Entre República Checa y Alemania ya no se trafica con cerveza ni con bebidas alcohólicas, sino con cristal speed. Y para la policía el trabajo se complica debido a las diferencias entre las leyes de los dos países. Extractos.

Si se le pide un gramo, rápidamente propone cinco. Cinco gramos de "cristal" por 200 euros. El joven asiático, quizás de 16 años, con gorra de béisbol, tiene un puesto repleto de vaqueros y de camisetas en Cheb, en Bohemia Occidental. "¿Alemán, verdad? Sígueme, tengo mucho más".

En un gigantesco aparcamiento junto a un centro comercial se encuentra uno de estos llamados "mercados vietnamitas" que proliferan en la frontera checa y donde se encuentran prendas de vestir, zapatos y tabaco. Pero este mediodía, los puestos alineados en varios cientos de metros están desiertos. Los vendedores están de brazos cruzados. Claramente las falsificaciones de los productos de marca interesan mucho menos a la clientela. En cambio, no deja de aumentar la demanda de una cierta sustancia ilegal en Alemania.

En Cheb resulta un juego de niños comprar una de las drogas más duras. Al pronunciar la palabra mágica, "pico", la pequeña bolsa de cristales cambia de propietario. Estamos tan sólo a unos minutos de la frontera alemana y desde 2007, ya no existen barreras.

La droga de los soldados de la Wehrmacht

No obstante, sigue habiendo controles, aunque no sean visibles. En la niebla que ha envuelto la Alta Franconia, un vehículo de reparto verde y blanco espera en el arcén. Al volante se encuentra Matthias Dürr, responsable de la aduana local. Cuando aparece un coche negro procedente de República Checa, Matthias Dürr pisa el acelerador y le sigue.

Unas horas antes, los agentes aduaneros se habían incautado de cuatro gramos de cristal que llevaba un joven. Estas acciones constituyen ahora su pan de cada día.

En los últimos años, el consumo de cristal ha registrado un rápido aumento en Alemania y se supone que llega en gran parte de República Checa. Cristal speed, meth, pico, pervitin, o a veces "Hitler speed", pues los soldados de la Wehrmacht la utilizaban para drogarse: son algunos de los numerosos nombres por los que se conoce esta droga en todo el mundo. El recrudecimiento en el consumo de cristal es consecuencia fundamentalmente de la liberalización de la legislación checa sobre los estupefacientes en 2010. Desde ese año, la posesión de hasta dos gramos de cristal tan sólo constituye un delito menor. En los Länder de Baviera y Sajonia, los investigadores encuentran cantidades de droga cada vez mayores.

Legislaciones distintas facilitan el tráfico

En la parte alemana de la frontera, los agentes aduaneros y la policía tienen autorización para realizar controles sin sospechas legítimas en un tramo de 30 kilómetros. En caso de tener sospechas justificadas, se puede exigir un cacheo, aunque debe realizarlo un médico.

Debido a que el cristal plantea cada vez más problemas en la Alta Franconia y en el Alto Palatinado, el ministro alemán de Interior, Hans-Peter Friedrich, se reunió con el ministro de Interior checo, Jan Kubice, en Hof (Baviera), para firmar un acuerdo de cooperación sobre la gestión de la frontera, la policía y la aduana, con el fin de luchar contra la delincuencia en la zona fronteriza. Aunque los policías alemanes y checos forman patrullas conjuntas, sus respectivas competencias se acaban en la frontera. Y las legislaciones de los dos países son tan distintas que sin duda habrá que esperar mucho tiempo para ver los primeros efectos.

Sin contar con el hecho de que la policía y los agentes aduaneros registran cada vez más delitos graves. La gente ya no pasa la frontera para comprar estupefacientes para su consumo personal, sino para traficar. Un gramo de cristal comprado a entre 30 y 40 euros se puede vender a unos 100 euros en Núremberg y por mucho más en el interior del país.

En la zona fronteriza, siguen pasando vehículos por la carretera. Pero los contrabandistas utilizan cada vez más atajos.