"Un condominio yihadista en el norte de Mali: ¿cómo ha surgido?, ¿se consolidará?", Fernando Reinares

Un condominio yihadista en el norte de Mali: ¿cómo ha surgido?, ¿se consolidará?

Fernando Reinares
ARI 52/2012 - 17/07/2012, realinstitutoelcano

Tema: Ansar al Din, bajo la influencia de al-Qaeda en el Magreb Islámico y ambas en coordinación con el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO), ejercen control social sobre Tombuctú, Gao y Kidal y otras poblaciones en la misma zona del Sahel, situación que de consolidarse evolucionaría hacia un foco múltiple de amenaza terrorista para África septentrional y Europa occidental, incluida España.

Resumen: Nada menos que tres organizaciones armadas se encuentran implicadas, pese a las diferencias que tienen entre sí y a su tamaño relativamente reducido, en la formación de un verdadero condominio yihadista en el norte de Mali. Se trata de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), Ansar al Din (AD) y el Movimiento por la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO). Tanto la desintegración del régimen de Muamar el Gadafi en Libia como el reciente golpe de Estado militar en Mali proporcionaron a los yihadistas la oportunidad que, facilitada asimismo por los errores en la estrategia del Movimiento Nacional de Liberación de Azawad, les ha permitido someter a la población de Tombuctú, Gao, Kidal y otras localidades de la zona. Aunque semejante condominio yihadista afronta importantes dificultades socioculturales para su consolidación en un entorno de gran precariedad económica, las soluciones negociadas son improbables y una intervención militar no estaría exenta de resultados impredecibles, incluido el de producir un nuevo efecto de llamada internacional a la yihad. Pero cuanto más se prolongue la situación actual, será menos reversible y más graves las implicaciones que para África septentrional y Europa occidental tendría ese territorio del Sahel como renovado foco múltiple de amenaza terrorista.

Análisis: Una joven pareja fue públicamente azotada el 18 de junio en Tombuctú, donde él y ella residían juntos. Un cadi o juez tradicional los había condenado a recibir 100 latigazos por tener un hijo en común sin estar casados. Menos de dos semanas después se inició una campaña sistemática de demolición de mausoleos en la también llamada Ciudad de los 333 Santos, donde desde abril habían sido destruidos diversos monumentos y símbolos muy apreciados por sus habitantes, en su gran mayoría musulmanes. No en vano, esas construcciones y obras formaban parte de un conjunto arquitectónico considerado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad desde 1988. Ese mismo mes de junio se supo que varios miles de niños han abandonado, a instancias de sus padres, escuelas sitas en las propia Tombuctú y en Gao, debido a la aplicación forzosa de un plan de adoctrinamiento extraño al programa educativo hasta hace poco existente, que impide a los maestros enseñar filosofía o biología y separa a los alumnos según el sexo.

En esas dos ciudades situadas junto al río Níger, al igual que en Kidal, algo más al noroeste, actúa ya una suerte de policía religiosa que incomoda cuando no detiene a residentes acusados de no respetar la ley islámica. En la localidad de Bourem se abrieron tres prisiones con este fin: una para hombres adultos, otra para mujeres asimismo adultas y una tercera para niños. Los lugares de culto de las comunidades cristianas en la zona han sido derribados. Entre tanto, los habitantes del norte de Mali sufren variadas formas de extorsión económica apelando a dicha religión. El 22 de junio, un portavoz de los que allí están extendiendo estas prácticas declaró al servicio de noticias y análisis de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, respecto a todos esos y otros muchos acontecimientos similares, que “la sharía tiene que ser impuesta tanto si quiere la gente como si no. No estamos pidiendo la opinión de nadie. No somos demócratas. Somos siervos de Alá, que demanda sharía”. Pero, ¿en nombre de quiénes habla?, ¿quiénes están introduciendo coactivamente, en aquella zona del Sahel, usos y patrones de conducta ajenos al modo tradicional en que sus habitantes entienden el orden social o el hecho religioso?

Un condominio yihadista en Azawad
Se trata de individuos que, como el referido portavoz, pertenecen sobre todo a Ansar al Din (AD), una organización de la que existe constancia a primeros de 2012, por lo que cabe pensar que se articuló como tal en la segunda mitad de 2011. Está compuesta principal pero no exclusivamente por miembros de etnia tuareg y origen maliense, según distintas fuentes entre 500 y 1.000 a inicios de aquel año, radicalizados en la doctrina del salafismo yihadista a la cual se encuentran adheridos sus promotores -en particular su líder fundacional, Iyad Ag Ghali, antiguo dirigente de movimientos tuareg rebeldes sin orientación islamista- a partir de influencias y conexiones surasiáticas a la vez que magrebíes. Por una parte, de predicadores paquistaníes adheridos a la corriente Tabligh, presentes en el norte de Mali desde al menos el final de la década de los 90. Por otra, de la propaganda diseminada más recientemente por la extensión norteafricana de al-Qaeda. En Mali los tuareg son aproximadamente medio millón de personas, lo que equivale a algo menos del 4% de la población total del país, pero suponen gran parte del total de la población tuareg en la región.

AD no es pues solo una entidad salafista, sino que ha derivado abiertamente hacia el yihadismo y se encuentra estrechamente relacionada con la aludida extensión territorial de al-Qaeda, es decir, al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), como quedó de manifiesto en abril, cuando ambas intervinieron en la toma de Tombuctú. Una declaración de su portavoz, Sanda Ould Bouamama, fechada en esa misma ciudad el 7 de junio y publicada en el foro Ansar al Mujahideen, se inicia con una frase que deja poco lugar a dudas: “para Ansar al Din la yihad es el medio de establecer la religión”. Y añade: “Ansar al Din busca unificar a todos los hijos de la umma islámica, árabes y no árabes, negros y blancos, especialmente sobre la tierra de Azawad”. En un mensaje grabado en vídeo y emitido a inicios de julio a través de otro conocido foro yihadista y recogido en jihadology.net, su líder, Iyad Ag Ghali – que, por cierto, en 2007 asumió un puesto diplomático en el consulado maliense de Yeda, Arabia Saudí, para el que fue designado por el gobierno de Bamako, aunque ya entonces mantenía fuertes vínculos con fundamentalistas islámicos–, posa frente a la bandera del Estado Islámico de Irak, constituido por al-Qaeda en Mesopotamia, cuyo estandarte se ha convertido desde el pasado año en el emblema de referencia para todos los yihadistas norteafricanos.

El norte de Mali es además parte de la demarcación geográfica, bastante más amplia, en que se desenvuelve desde hace años la propia AQMI. Formada como tal en septiembre de 2006, tras un acuerdo de fusión al que llegaron los dirigentes de al-Qaeda asentados en las zonas tribales al noroeste de Pakistán y el directorio del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) que, pese a su origen argelino, había para entonces transnacionalizado en buena medida sus actividades operativas y de proselitismo, incluso al norte de Mali desde 2003. Fue en enero de 2007 cuando adoptó su actual denominación y a partir de entonces puso de manifiesto una serie de alteraciones significativas en las modalidades y los procedimientos de sus actuaciones como organización terrorista, entre las que destaca la introducción de los atentados suicidas. Además de su base tradicional dentro de Argelia, cuenta con presencia activa en otros países de la región y con una productora propia de propaganda, denominada al-Andalus.

Tanto las crecientes dificultades para actuar en el interior de Argelia –no en vano la frecuencia e intensidad de sus atentados suicidas se había reducido extraordinariamente entre 2007 y 2010– como la decisión de extenderse a otros países hizo que los líderes de AQMI optaran por descentralizar la organización y establecer una zona operativa hacia el sur, hacia Mali, beneficiándose para ello de la naturaleza desértica del terreno, de la porosidad de las fronteras interestatales y de la falta de una respuesta efectiva por parte de las autoridades malienses. Allí han venido disponiendo de infraestructuras móviles para el entrenamiento de militantes propios o de yihadistas de origen magrebí no encuadrados. Así, en el espacio occidental de la franja saheliana es donde, a lo largo del último quinquenio, desarrollan sus actividades los integrantes de algunas katibat o unidades operativas de AQMI, en especial las que están al mando de Abu Zeid y Mokthar Belmokhtar, a menudo distanciadas entre sí en el pasado y relacionadas de distinto modo con el máximo dirigente de la organización, al igual que los integrados en otras células de la misma.

En los últimos meses, Abu Zeid ha sido visto en Tombuctú junto a Oumar Ould Hamaha, adjunto de Mokhtar Belmokhtar. Este último confirmó igualmente, mediante un comunicado emitido el 30 de junio, la presencia de AQMI en Gao. Dos días antes, Abu Zeid se había reunido en Tombuctú con Iyad Ag Ghali, el líder de AD, quien se habría desplazado al encuentro desde su localidad, Kidal, donde asimismo se constataba la implantación de miembros de AQMI. No era el primer encuentro entre líderes territoriales de AQMI e Iyad Ag Ghali, de los que hay constancia desde al menos mediados de abril. En cualquier caso, es manifiesta la influencia inmediata y directa que sobre AD ejerce AQMI. El emir o máximo dirigente de esta última, Abdelmalek Droukdel, emitió un comunicado público, cuya grabación en audio fue difundida por Sahara Media el 21 de mayo, en el cual divulgaba consejos prácticos que AD debía seguir, una vez adquirido el control sobre importantes áreas del norte de Mali, para imponer de manera progresiva su interpretación fundamentalista de la sharía. Es muy revelador que, en ese mismo comunicado, el líder de AQMI deja claro que a esta organización corresponde “cualquier actividad relacionada con la yihad internacional”, es decir que estipula su papel como gestor de las relaciones entre los yihadistas activos en el norte de Mali y otras entidades inmersas en la urdimbre del yihadismo global.

Es muy verosímil que esta relación haya supuesto apoyo económico, dadas las cuantiosas sumas de dinero que AQMI ha acumulado en los últimos años gracias al rescate de occidentales secuestrados en su ámbito de influencia y al peaje impuesto a narcotraficantes que lo atraviesan, lo que le permite contribuir a financiar otras entidades del yihadismo global. Aunque los yihadistas activos en el norte de Mali están extorsionando a la población y han introducido tasas como –según comunicación personal con Juan José Tarrés, responsable de logística de Acción contra el Hambre en esa zona– por ejemplo, un peaje de 50.000 francos a los vehículos con cargamentos remitidos por organizaciones humanitarias que quieran adentrarse en aquel territorio. Además, el líder de AD venía obteniendo importantes comisiones por su intervención en tratativas para la liberación de rehenes europeos secuestrados por AQMI. En el norte de Mali, alguna fuente de relevancia, como Sadou Diallo, un político local independiente que fue elegido alcalde de Gao en las elecciones de 2009, sostiene que Catar está proporcionando ayuda económica a los islamistas radicales que imponen coactivamente sus designios en ese territorio.

Pero, además de AQMI y AD, en el condominio yihadista del norte de Mali se encuentra el denominado Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO), una escisión de la propia AQMI que en la actualidad estaría compuesta por entre 300 y 500 integrantes aproximadamente, a cuyo concurso se atribuye la toma de Gao por militantes yihadistas hacia finales de marzo o inicios de abril de 2012 y el control efectivo de dicha localidad desde finales de junio. El MUYAO surgió tras una ruptura motivada inicialmente por rivalidades entre dirigentes locales de la extensión norteafricana de al-Qaeda y el núcleo central de liderazgo, aunque pudo haber sido facilitada desde fuera de la organización, así como por la intención de extender su concepción belicosa de la yihad al oeste del Continente. Ambas organizaciones continúan compartiendo una misma ideología y mantienen un acuerdo para coordinar sus actividades, de modo que el MUYAO está actuando en la práctica como una entidad autónoma pero más bien subsidiaria de AQMI.

El MUYAO es la organización a que se atribuye precisamente el secuestro de dos cooperantes españoles ocurrido en Tinduf en octubre de 2011. Su último atentado hasta la fecha, mediante un terrorista suicida, se produjo en la localidad argelina de Ouargla el pasado 29 de junio. Existe igualmente la fundada sospecha de que en el norte de Mali hay individuos relacionados con la organización Boko Haram, conocida por sus numerosos atentados, algunos de ellos suicidas, contra blancos cristianos y gubernamentales en Nigeria. Asimismo, hay razones para pensar que miembros de dicha secta terrorista intentaron preparar y ejecutar atentados en Bamako a finales de mayo o inicios de junio, coincidiendo con el curso de los acontecimientos en Tombuctú, Kidal y Gao. Nada de ello es inverosímil, teniendo en cuenta las ya conocidas conexiones entre AQMI y Boko Haram.

¿Cómo ha surgido? ¿Se consolidará?
Explicar la formación de un condominio yihadista en el norte de Mali obliga a tomar en consideración las precondiciones y los precipitantes que han facilitado la acción colectiva de los yihadistas cuya presencia organizada en la zona es anterior a la estructura de oportunidades propiciada por la incidencia combinada de aquellos factores. Más allá de la orografía de aquel territorio, de los muy bajos niveles de desarrollo humano que caracterizan a su realidad socioeconómica –incluso inferiores a los del conjunto del país– y de la débil autoridad estatal que existía sobre el mismo, el ulterior deterioro y la disolución de esta última destacan entre las precondiciones que han favorecido el surgimiento de un condominio yihadista. Ello se ha debido, en primer lugar, a los efectos de la guerra civil desatada en Libia en 2011. La desintegración del régimen de Muamar el Gadafi tuvo, entre otras consecuencias desestabilizadoras para la región, dos especialmente relevantes para lo ocurrido en el norte de Mali.

Por una parte, el limitado control de las fronteras sur y suroeste de Libia, indeterminadas y franqueables en la práctica como otras de la franja saheliana establecidas durante el período de la descolonización, se agravó, haciendo aún más fácil el tránsito para traficantes de las armas procedentes del saqueo de los arsenales libios y para elementos terroristas, en particular relacionados con AQMI, que han accedido a una porción de esas armas, misiles incluidos. Por otra parte, algunos miles de oficiales y soldados de la dictadura libia con origen tuareg, que mantenían hacia Gadafi una lealtad basada en la conveniencia de los mercenarios, optaron tras su derrocamiento por incorporarse y renovar, con la experticia profesional y los medios a su disposición, a la recurrente rebelión tuareg, cuya última expresión data de 2009. Aprovechando el caos, se trasladaron al norte de Mali a través de Argelia y Níger, cuyas respectivas fuerzas de seguridad interceptaron convoyes en los que transportaban importantes cantidades de material bélico procedente de los expoliados arsenales libios. Al ubicarse en el norte de Mali, donde la presión militar era mucho menor que en esos otros dos países, se movilizaron en el marco de un heterogéneo Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MLNA) de naturaleza secular, configurado hacia el verano de 2011, promoviendo así una agenda secesionista e incrementando la inestabilidad en la zona con la ofensiva que lanzaron en enero de 2012.

En segundo lugar, la situación en dicho territorio se deterioró todavía más cuando, ante los avances del MLNA y la incapacidad de las mal dotadas Fuerzas Armadas malienses para contenerlos, un golpe de Estado militar, el 22 de marzo, puso fin al deficitario régimen democrático en Mali, apartó del poder al presidente Amadou Toumani Touré y empeoró el estado de cosas en beneficio de los insurgentes separatistas. Los dirigentes del MLNA, es probable que sobrevalorando las capacidades del movimiento, declararon el 6 de abril la independencia de Azawad, sin reconocimientos internacionales. En la estrategia que adoptaron está, sin embargo, el precipitante que a la postre permitió un condominio yihadista en el norte de Mali. Convencidos de que beneficiaría su propósito secesionista, se aliaron con AD, desde enero en coordinación con AQMI y el MUYAO, en lugar de disputar a las tres el control de aquella zona, como parecían apuntar sus proclamas previas. Dicha alianza, que suscitó mucha inquietud en los países determinados a combatir el terrorismo global dentro y fuera de la región, culminó en un acuerdo para establecer un Estado independiente, con la sharía como fuente de la ley, suscrito en Gao el 26 de mayo.

Debido a la reacción contraria que ese documento suscitó entre líderes y miembros del MLNA fuera de la zona, así como entre la propia población que simpatizaba con los rebeldes secesionistas, estos declararon nulo dicho acuerdo pocos días después. Pero había sido el abrazo del oso. AD reiteró el 8 de junio su objetivo de implantar la sharía, de un modo estricto, en el norte de Mali, sobre buena parte de cuyo territorio la había proclamado en la práctica a inicios de abril. Un objetivo que ambicionaban también AQMI y MUYAO. En definitiva, fue AQMI la que impuso su designio y algo más, pues se estima que, entre enero y abril de 2012, los actos de violencia contra civiles en el norte de Mali llevados a cabo por esa extensión territorial de al-Qaeda duplicaron con creces a los de Ansar al Din y el MUYAO juntos, tal y como revela la contabilidad publicada en el Conflict Trends nº 2 del Armed Conflict Location and Event Dataset, aparecido en mayo de 2012. Después de romperse el acuerdo de Gao empezaron a registrarse violentos enfrentamientos entre independentistas tuareg y yihadistas, que han forzado a los primeros a retirarse de sus posiciones y afianzado el control que los segundos ejercen en el norte de Mali.

¿Se consolidará el condominio yihadista surgido en el norte de Mali? Hay circunstancias que dificultan esa consolidación. En principio, las bases de apoyo popular con que cuentan los yihadistas en Tombuctú, Kidal, Gao y otras localidades de la zona son limitadas, aunque recientemente se hayan observado expresiones de respaldo a los islamistas radicales en algunos segmentos de la población de esas tres ciudades, acaso debidas a incentivos económicos ofrecidos selectivamente a cambio del reclutamiento, a que afloran las iniciativas de conexión con las poblaciones locales que AQMI empezó a poner en práctica hace ya años y a que perciben la opción multiétnica de AD como preferible a la del MLNA. Pero su conducta, al igual que la de AD y el MUYAO, ha provocado revulsión en sectores más amplios de la población. Desde el mes de abril se han producido graves encontronazos entre militantes de AD y manifestantes locales que protestan por la imposición de pautas religiosas de conducta que no se adecuan al modo abierto y tolerante en que la población del norte de Mali entiende tradicionalmente el islam.

Incluso las principales autoridades religiosas locales han hecho pública su oposición a la implantación de la sharía que pretenden AQMI, AD y el MUYAO, así como al llamamiento a la yihad en el norte de Mali hecho por Iyad Ag Ghaly. Así se lo hicieron saber a este último cerca de un centenar de clérigos musulmanes reunidos entre el 18 y el 20 de junio en Kidal. Tres días después, un portavoz de AD calificó a estos clérigos de “parásitos” y comentó sobre su posicionamiento: “no nos preocupa”. Más aún, el líder de AD, Iyad ag Ghali, afirmó el 16 de junio que “cualquiera que no luche bajo nuestro estandarte es nuestro enemigo y será combatido. Quien esté por un Estado secular será nuestro enemigo y combatido por todos los medios”. Así, los yihadistas han reprimido aquellas expresiones de descontento, llegando a abrir fuego contra manifestantes en la calle. Mokthar Belmokhtar, uno de los notorios líderes de AQMI en la zona, emitió el 30 de junio un comunicado, mediante la Agence Nouakchott d’Information (ANI), en el que justificaba el uso de la fuerza por parte de Ansar al Din y de sus propios subordinados. Pese a la impopularidad de los yihadistas, a medida que pasa el tiempo y crece el coste del disentimiento, la espiral del miedo inherente a cualquier estrategia terrorista de control social hará más mella entre la población.

De aquí que la debacle del MLNA –cuyos líderes parecen divididos sobre si renunciar o no a sus aspiraciones secesionistas–, la impotencia de los habitantes del norte de Mali que no desean vivir bajo un condominio yihadista –lo que permite en buena medida entender por qué, de acuerdo con la estimación hecha por Amnistía Internacional en mayo, cerca de 320.000 personas han abandonado la zona desde inicios de año, incluyendo las desplazadas dentro del propio país y las refugiadas en los limítrofes, agravando la crisis humanitaria derivada de la sequía y la hambruna que afectan a millones de malienses–, a menos que se movilicen milicias locales de distintas colectividades étnicas capaces de oponerse a los islamistas radicales, el desdibujado comportamiento de las autoridades malienses de transición y la escasa ductilidad a negociar mostrada en otros escenarios de conflicto armado por actores colectivos relacionados entre sí y semejantes a los que cooperan en el control de Azawad, dificulten imaginar una solución como la pretendida por Blaise Caompaoré, el presidente de Burkina Faso. Una solución que revierta el estado de cosas, ponga fin al control social que ejercen actualmente los yihadistas y permita a Bamako recuperar la soberanía territorial sobre el norte de Mali sin algún tipo de intervención militar.

Aún así, sería una intervención de extraordinaria complejidad y de resultados altamente impredecibles, cuyo eventual fracaso supondría un éxito yihadista de repercusión global. Además, no podría esperarse únicamente de las Fuerzas Armadas malienses, cuyo regimiento de élite fue desmantelado por los golpistas tras no alinearse con ellos. Debería implicar tanto a la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) como la Unión Africana (UA), además de contar, preferiblemente, con la aprobación de Naciones Unidas. La presencia de soldados occidentales sobre el terreno sería desaconsejable aunque la provisión de inteligencia, en especial mediante vigilancia aérea, podría resultar decisiva. Cualquier iniciativa adoptada requeriría del parecer de las autoridades de Argelia, en apariencia renuentes y relativamente satisfechas hasta ahora con haber debilitado las capacidades de AQMI para actuar a partir de la Kabylia y con que haya sido confinada en buena medida fuera de las fronteras de su propio país –para disgusto de las de Mali–, pero afrontado serios desafíos internos a su estabilidad política. Al margen de la región, otros países, especialmente Francia y EEUU, tienen razones para pronunciarse sobre el tema con argumentos a seguir muy atentamente.

Conclusiones: En modo alguno va a ser fácil que las autoridades interinas de Bamako recuperen su soberanía sobre el norte de Mali, pese a que los yihadistas se encuentran en un entorno sociocultural que en principio no les resultaba permisivo y ante el desafío, para el que es posible no estén adecuadamente preparados, de administrar ese vasto espacio público de condiciones económicas tan sumamente precarias como las que existen en la zona. Un arreglo negociado parece, tal y como están las cosas, muy poco probable. Una intervención militar podría, si se lleva a cabo de manera deficiente, tener repercusiones nacionales, regionales y globales que beneficien a los actores colectivos implicados en el condominio yihadista de Azawad. Un efecto de llamada internacional a la yihad, semejante a los ocurridos en Afganistán, Irak, Somalia o más recientemente Siria, complicaría mucho el escenario de conflicto. Además, AQMI ya ha amenazado, mediante el ya aludido mensaje difundido el 30 de junio, a cualesquiera países colaboren en una intervención militar de esas características. El día anterior, 29 de junio, había hecho lo mismo su organización afilada, el MUYAO. Ello eleva el riesgo de que esas organizaciones perpetren atentados en el territorio de los países que se adhieran a una eventual coalición o le proporcionen asistencia.

Sin embargo, cuanto más se prolongue en el tiempo la situación actual menos reversible será. Con la posibilidad de que el norte de Mali se transforme en foco de una actividad terrorista que se proyecte como factor de inestabilidad no sólo hacia el sur del mismo país sino hacia otros de la región y, en previsible conexión con Boko Haram e incluso con al-Shabab, aunque esta última no atraviese por su mejor momento en Somalia, más allá de ese entorno inmediato. No debe ser ignorado que los yihadistas se han hecho con una cantidad muy notable de lanzagranadas y lanzamisiles portátiles, entre otras armas y explosivos procedentes del saqueado arsenal libio. La eventual consolidación de un condominio yihadista en el que confluyan tres o cuatro entidades con variable pero común trayectoria terrorista contra blancos occidentales en general y europeos en particular supone un riesgo ineludible para algunos países de la UE. Incluyendo a España, no sólo por su proximidad geográfica, sino porque tanto AQMI desde su constitución, como más recientemente MUYAO e incluso AD, en este último caso el pasado mes de mayo, han dado muestras de considerar a nuestros ciudadanos e intereses blanco de su violencia terrorista.

Fernando Reinares
Investigador principal de Terrorismo Internacional, Real Instituto Elcano.