Voinà, guerrilla artística contra Putin

Des de que fa un any col.locaren un falus de 65 metres d´alçada davant de l´edifici dels serveis secrets russos (FSB) a San Petersburg, als artistes del grup Voinà (guerra, en rus) no els queda més remei que amagar-se, perque la policia els va al darrere. El passat abril, el jurat del prestigiós premi Innovatsia reconegué la seva acció i concedí a aquests revolucionaris de l´art el premi al millor montatge d´art visual de l´any 2010. Cap dels components del grup acudí a una cerimònia que creà polémica i que podria haver acabat amb ells rere els barrots. "La policia em busca un´altra vegada. Però podré contestar les preguntes per correu", m´escrigué després del nostre primer contacte n´Oleg Vorótnikov, fundador del grup.



Desde 2007, Voiná ha revolucionado la forma de hacer oposición en Rusia con sus puestas en escena provocativas, insolentes y llenas de carga política, acciones callejeras que mezclan sexo, política y poder. "Lo más importante es crear obras maestras de un arte político innovador y actual", apunta el conocido pintor, filólogoyperiodista Alexéi Plúcer-Sarno, autor del Diccionario de palabrotas rusas, que hace de referencia y director artístico del grupo. Pero sus performances son pacíficas y siempre piensan en la seguridad, dicen. "Lo más importante es retirarse de la acción sin peligro, que los polis no puedan atrapar a nadie", explica Natalia Sókol, esposa de Vorótnikov. Ambos pusieron en marcha el grupo cuando estudiaban Filosofía en la Universidad Estatal de Moscú.



En cuatro años de existencia "sólo una vez han atrapado a un activista durante una acción. En la performance Una polla, prisionera del FSB detuvieron a Leonid Nikoláyev. Entonces retuvimos la información y las fotos de la acción dos días hasta que los polis decidieron que los autores eran jóvenes grafiteros y soltaron a Leonid. Después publiqué lo sucedido en mi blog y los polis comenzaron a buscarnos", explica Plúcer-Sarno.



El 14 de junio de 2010, aniversario del nacimiento del Che Guevara, Voiná pintó un falo de 65 metros de alto y 21 de ancho en el puente levadizo Liteiny de San Petersburgo. Cuando el puente se levantó, a launa de la madrugada, el falo quedó frente a las oficinas del FSB (heredero del KGB). Meses después, en septiembre, el grupo dio la vuelta a dos coches en los que habían colocado símbolos de la policía rusa durante una acción llamada Golpe palaciego.



Y en noviembre Vorótnikov y Nikoláyev fueron detenidos y acusados de gamberrismo con motivos políticos, por lo que podrían ser condenados a entre uno y dos años de cárcel. Pero entonces su guerra ya era bastante conocida fuera de Rusia. El artista del grafiti británico Banksy vino en ayuda de Voiná y pagó la fianza para que obtuvieran la libertad condicional. "Su ayuda vino en el momento más necesario y crítico. Nos sacó de la cárcel. El dinero sobrante lo enviamos para ayudar a presos políticos, como Taisiya Osípova (esposa de un dirigente de Otra Rusia), que se pudre hace seis meses en una cárcel de Smolensk".



¿Pero puede el arte ocupar el lugar de la política en Rusia? "El arte no puede dirigir un país. Pero en un pueblo con total ausencia de debate político, nuestro arte callejero es la única manifestación honrada y sincera, una manifestación inconformista e independiente que atrae a la gente por su honestidad, heroicidad, valentía y falta de objetivos comerciales", responde Plúcer-Sarno.

¿Y por qué atrae a las autoridades, sabiendo que os dará más publicidad? Natalia Sókol: "El poder se ha vuelto totalmente loco, reacciona ferozmente a cualquier manifestación heterodoxa. Toda la fuerza de la policía se usa para eliminar los derechos humanos y las libertades". Sókol asegura que son revolucionarios del arte. A Plúcer-Sarno no le gusta la palabra disidente. Y lo explica: "No se nos puede llamar disidentes.



El movimiento disidente fue un fenómeno histórico concreto, personificado por la figura de Sajarov. Podemos decir que en el trabajo del grupo fuera del marco del arte hay elementos de la acción de los defensores de los derechos humanos y de los disidentes. Pero eso forma parte del compromiso social de los activistas fuera de los límites de nuestra actividad artística".



Pero sobre todo rechazan el término terroristas del arte.Asegura Natalia Sókol que "en cuatro años de trabajo no ha sufrido daños ni una sola persona. Al contrario, luchamos por la libertad y los derechos del hombre. Incluso las propiedades del Estado reciben un daño mínimo". En el puente Liteiny se utilizó pintura en el asfalto. Y en la noche del 6 al 7 de noviembre de 2008, aniversario de la Revolución de Octubre, Voiná proyectó con un haz de luz una calavera sobre la fachada de la Casa Blanca, sede del gobierno ruso. "Es el actual poder ruso el que utiliza el terror contra su propio pueblo, y nosotros nos oponemos a eso".



Los problemas legales a los que se enfrentan varios miembros del grupo han fortalecido más sus convicciones, aseguran. "Ahora no tenemos miedo de nada", dice Leonid Nikoláyev. Cuando les pregunto si la situación no les llevará a dejar Rusia, Sókol afirma que "hay que seguir la guerra contra un régimen criminal, que está a punto de diñarla". Nikoláyev exclama: "Que se vayan los polis corruptos si no les gusta nuestro arte. Precisamente para ellos no hay lugar en Rusia".

 

Voiná se ha apuntado una victoria "contra el sistema" al recibir el premio Innovatsia, dice Plúcer-Sarno. "Los expertos del jurado no se dejaron vencer por las presiones del Ministerio de Cultura y del Centro Estatal de Arte Moderno, que han perdido esta guerra de forma vergonzosa". Voiná ha donado los 10.000 euros del premio a la organización de derechos humanos Ágora. Mientras, siguen en la clandestinidad, viviendo en casa de amigos y cambiando mucho de piso.

26-VI-11, G. Aragonés, lavanguardia