"RD Congo: Goma cae en manos del M23", Kris Berwouts

RD Congo: Goma cae en manos del M23
Kris Berwouts
25/11/12

El jueves 15 de noviembre, el  “M23” - movimiento rebelde creado a principios de este año - lanzó un gran ataque contra la ciudad de Goma, que, después de un viernes más tranquilo, culminó en un fin de semana muy estresante. La pregunta en la noche del domingo era: ¿ toman o no Goma?. El lunes lo hicieron. Estos son algunos pensamientos recopilados a lo largo de la semana pasada, que culminó con la caída de la ciudad.

Nacimiento y crecimiento del M23

El M23 fue fundada cuando una parte de la dirección del CNDP volvió al maquis después de que el gobierno de Congo intentase detener a su comandante Bosco Ntaganda. Desde hace muchos años pendía una orden de la Corte Penal Internacional contra Bosco y después de las elecciones de 2011 hubo una gran presión sobre Kabila para entregarlo como un signo de buena voluntad.

Kinshasa quería sacar provecho de esta detención para reemplazar a Bosco con un comandante más leal, desmantelando así (al menos parcialmente) el "ejército dentro del ejército que era el CNDP desde que fue integrado a las FARDC en 2009.

A pesar de esta integración, el CNDP ha mantenido su cadena paralela de mando. Formalmente estaban con el gobierno, pero ni el gobierno ni el mando del ejército controlaban realmente al antiguo movimiento rebelde.

La salida de escena de Bosco fue visto como un nuevo comienzo. Kinshasa buscó en los círculos de notables de los tutsis congoleños un nuevo líder que tuviera la confianza de los dirigentes del CNDP y estuviera más cerca del gobierno. Esto habría sido un paso importante hacia la integración real.

Al mismo tiempo, se rompió un gran tabú del CNDP - a finales de abril, se envíó fuera de Kivu al primer contingente de soldados del CNDP. Durante tres años, el CNDP se había negado a actuar fuera de su propio territorio, por miedo de que sus tropas se dispersaran en el país. Estos dos acontecimientos fueron el comienzo real del M23.

Han pasado muchas cosas desde entonces, pero tres elementos son esenciales para la comprensión del desarrollo del movimiento.

En primer lugar está la evidencia, proporcionada por el Panel de Expertos, del apoyo dado por Uganda y, en un grado mucho mayor, por Ruanda al M23. Este apoyo ha sido político, técnico - por ejemplo, ofreciendo facilidades para la comunicación de los líderes del movimiento - y, lo más importante, militar: el reclutamiento, la capacitación y la entrega de armas, incluso apoyo militar directo, del ejército ruandés para determinadas operaciones.

En segundo lugar, el M23 no ha recibido mucho apoyo en el este del Congo. Su capacidad para movilizar y reclutar gente ha permanecido bajo en general - considerablemente menor incluso que en los días de la rebelión de movimientos anteriores que tenían sus raíces en las comunidades ruando parlantes en el Congo. No sólo logró movilizar a una gran parte de las comunidades tutsi y hutu, sino a otros muchos también.

No ha sido el caso esta vez. Muy pocos hutus se han unido al M23 y un segmento importante de los tutsis también se ha negado a subir a bordo. Los banyamulenge (tutsis de Kivu del Sur) se distanciaron del M23 desde el principio, y sigue siendo el caso hasta hoy.

En tercer lugar, la movilización de la fuerza militar del M23 fue disminuida por la rápida acción de la comunidad internacional, que reaccionó con mayor agilidad y tenacidad que de costumbre. Cuando se hizo evidente que Ruanda estaba apoyando activamente al M23, fue duramente criticada por algunos de sus socios más fieles. Washington, Londres, La Haya, Berlín y Estocolmo amenazaron de inmediato con a cortar o suspender su ayuda bilateral.

Estas medidas claramente golpearon a Ruanda donde mas le duele y también tuvo un efecto disuasivo importante en el mismo Congo (individuos y grupos lo pensaron dos veces antes de unirse al M23) y en Uganda, que mantuvo un perfil más bajo y actuó con mayor discreción de Ruanda en su apoyo a los rebeldes.

El ataque a Goma

Al principio nadie creía realmente que se trataba de una rebelión que quería empezar una guerra. Muchos, incluyéndome a mí, pensamos que la razón primera y única de la existencia del  M23 era obtener, a través de negociaciones, mejores posiciones dentro del ejército y el gobierno.

El jueves 15 de noviembre, el M23 lanzó un gran ataque, primero en Kibumba y después en Goma. Fue una gran ofensiva, más allá de su propia capacidad militar. Muy pronto recibimos la confirmación, a través de fuentes independientes, del apoyo masivo e incluso la participación directa del ejército ruandés en la operación. Lo que siguió fueron bits confusos y a menudo contradictorios de información.

El primer análisis, del propio M23, fue que no tenía intención de tomar Goma. Nkunda y el CNDP habían alcanzado el borde de la ciudad en 2008, pero bajo la presión de la diplomacia internacional y Kagame no habían tomado la ciudad.

Parecía el escenario más probable, una vez más. El M23 ya había experimentado durante varios meses difíciles y poner una presión extrema en Goma parecía la mejor manera de forzar las negociaciones desde una posición de fuerza relativa.

Tomar la ciudad no parecía una opción viable. Tal acto tendría consecuencias muy importantes y el riesgo de violencia y masacres en los alrededores de la ciudad sería muy alto. Tomando Goma cambiaría por completo el panorama del conflicto, con graves consecuencias para el Congo.

El hecho de que el gobierno no haya podido retomar el control del grupo armado ha acelerado el proceso de desintegración dentro del ejército y ha tenido una influencia muy negativa sobre las relaciones entre los grupos étnicos en el este del Congo. La caída de Goma podría retrasar el proceso de paz muchos años.

El domingo 18 de noviembre se hizo evidente que Goma no resistiría el ataque. Miles de personas huyeron de la ciudad y de los campamentos de refugiados circundantes. El ejército y las autoridades políticas también se fueron. Pero en la tarde del domingo, como en 2008, los rebeldes se detuvieron a unos kilómetros de la ciudad.

MONUSCO llevado a cabo negociaciones con los dirigentes del M23. Pidieron negociaciones inmediatas y directas con el gobierno, que comenzaron el mismo domingo en Kampala. El gobernador de Kivu del Norte volvió a la ciudad, la MONESCU y la policía congoleña mantienen el orden. Parecía que lo peor había sido evitado.

La caída de Goma

A primera hora de la tarde del lunes, me llegaban dos mensajes al mismo tiempo. El M23 comunicaba que las negociaciones en Kampala habían fracasado debido a que el gobierno no quiere que tuviesen éxito.

En el mismo momento, recibí un SMS de un amigo en Goma que afirmaba que había comenzado un fuerte tiroteo, probablemente unos pocos kilómetros al norte de la ciudad. Fue el comienzo de otra cascada de mensajes e informaciones, sin confirmar, confusos y a veces contradictorios.

Armamento pesado alrededor del aeropuerto - ¿había atacado el M23? Disparos de armas ligeras en rápido movimiento al norte - ¿contraataque del ejército regular? Granadas en ciertos barrios de Goma - ¿lanzadas desde la ciudad fronteriza ruandesa de Gisenyi?

Por lo menos una bomba fue lanzada desde territorio congoleño. Mucha gente salió a la carrera, pero la mayoría se refugiaron temblando bajo la mesa de la cocina. Los guardias republicanos impedían que la gente en las calles robase dinero y relojes. Tropas ruandesas informaron haber cruzado la frontera. Enfrentamientos directos entre los ejércitos congoleño y ruandés. Y sigue, y sigue.

Cuando conseguí más tarde línea telefónica fue imposible verificar o comprobar los mensajes. Apagué mi teléfono móvil, después de recibir el mensaje: "angoleños y tropas de Zimbabwe en el terreno, listos para unirse a la lucha mañana por la mañana", que pensé una tontería absoluta. Pero, en cualquier caso, los acontecimientos en torno a Goma parecía que iban a convertirse en la peor crisis desde 1998. En la mañana del martes la ciudad cayó finalmente.

El lunes por la mañana todo el mundo había creído que íbamos en línea recta hacia otra "solución negociada" impracticable. Esta, eufemísticamente, se define como un “acuerdo de paz”, lo que daría (a través de otra formula vacía de poder compartido) un poco de tiempo y, probablemente, un alto el fuego.

Pero este alto el fuego no contendría los elementos que podrían conducir a una estabilidad sostenible o a una construcción política viable, capaz de crear confianza y una agenda común entre los grupos, partidos y las comunidades involucradas. No fue así. Veinticuatro horas más tarde, pudimos observar la quiebra de un mal negociado y peor acompañado proceso de paz.

Un legado de fracaso

Hay que reconocer que, hasta ahora, todo el dinero y el trabajo invertido en la seguridad y la democracia en el Congo se ha traducido en un impacto sostenible muy limitada. Ingenuamente creían que habían contribuido a la reconstrucción del Estado congoleño, pero ni dos elecciones (2006 y 2011) ni años de reformas del ejército han permitido que resurja de sus cenizas.

Occidente es muy ambiguo sobre la democracia. Por un lado, ha habido unas elecciones muy importantes, pero por otro no se ha ido muy lejos en la crítica de la forma antidemocrática en que se organizaron.

La "comunidad internacional" ha invertido en el ejército, pero después de todos estos años, las FARDC siguen siendo ante todo una parte del problema, más que parte de la solución. Los programas y políticas destinadas a reforzar la democracia y la seguridad han sido diseñados e implementados en oficinas lejos de las complejas realidades sobre el terreno, por personas con conocimientos muy limitado de ellos.

Una parte importante de esas políticas se basaron en un análisis bastante superficial de los problemas de la región. Hemos impuesto al Congo un paquete estándar de medidas post- conflictos y sus derivados, sin tener en cuenta el hecho de que el conflicto en el África central nunca ha realmente terminado. Tras guerras crueles y terribles, los acuerdos de paz han resultado impracticables, y ahora estamos cosechando lo que sembramos.

A los ojos de la población congoleña, Occidente ha perdido toda su credibilidad. A pesar de la defensa de boquilla de la democracia, la gente no ha visto un compromiso real.

Los grandes retos no se abordaron: el mal gobierno y la pobreza endémica, la cuestión de la tierra sigue siendo una bomba de tiempo, el Estado congoleño sigue siendo muy frágil y no puede reconstruir los instrumentos necesarios para garantizar el estado de derecho. Esto no cambiará mientras que el apoyo se limite a la dimensión técnica de estos problemas.

Si de verdad queremos ser leales a la población congoleña, tenemos que entender que necesitan seguridad y democracia. Esto sólo puede lograrse mediante un diálogo abierto con los dirigentes congoleños, que nos permita definir con ellos una hoja de ruta clara que mida el progreso. También tienen gran necesidad de una mejor comprensión de cómo deben coordinarse e interactuar los niveles locales, provinciales y nacionales del gobierno.

 

Además de todo esto está el contexto regional. Ya he mencionado que Ruanda apoya al M23 de muchas maneras. Lo hemos sospechado desde el principio y sabemos que es verdad desde junio, cuando el Grupo de Expertos de las Naciones Unidas publicó su informe provisional. Ruanda ha hecho muy pocos esfuerzos para ocultarlo, aunque lo niegue.

Si Ruanda se sale con la suya tendremos que aceptar que las futuras generaciones de congoleños queden atrapados en un círculo vicioso de guerras terribles y acuerdos de paz inútiles.

 

Kris Berwouts, cooperante, ha trabajado durante los últimos 25 años para una serie de ONGs belgas e internacionales como especialista en la construcción de la paz, la reconciliación, la seguridad y los procesos democráticos. Hasta hace poco era el director de EurAc, la red de ONG europeas que trabajan en el África central.

Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster