retalls de premsa

> en ordre cronològic invers <

A lo largo de la última década, China ha resuelto los litigios relativos a su frontera terrestre con todos y cada uno de sus vecinos, que son muchos. Con todos, menos, con uno: India –y su protectorado butanés–. La china en el zapato de Pekín se llama Tíbet. Concretamente, Tíbet del Sur (en la nomenclatura china) o Arunachal Pradesh, según Nueva Delhi. Un cajón de sastre de ojos rasgados en el que habitan decenas de tribus animistas, budistas de lengua y etnia tibetana, y algunos nagas cristianos. Excepto a estos últimos, Pekín los considera chinos. Singularmente, el gobernador de Arunachal, nada menos que un exjefe del ejército indio, opinaba ayer que la disputa fronteriza no se resolverá sin cesiones territoriales mutuas.

India ve con preocupación como China, gracias a sus obras de infraestructura, puede desplazar a la línea de control, en un mes, un número de fuerzas mucho mayor y mejor armadas. De ahí también el interés en recurrir a la disuasión no convencional. India ya es el primer importador mundial de armamento. Le siguen China, Pakistán y Corea del Sur, por lo que ya se habla de escalada militar en Asia.

20- IV-12, J.J. Baños, lavanguardia