egipto y se aseguró una sólida posición profesional merced a una plaza de profesor titular en la Universidad de Zagazig, la capital de Ash Sharqiyah. En los 25 años siguientes, Mursi iba a impartir la docencia y a dirigir el Departamento de Ingeniería de la Universidad.

Sin embargo, las inquietudes religiosas y políticas rondaban al cultivado ingeniero, un musulmán devoto desde que en la infancia su madre le enseñara a recitar asiduamente el Corán. Ya en 1979, el año de su boda, Mursi se afilió a los Hermanos Musulmanes ( Al Ijwan Al Muslimin), la histórica cofradía-movimiento del Islam sunní, fundada por el intelectual islámico Hassan al-Banna en 1928 y sobre la que desde 1954, cuando el triunfante régimen republicano les acusó de intentar asesinar a Nasser, pesaba una prohibición oficial. El sucesor de Nasser en 1970, Sadat, había rebajado considerablemente los niveles represivos y venía tolerando las actividades sociales y caritativas –que no políticas o proselitistas- de la Hermandad, que incluso fue reclutada como fuerza de choque para amedrentar a los opositores de la izquierda laica.

Esta, a cambio, reiteraba periódicamente que había roto con su pasado violento e intransigente con todo lo que supusiera modernidad a la occidental, que rechazaba los métodos subversivos y que apostaba exclusivamente por la vía pacífica y gradualista para implantar su programa básico del gobierno islámico regido por el Corán, la Sunna y la Sharía; eso, en Egipto de entrada, pero sin renunciar a la vocación transnacional, conforme al principio de la Umma. El respaldo social de la Hermandad, incluidas las clases profesionales liberales, era amplio y su presencia en las esferas educativa y cultural más que notable. La mayor parte de sus cuadros dirigentes poseía formación cualificada y empleos de buena posición, como médicos, profesores de universidad, abogados y administradores, o procedían de acomodadas familias de propietarios rurales.

Mursi se incorporó a la organización en un momento en que a esta se le estaban poniendo las cosas difíciles de nuevo por la proliferación de las expresiones islamistas más radicales, que buscaban la caída del régimen por las vías revolucionaria y terrorista, varios de cuyos militantes procedían de sus filas. Uno de estos grupúsculos extremistas, infiltrado en el Ejército, asesinó en 1981 a Sadat, meses después de desatar el rais una gran redada policial en medios opositores que no hizo excepción con los Hermanos.

El nuevo presidente salido de las Fuerzas Armadas, Hosni Mubarak, empezó adoptando una estrategia menos rigurosa con los Hermanos. Dejando intacta la proscripción oficial, blindada bajo el estado de emergencia, Mubarak excarceló a numerosos dirigentes y concedió libertad de movimientos a su tercer guía general (Murshid Al-Am) o líder supremo, Umar al-Tilmisani, quien aplaudía la distinción por el Gobierno entre ellos, los islamistas moderados, y las facciones subversivas, objeto de una sañuda persecución.

Candidatos de la Hermandad fueron autorizados a participar en las elecciones legislativas de 1984, el año anterior a la instalación de Mursi en la Universidad de Zagazig, pero no como tales, sino inscritos en las listas de un partido legal de corte liberal, el Neo Wafd. En las votaciones de 1987 los Hermanos, sin lugar a dudas la primera fuerza de la oposición, participaron coaligados con dos agrupaciones socialistas bajo la etiqueta de la Alianza Islámica y en las de 1990 practicaron el boicot, frustrados por las continuas cortapisas a su aspiración de participar más activamente en la vida política y por las trapacerías del régimen para asegurar la hegemonía parlamentaria de su partido, el Nacional Democrático (PND).

Mursi empezó a hacerse notar en la Hermandad hacia 1992, bajo el liderazgo del murshid Mohammed Hamid Abu al-Nasr y coincidiendo con el inicio de otra etapa de represión estatal en respuesta al tremendo desafío terrorista de la Asamblea Islámica y la Jihad Islámica, principales agrupaciones del integrismo armado. Ingresó en el nuevo Departamento Político, concebido para reforzar la estrategia del movimiento de jugar sus cartas dentro del sistema, y en 1995 se sentó también en la más restringida Oficina de Orientación (Maktab Al-Irshad), máximo órgano de decisión, de una quincena de miembros.

Para entonces, Mursi ya había culminado el proceso de capacitación religiosa y doctrinal, meticulosamente testado por los oficiales competentes durante una serie de años, que le certificaba como un hermano con plenos derechos en la organización, integrante de su círculo más interno. La membresía en la Hermandad abarcaba y abarca una jerarquía de cinco grados o rangos, el mayor de los cuales, ach'mal (hermano trabajador), habilita al aspirante para participar en las elecciones internas y a competir por los puestos dirigentes. Los otros cuatro rangos, de menos a más en cuanto a piedad comprobada, autoridad en la predicación y el liderazgo, y conocimiento del Corán, el Hadith y la obra del fundador Hassan al-Banna son los siguientes: muhib (partidario); muayyad (seguidor); muntasib (afiliado); y muntazim (organizador).

También en 1995, en plena ola de desafueros del régimen y con cientos de hermanos entre rejas por su sola militancia política, tocaron elecciones legislativas y Mursi se presentó a las mismas como uno de los 150 candidatos de su grupo autorizados a competir como "independientes" por los 44 escaños reservados al sistema mayoritario uninominal. Los obstáculos jurídicos y policiales eran abrumadores y sólo un compañero, Ali Fatah al-Bab, consiguió el escaño en la Asamblea Popular o Majlis Ash-Shaab, la Cámara baja del Parlamento egipcio.

El ingeniero volvió a intentarlo en las votaciones de octubre y noviembre de 2000. Esta vez la Hermandad presentó 76 candidatos con el marchamo de independientes y 17 de ellos, incluido Mursi, tras superar la dura criba de las descalificaciones y los arrestos arbitrarios en el curso de la campaña, pudieron sentarse en el Majlis. A lo largo de su primera legislatura, Mursi, representando a la gobernación de Ash Sharqiyah, ejerció de portavoz oficioso de su grupo y en 2004 figuró entre los animadores partidistas del Movimiento Egipcio por el Cambio (Kefaya), una campaña de protestas políticas y ciudadanas, no de masas pero estridente, que congregó a numerosos colectivos opositores de diversas tendencias, a activistas de Derechos Humanos y a simples ciudadanos sin filiación, todos contrarios al anuncio de la quinta postulación presidencial de Mubarak en 2005.

Los Hermanos no jugaron un papel descollante en el movimiento Kefaya, una especie de preámbulo fallido de la ulterior revolución de 2011, que alzó su voz en un período de desconcierto interno, con acusaciones frecuentes de adocenamiento y conservadurismo a la dirigencia. A ellas se sumaban las aparentes contradicciones entre los planteamientos de las diversas facciones y camarillas, que un día lanzaban mensajes de amistad a la minoría cristiana copta y de conciliación a Occidente, y al otro desplegaban la habitual retórica agresiva contra Israel.

El liderazgo supremo del grupo mudó en estos años por imperativos biológicos: el quinto murshid, Mustafa Mashhur, un rico terrateniente elevado al mando en 1996 pero al que se atribuyó la jefatura efectiva también en la década bajo el liderazgo de su predecesor Abu al-Nasr, falleció en noviembre de 2002 y su sucesor, Maamoun al-Hudaybi, hijo del segundo murshid, Hassan al-Hudaybi (1949-1973), murió a su vez en enero de 2004. El testigo lo tomó entonces un veterano intelectual de línea conservadora, Mohammed Mahdi Akef, convertido en el séptimo guía general.

Mursi perdió el escaño en los comicios de noviembre y diciembre de 2005, celebrados al hilo de la controvertida reelección de Mubarak en las primeras elecciones presidenciales directas y abiertas a candidaturas alternativas, pero en un marco de muy fuertes restricciones legales, que convertían la aparente apertura democrática en una farsa. Pese al fracaso personal, su organización se hizo con 88 escaños y se colocó como la segunda fuerza del Majlis tras el imbatible PND. Se trató del mejor rendimiento electoral en la historia de la Hermandad hasta la fecha, aunque el bloque formado no podía usar más etiqueta que la de los independientes.

Mursi era un hermano propenso a contestar y los encontronazos con las autoridades resultaban inevitables. En mayo de 2006 fue arrestado por participar en las manifestaciones de apoyo a dos jueces que habían denunciado casos de fraude en las elecciones presidenciales del año anterior. El ex diputado recobró la libertad al cabo de seis meses, en vísperas del anuncio por Mubarak, en guardia desde el avance islamista en las pasadas legislativas, de una segunda reforma constitucional concebida para afianzar la marginación de la Hermandad en el sistema. En lo sucesivo, los partidos de base religiosa quedaban estrictamente prohibidos, las elecciones perdían la supervisión judicial y las candidaturas presidenciales de partidos legales veían aliviadas un poco los requisitos legales para concurrir mientras que los de las candidaturas independientes se mantenían invariablemente severos.

En 2007 Mursi participó en la redacción del programa político de un hipotético partido legal de la Hermandad, que entre otros aspectos negaba a las mujeres y a los hombres no musulmanes el derecho a presentarse candidatos a la Presidencia de la República, y reclamaba un consejo especial de clérigos islámicos capaz de vetar la legislación parlamentaria no conforme con los preceptos de la fe islámica. El polémico documento, muy tradicionalista, sirvió al régimen de Mubarak para reafirmarse en sus tesis de que la oposición política con militancia confesional no ofrecía al país más alternativas que la regresión democrática y el conflicto social.


2. Discreción de movimientos durante los sucesos revolucionarios de 2011

En febrero de 2010, semanas después de la elección interna del veterinario Mohammed Badie como octavo murshid, y con el ambiente nacional bastante enrarecido por el fuerte descontento social -cuyo rostro más visible era el de los jóvenes universitarios- y por las señales de que al añoso Mubarak le acosaba una grave enfermedad, Mursi fue uno de los dirigentes de la Hermandad que se dejó ver en complicidad con Mohammed El Baradei, el ex director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) y Premio Nobel de la Paz de 2005, el cual regresó a su país para denunciar a los cuatro vientos la falacia democrática que se vivía en Egipto y aglutinar tras su figura de prestigio a toda la oposición, crónicamente fragmentada (islamistas, liberales, laicos, nacionalistas, socialistas y nasseristas) y sin líderes creíbles.

La plataforma opositora impulsada por Baradei y secundada entre otros por Mursi dio lugar a la Asociación Nacional por el Cambio (ANC), conglomerado de políticos profesionales, intelectuales y otros representantes de la sociedad civil que reclamó al régimen la revocación del estado de emergencia y la reforma de la Constitución para reintroducir la supervisión judicial de los procesos electorales, limitar los mandatos presidenciales y -cuestión crucial para la Hermandad y para el mismo Baradei, quien sugirió su disposición a dar ese paso- consagrar la igualdad de oportunidades de todos los que quisieran postularse a la jefatura del Estado, fueran afiliados partidistas o no.

Las elecciones legislativas del 28 de noviembre y el 5 de diciembre de 2010, todo un compendio de prácticas fraudulentas, abusos mediáticos y desafueros represivos, demostraron a las claras que el régimen no estaba dispuesto a ceder un milímetro en las reclamaciones de la oposición. Los Hermanos no obtuvieron ningún escaño y ante las evidencias de un gran pucherazo decidieron retirarse de la segunda vuelta. Como resultado, el PND se adjudicó una mayoría apabullante de cuatro quintas partes del Majlis.

En realidad, del desastre electoral fueron medio responsables sus propios damnificados, pues los de Mursi, el Neo Wafd, los nasseristas y los progresistas unionistas fueron incapaces de articular un frente común. También ignoraron el llamamiento al boicot de la primera vuelta lanzado por Baradei, haciendo de la ANC papel mojado. La actitud positiva de los islamistas antes de la primera vuelta, cuando ya resultaba claro que las manipulaciones iban a ser masivas, resultó más extraña porque previamente, en junio, habían puesto el grito en el cielo por el resultado de la elección del Consejo de la Shura, que les privó de toda representación en la Cámara alta.

Aunque no armonizaban su estrategia electoral, el grupo de Mursi y Baradei si estaban de acuerdo en un punto fundamental: preferían evitar la confrontación directa con el poder para forzar los cambios democráticos. Esta estrategia legalista y acomodaticia fue radicalmente impugnada por la juventud, que el 25 de enero de 2011 prendió la llama de un levantamiento popular devenido verdadera revolución de masas con una meta rupturista: acabar con la larga autocracia de Mubarak y liquidar el régimen del PND.

Ni Mursi ni sus colegas de la dirigencia de la Hermandad jugaron un papel digno de reseñar en la llamada Revolución de Tahrir. En los primeros días de la protesta, el 28 de enero, él y otros 34 altos responsables de la cofradía fueron detenidos y confinados en la prisión de Wadi El Natrun, al noroeste de El Cairo. Dos días después los policías que los custodiaban abandonaron sus puestos y unos civiles residentes en la zona les pusieron en libertad. Según parece, el régimen amenazó a la Hermandad con meter entre rejas al murshid Badie si se alineaba claramente con el Movimiento de la Juventud 6 de Abril, portaestandarte de la revuelta, aunque muchos miles de seguidores y afiliados no dudaron en unirse a las multitudinarias manifestaciones convocadas por las fuerzas laicas.

Tras la renuncia forzada de Mubarak el 11 de febrero y la asunción de los poderes ejecutivo y legislativo por una junta militar de facto, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA), a la cabeza del cual se situó el ministro de Defensa y mariscal Mohammed Hussein Tantawi, la Hermandad adoptó un tono más reivindicativo y, poco más o menos, se erigió en guardián de los objetivos de una revolución popular que no había hecho. Las presiones de los islamistas, esta vez echados a la calle de manera oficial compartiendo las demandas de los jóvenes revolucionarios, resultaron decisivas para la caída del Gobierno del PND y el primer ministro Ahmad Shafiq, al que sustituyó el Gabinete técnico de transición de Essam Sharaf, un independiente totalmente favorable al cambio de régimen y bien visto por los Hermanos.


3. Cooperación constitucional con la junta militar, creación del PLJ y triunfo en las elecciones legislativas

A continuación, la Hermandad dio un voto de confianza a las promesas democráticas de las Fuerzas Armadas, teóricas garantes de la transición pacífica, aunque los soldados no iban a tardar en volver sus armas contra los congregados en la plaza Tahrir, con el resultado de varios muertos. Así, aceptó sentarse en el comité de reforma constitucional creado por la junta y, a contracorriente de las fuerzas opositoras laicas (incluido Baradei) pero al igual que el viejo oficialismo en torno al ahora moribundo PND, pidió el en el referéndum del 19 de marzo que validó las enmiendas elaboradas por el panel de juristas nombrado por los militares y que iban a componer la Constitución provisional reducida (63 artículos) para regir el país hasta la celebración de elecciones generales en los próximos meses.

Los cambios, centrados en la democratización de la elección presidencial, satisfacían a los islamistas de Mursi, que no veían a Egipto, sumido en la incertidumbre y la tensión, preparado para soportar una transición larga con un proceso constituyente sin atajos. El posicionamiento encerraba sin embargo un cálculo interesado: a los Hermanos les convenían unas elecciones legislativas tempranas, este mismo año, pues ellos eran con diferencia la organización política más organizada y mejor enraizada en la sociedad egipcia, que contaba desde ya con un electorado nutrido y disciplinado. Quien ganara las elecciones legislativas pasaría a controlar la elaboración de la Constitución permanente.

Los Hermanos no tenían que transformarse en un partido, estructura formal a la que este antiguo movimiento político, religioso y social trascendía ampliamente; les bastaba con dotarse de uno y luego colocarlo en su órbita tras una fachada de independencia nominal. El 30 de abril de 2011, al amparo de la liberalización por el CSFA de la norma que regulaba la formación de partidos políticos, la Hermandad lanzó el Partido de la Libertad y la Justicia (PLJ). Mursi fue nombrado presidente de la formación por la Oficina de Orientación de la Hermandad, de la cual dejó de ser miembro. Otros dos integrantes de la cúpula islamista, Essam El Erian y Saad El Katatny, le flanquearon como vicepresidente y secretario general, respectivamente.

El PLJ fue presentado por sus artífices como una agrupación no sectaria abierta a todo egipcio –incluidos los cristianos coptos, ahora mismo objeto de sangrientas agresiones por extremistas de las corrientes islamistas salafistas, próximos rivales electorales de los Hermanos- que aceptara los términos de su programa, el cual no era de tipo "religioso", sino "civil con un referente islámico". El referente confesional era en todo caso bastante intenso, a la luz del manifiesto de principios y objetivos. Así, el PLJ hacía hincapié en la supremacía de la ley islámica, en cuyas bondades y ventajas confiaba "la mayoría del pueblo egipcio". La Sharía misma contenía el respeto a las creencias y costumbres de los adeptos de otras religiones monoteístas, en especial "nuestros hermanos cristianos", así que su aplicación en todos los ámbitos legales era perfectamente compatible con el marco constitucional de derechos y libertades.

El partido consideraba imprescindibles las menciones en la futura Carta Magna (ya recogidas en su artículo 2 por la derogada Constitución de 1971 y también por la Constitución provisional recientemente promulgada por el CSFA) del Islam como la religión oficial del Estado, del árabe como su lengua oficial y de la Sharía como la principal fuente de legislación. Mientras que la Sharía prevalecía en la elaboración y el cumplimiento de la ley, por otro lado "el pueblo" era la "fuente del poder", así que la primera debía aplicarse en consonancia con "la mayoría parlamentaria".

La formación de Mursi se declaraba portadora del "espíritu de la Revolución del 25 de enero hecha por el gran pueblo egipcio y vigilada por el valiente Ejército egipcio"; por lo tanto, asumía los objetivos políticos de la separación efectiva de poderes, la garantía del pluralismo y la diversidad, el respeto a los Derechos Humanos, la soberanía y la unidad nacionales, la naturaleza civil del Estado (que no sería ni "militar" ni "teocrático") y la justicia social. Si la Sharía era coherente con un marco de libertades fundamentales, la Shura (la consulta de los musulmanes que busca el consenso) era otro principio islámico equiparable a "democracia." En cuanto a la economía, los islamistas no cuestionaban el modelo de libre mercado, pero Egipto sí debía avanzar hacia un "desarrollo económico integrador, sostenible y equilibrado".

Además, el PLJ aseguró que no pensaba presentar candidato a las elecciones presidenciales, para las que, sin embargo, no consideraba "apropiadas" las postulaciones de mujeres y coptos; estos colectivos, en cambio, sí podían tener representantes en el Consejo de Ministros.

(Epígrafe en elaboración)


4. Las elecciones presidenciales de 2012: candidato alternativo de la Hermandad y forcejeos con el Ejército

(Epígrafe en previsión)

(Cobertura informativa hasta 1/6/2011)

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