el regreso de Ayn Rand

En España Ayn Rand, creadora de la doctrina ultraindividualista y ultraracionalista del objetivismo, es una desconocida fuera de círculos reducidos. Sus ideas son en Europa una anomalía, en los márgenes del debate público.

En Estados Unidos, en cambio, es un fenómeno de masas. Tres décadas después de morir, más de medio siglo después de haber publicado sus obras más destacadas, Rand es una superventas. En los últimos años, varios sondeos entre los lectores norteamericanos han situado La rebelión de Atlas (Atlas shrugged, en inglés), su obra de referencia, como la novela más importante del siglo XX, recuerda Anne C. Heller, una de sus biógrafas recientes.

Rand, tradicionalmente una lectura de adolescentes y universitarios (algo así como una mezcla de En la carretera para derechistas
y El señor de los anillos ideológico), nunca ha pasado de moda. Su defensa ferviente del capitalismo frente al colectivismo sintoniza con valores esenciales de este país. Pero desde que en el 2008 el demócrata Barack Obama ganó las elecciones que le llevaron a la Casa Blanca, y coincidiendo con el ascenso del movimiento populista Tea Party, la fiebre se ha intensificado. En este periodo, se han vendido más de 1,5 millones de ejemplares de La rebelión de Atlas, explica Yaron Brook, el presidente del Instituto Ayn Rand, a un ritmo de cerca de 400.000 anuales, el doble que antes de llegar Obama al poder.

“La mayoría de americanos se ha dado cuenta de que la crisis se debe a una excesiva regulación estatal, a demasiado control de la economía por parte del estado, a demasiada intervención –dice Brook–. Y ha prestado atención a una persona que alertó de los peligros del Estado: Ayn Rand”.

Pese a que sus novelas no figuran en los cánones literarios y en los departamentos de filosofía de las universidades apenas se la tiene en cuenta, pocos pensadores han influido tanto en EE.UU. La radicalidad de sus ideas no ha sido obstáculo para que se infiltren en la cúpula del poder. Alan Greenspan, el legendario expresidente de la Reserva Federal, perteneció a su círculo de discípulos en Nueva York. Y ahora Rand irrumpe en la campaña para las elecciones presidenciales de noviembre.

Las inclinaciones randianas del congresista Paul Ryan, nombrado la semana pasada candidato del Partido Republicano a la vicepresidencia, han vuelto a poner los focos en Rand. “Yo crecí leyendo a Ayn Rand, y me enseñó bastante sobre quién soy y cuál es mi sistema de valores, y cuáles son mis creencias”, dijo Ryan en el 2005, en un discurso ante la Sociedad Atlas, formada por seguidores de Rand. Tanto le influyó que a sus colaboradores y becarios en el Capitolio les obliga a leer La rebelión de Atlas . “El motivo por el que decidí dedicarme al servicio público, si tuviese que reconocérselo a un pensador, sería a Ayn Rand. Y la lucha en la que estamos ahora, no nos confundamos, es la lucha entre el individualismo y el colectivismo”, dijo.

Cuando la derecha dice que Obama es “socialista”, habla –aunque sea sin saberlo– con el vocabulario de Rand. Cuando defiende el derecho del rico a pagar el mínimo de impuestos y arremete contra las políticas redistributivas, el eco randiano es ineludible. Ayn Rand veía un mundo dividido entre “productores”, de un lado, y “gorrones”, “saqueadores” y “parásitos”, del otro.

Y, sin embargo, Ayn Rand era más compleja de lo que algunos de sus seguidores parecen creer. El propio Ryan se ha distanciado de algunos aspectos de su filosofía. Porque el individualismo de Rand, la doctrina basada en el interés propio, el egoísmo, el materialismo y el rechazo a la intervención estatal, no sólo se aplicaban a la economía.

Ayn Rand era partidaria del aborto. También se opuso a la guerra de Vietnam: el reclutamiento obligatorio era otra intromisión del sector público. Y detestaba la religión, que veía como una mal equiparable al socialismo, o peor. Su fundamentalismo ateo choca con el cristianismo de muchos de sus actuales adoradores en EE.UU.

“Esta gente tiene suerte de que ya no esté viva”, dice Anne C. Heller, autora de Ayn Rand and the world she made (Ayn Rand y el mundo que creó), una de las dos biografías de Rand publicadas en el 2009. “No le gustaba que la despedazasen”. Ayn Rand consideraba su sistema filosófico como un todo y no concebía que se pudiese asumir sólo la parte económica y renunciar al resto. “Su filosofía, su visión del mundo, su ideología se basa en la razón, no en la fe. Lo dijo una y otra vez”, añade. Y señala que la autora de La rebelión de Atlas y El manantial “veía el comunismo y el cristianismo tradicional como dos caras de la misma moneda”.

“Ella cree que lo que dice sobre el libre mercado, en última instancia, depende de lo que ella dice sobre la epistemología, sobre la cuestión de la razón frente a la fe –añade Brook, del Instituto Ayn Rand–. Dijo que abogaba por el libre mercado y el capitalismo porque abogaba por el interés propio racional, porque abogaba por la razón. Su filosofía era un todo y ella quería que se entendiese como un todo. Pero el hecho es que no es así cómo las ideas penetran en una cultura. Ayn Rand tendrá influencia en la cultura de una manera progresiva, y ahora la influencia es en gran parte en el libre mercado y del capitalismo”.

Cuando murió en 1982, el pope conservador, William Buckley, escribió: “Ayn Rand ha muerto. Por cierto, la filosofía que intentó impulsar también ha muerto; de hecho nació muerta”. Treinta años después, sus ideas –o una parte de sus ideas– se encuentran a un paso de la Casa Blanca.

19-VIII-12, Marc Bassets, lavanguardia