"La qualitat dels professors determina la dels estudiants", Eric Hanushek

Eric Hanushek, pionero de la economía de la educación; catedrático en Stanford.

Tengo la edad de mis doctorandos: me mantienen joven. Soy estadounidense: tenemos la mejor universidad del mundo, porque en ella compiten alumnos y profesores, pero una educación secundaria mediocre, porque en ella sólo se cumple. Colaboro con la Fundación BBVA.

Los Nobel Lucas y Heckman demostraron que el dinero del contribuyente invertido en educación se le devuelve multiplicado en crecimiento...
Le voy a corregir.

Para eso estamos.
En realidad, no es que un gobierno invierta más en educación y así tenga mejores alumnos y luego trabajadores más productivos...

Eso dijo Heckman aquí en La Contra.
... sino que, si usted mejora el rendimiento -sobre todo en matemáticas, lectura y escritura- de los estudiantes de su país, aumentará su crecimiento económico. Y también -lo hemos demostrado- su salario al emplearse.

Es un matiz importante.
Crucial, porque permite que usted recorte inversión en educación y, al mismo tiempo, mejore el rendimiento de sus estudiantes.

¿Cómo?
Si usted recorta mal, por ejemplo, echando a todos los interinos recién llegados sin distinciones o rebajando sin más el número de profesores de los centros...

Es lo más cómodo.
... pues degrada la educación. Pero si usted se molesta en evaluar a los profesores y se libra de los peores -los echa- y en su lugar contrata a los mejores interinos...

Eso es mucho más complicado.
Pero mejoraría la calidad de la enseñanza y el crecimiento de un país, al tiempo que ahorraba en el presupuesto. La calidad de los profesores marca la diferencia en la calidad de los estudiantes: lo hemos comprobado.

¿Y qué opinan los sindicatos?
Los de los países como Finlandia, que obtiene los mejores resultados en educación, están implicados en velar por esa calidad y la evaluación continua del profesorado.

¿Los profesores se resisten al examen?
En EE.UU. sí. Y por eso nuestra enseñanza primaria y media es francamente mejorable, pero, en cambio, la universidad americana es una de las mayores industrias del país y tiene los mejores centros del mundo.

¿Por qué?
Porque las universidades de EE.UU. compiten por los mejores alumnos y los mejores alumnos compiten por las mejores universidades. En enseñanza primaria y secundaria, en cambio, no hay ninguna competencia.

También tendrán buenos profesores.
Cuando me reúno con los sindicatos sólo hablan de salarios, horarios, contratos... No suelen preocuparse de la calidad de su enseñanza, pero quieren que los llamen profesionales. Un profesional es ante todo alguien que se declara primer responsable de los resultados de su ejercicio. Usted, si no tiene lectores, es un mal profesional.

En Finlandia la enseñanza es pública: no compiten continuamente.
En Finlandia es muy difícil hacerse con una plaza de profesor, profesión de enorme prestigio. Y por eso para acceder a una existe una enorme -ahí la tiene- competencia. Y además hay movilidad laboral.

¿En qué sentido?
En Chicago, quien se hace profesor lo más probable estadísticamente es que se jubile de profesor. Pero si los profesores son considerados buenos profesionales por todos, son docentes sólo mientras sientan la vocación, y cuando no la sientan tendrán ofertas y posibilidades de dedicarse a otras cosas.

No sé si el mercado aquí es tan flexible.
Eso es algo que España tiene que solucionar ya. Su universidad no conecta con las empresas. Parece que eduque estudiantes para sí misma. Y la primera misión de la universidad es servir a la sociedad, y la primera necesidad de la sociedad es crear prosperidad y empresas y empleo y riqueza.

¿Cómo lograrlo?
En la universidad hay que tener a los mejores profesores y alumnos; los peores, que hagan otras cosas. Hay que ser lo bastante abierto y flexible para que cada uno encuentre su sitio y haga lo que más le gusta hacer.

Ni Jobs ni Gates acabaron sus estudios.
Porque ya habían conseguido crear empresas antes de acabarlos. Entraron en la universidad -Gates en Harvard- y antes de titularse ya eran más útiles a la sociedad como empresarios innovadores que como estudiantes. Y tenían claras las prioridades.

El título aquí está devaluado.
Introduzcan competencia en todos los niveles de alumnos y profesores y verán mejorar los resultados. Sean proactivos sin miedo a ser evaluados ni al fracaso. En Stanford repetimos que es el principio del éxito. Por eso, cuando acaban, si no saben qué hacer crean una empresa. Y si fracasan, crean otra o la transforman, y así hasta que aciertan.

¿Y la cooperación?
También se fomenta cuando fomentas la competencia. Existe en los mejores centros asiáticos, y esa calidad de la enseñanza es la explicación demostrable de que Asia haya crecido enormemente -¡fíjese en Corea!- y de que hoy rete a Occidente. Los asiáticos tuvieron buenos profesores, luego buenos estudiantes y hoy grandes profesionales.

¿La educación mejora si dura más?
Analice África o Sudamérica: en todos los países las leyes marcan ocho, seis..., muchos años de escuela obligatoria...

¿No era eso lo fundamental?
No se trata de permanecer más años en la escuela, sino de aprender más. Allí hay demasiados colegios en los que unos pasan el rato simulando que enseñan a otros que simulan que estudian. Asia, en cambio, en los años cincuenta era un continente famélico, se tomó la educación en serio... Y ya ve.

"Si evalúa a sus estudiantes hoy, sabrá su cifra de paro de mañana", sentencia Eric Hanushek. Si tiene razón, podríamos deducir que hemos educado con poca eficiencia a quienes han sido estudiantes españoles -y catalanes- en los últimos años, ya que hoy la mitad son jóvenes desempleados. Pero nuestros ingenieros, arquitectos y médicos, entre otros profesionales, encuentran buenos empleos en otros países, así que nuestro sistema no debe de haber sido tan malo como reflejan esas cifras. Además, tenemos desempleados, pero no parados, porque la mayoría no deja de formarse y esforzarse. Y en este país hay trabajo; lo que no hay es empleo. Pero la culpa no es de los jóvenes.

16-X-12, Lluís Amiguet, lacontra/lavanguardia