dossier transcendental 20è Congrès del PCXinès

E L  Grand Continent  D E L  D O M I N G O
 S 0 4 · E 8 5, 15-X-22

U N O  /  T R E S

El acontecimiento político más importante del año tiene lugar este fin de semana. Y ya sabemos cómo va a terminar. 

“El Kremlin”, “la Casa Blanca” y “el Elíseo” se han convertido en metonimias transparentes del poder. No se puede decir lo mismo de Zhongnanhai, el parque situado al oeste de la Ciudad Prohibida que alberga la sede del gobierno central de la República Popular China y del Partido Comunista Chino. La escasa presencia de este nombre muestra el escaso interés de las opiniones europeas por lo que está en juego en la China contemporánea para orientarse en nuestro tiempo. Digámoslo simplemente: los congresos de los partidos políticos españoles o franceses tienen poca importancia en comparación con el congreso del Partido Comunista Chino.  De hecho, el 20° congreso se celebra este domingo. Es una oportunidad para comprender el equilibrio de poder en el corazón del Estado chino.

En Políticas del interregno, el primer volumen en papel -en francés- de nuestra revista, Nathan Sperber publicó un artículo clave titulado "El Estado del Partido". Con este juego de palabras, quiso plasmar la centralidad del PCC en el aparato estatal chino. Este es el resultado de la evolución contemporánea de un modelo leninista que no tiene paralelo en Europa desde la caída de la Unión Soviética. Como resultado, varias ramas clave del aparato estatal chino están duplicadas por las organizaciones del PCC. Y aunque éste tiene 600.000 empleados, es muy eficaz en la gestión de un Estado colosal que emplea a casi 80 millones de personas.  Por eso, en China, "el Partido manda, el Estado obedece". Y la verdad de esta máxima no ha hecho más que reforzarse desde que Xi Jinping se convirtió en Secretario General del PCC en el 18° Congreso, hace diez años.

Dada la importancia del Partido en la dirección del país, no es de extrañar que su reorganización quinquenal deje poco al azar. A la República Popular China le apetece tanto menos un interregno caótico cuanto que la situación no lo permite: en el plano interno, la política de cero-covid, que debilita el tejido económico, es cada vez más impopular; en el plano externo, la invasión rusa de Ucrania ha agudizado las tensiones internacionales, incluso cuando la rivalidad sino-estadounidense lleva una década creciendo. Por eso Pierre Sel puede escribir que "durante un Congreso no pasa nada: las decisiones se han tomado de antemano". Cuando los 2.296 delegados del Partido se reúnen en Pekín, los hombres fuertes del régimen -Xi el primero- ya se han repartido los puestos de los órganos clave del Partido: el Comité Central, de 205 miembros (más 172 diputados); el Buró Político, de 25 miembros; y el Comité Permanente del Politburó, que reúne a las siete personalidades que dirigen China. 

Pero si todo está decidido de antemano, ¿qué sentido tiene el Congreso y por qué debería interesarnos? Es durante esta muy seria reunión cuando se anuncian estos nombramientos al resto del mundo, y con ellos las relaciones de poder internas dentro de la enorme organización que representa el PCC. En cuanto a la ocultación de la compleja mecánica de la toma de decisiones, ésta participa precisamente en la autoridad de sus dirigentes. En 2017, por ejemplo, Xi Jinping había marcado claramente algunas de sus ambiciones: su facción se había reforzado tanto en el Comité Central como en el Politburó; su contribución teórica -"El pensamiento de Xi Jinping, el socialismo con características chinas para una nueva era"- también se había añadido a la Carta del Partido, un honor que hasta entonces sólo se había reservado a dos de sus predecesores, Mao Zedong y Deng Xiaoping; y, por último, no había promovido a un sucesor, como se había hecho en su caso diez años antes. Estas decisiones allanaron el camino para una resolución anunciada unos meses después: el fin del límite de dos mandatos para el Presidente de la República Popular China. Aunque esencialmente simbólico, dado que Xi Jinping deriva su poder de su posición como Secretario General del Partido, este cambio fue una señal de su deseo de establecer su poder a largo plazo.

¿Debemos esperar otras sorpresas durante este 20º Congreso? Si el triunfo del actual Secretario General parece asegurado, aún podría reforzar su control sobre el Partido. Pierre Sel explica cómo, refiriéndose a la posible "sorpresa del jefe": la recreación del cargo de "Presidente del Partido". Creado para Mao Zedong en 1945, fue ocupado después por Hua Guofeng y Hu Yaobang antes de ser abolido en 1982 para asegurar la preeminencia del Secretario General, Deng Xiaoping. Aunque es poco probable hoy en día, esta hipótesis le permitiría remodelar el Partido de forma aún más profunda. También ampliaría la "canonización" de su pensamiento durante el último congreso. 

En resumen, este domingo no habrá interregno, sino más bien algo parecido a una coronación. Roja, por supuesto. 

— El Estado del Partido (en francés)
— 5 puntos sobre el 20° Congreso del Partido Comunista Chino

D O S  /  T R E S

Un análisis detallado del congreso del PCC capta el estado del Partido en un momento dado. Aunque puede dar alguna indicación de las maniobras futuras, como ocurrió en 2017, no es el lugar para anticipar las principales direcciones de la política china en la próxima década. Para ello, es necesario pasar por una verdadera clarificación doctrinal para entender la imaginación y la visión que motivan las acciones de los líderes chinos y, en particular, de Xi Jinping. En la actualidad, este necesario trabajo de lectura sólo se realiza en contadas ocasiones fuera de China. 

Desde un punto de vista histórico, es sorprendente constatar que a la fascinación suscitada por el Pequeño Libro Rojo en Occidente le ha seguido una forma de desinterés por el pensamiento político chino: es como si los sucesores de Mao Zedong hubieran dejado de referirse a un corpus doctrinal coherente. Aunque a veces se menciona el "socialismo con características chinas para una nueva era" de Xi Jinping, muy pocas veces se ha leído y, por tanto, se ha tomado en serio. Además, el público occidental parece asumir a menudo que una sociedad autoritaria como la china no puede producir ningún pensamiento político que merezca la pena analizar: la omnipotencia del Partido y de su brazo armado, el Estado, ahogaría cualquier forma de innovación. Esto es una miopía. Son muchos los pensadores e investigadores chinos que elaboran conceptos para proporcionar categorías analíticas y de lectura que permitan explicar la situación de China en el mundo, y su futuro. El hecho de que este campo intelectual tenga muy poca autonomía del poder político hace que su estudio sea aún más necesario, ya que estas obras conforman las "doctrinas de la China de Xi Jinping". Así es como el Grand Continent tituló una serie lanzada hace unos meses. La revista publica semanalmente largos textos escritos por las principales figuras intelectuales de la China contemporánea. Traducidos por primera vez, son comentados y criticados por el sinólogo David Ownby, editor de Reading the China Dream, que aporta una visión fundamental de un contexto y unas representaciones a veces oscuras para un lector poco familiarizado con el panorama intelectual chino -y sus vínculos con el poder político-. 

Sería un reto absurdo presentar todos los textos ya publicados en una sola carta. En su lugar, hemos elegido tres, escritos por dos autores fundamentales para el desarrollo doctrinal del poder chino bajo Xi Jinping. 

Wang Huning suele ser considerado el intelectual más influyente de la China contemporánea. Comenzó su carrera como profesor en la Universidad de Fudan, en Shangai, y poco a poco fue adquiriendo importancia dentro del Partido, trabajando para el Comité Central del PCC bajo tres líderes sucesivos: Jiang Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping. Desde la llegada al poder de Xi Jinping, ha reforzado aún más su posición como quinto miembro del Comité Permanente del Politburó, compuesto por siete miembros, y jefe del Secretariado Central, lo que le convierte en el adjunto directo de Xi Jinping para la gestión diaria del Partido. La mayoría de sus escritos datan de finales de los años 1990, cuando su país se estaba transformando por su integración en la economía global. Visitó Estados Unidos en 1988 y escribió un cuaderno de viaje, America against America, publicado en 1991, en el que se mostraba a la vez fascinado y crítico con el modelo estadounidense, que, según él, se debatía entre sus tendencias unitarias e individualistas. En particular, trazó un camino a seguir para los países que quisieran desafiar la hegemonía económica estadounidense: el colectivismo capitalista, inspirado en el modelo japonés. En este periodo crucial para China, se erigió así como uno de los principales pensadores de una forma de neo-autoritarismo que implicaría la renovación del Partido, única condición para que éste pudiera ejercer su poder indefinidamente.

En este texto, publicado en 1988, reflexiona sobre la tensión existente entre un proceso de modernización que describía como el "principal proyecto socialista", la reforma ideológica del Partido, y la resistencia que podía emanar de las comunidades que conformaban la China de entonces. Hostil a la idea de la modernización mediante la democratización del país, propuso en su lugar el desarrollo de una nueva "cultura política". Mientras que las culturas políticas tradicional (o clásica), moderna y marxista-socialista no habían logrado erradicar las estructuras sociales y culturales que las precedían. En otras palabras, "la cultura política china tenía un triple sistema de valores, y el sistema de valores de la estructura más reciente rechaza los otros dos". Para acabar con la inestabilidad que impide la formación de un Estado estable, aboga por el establecimiento de un proceso de creación de valores fundamentales, al tiempo que subraya que China, a pesar de su reciente modernización, conserva rasgos fijos "desde la antigüedad". Correspondía a un Estado fuerte y autoritario establecer los valores que debían imponerse a la sociedad china y, finalmente, dotarla de una cultura política que permitiera establecer un gobierno moderno de forma sostenible. 

¿Debemos considerar este texto como una de las fuentes del proyecto político y social de Xi Jinping? Su cercanía a Wang Huning podría argumentar en esta dirección. Sin embargo, hay que tener cuidado de no ser anacrónico. Publicado en 1988, en un momento en que la China contemporánea experimentaba una profunda transformación, este texto es también un valioso documento sobre los debates que suscita la cuestión de la modernización en el seno de las élites políticas e intelectuales chinas. De la pluma de uno de los hombres más poderosos de la China de 2022 surge un proyecto que ya articula la posibilidad de una sociedad económicamente próspera que rechazaría por completo la dimensión política de la modernidad occidental, es decir, la democracia. Por el contrario, lo que Wang Huning defendía era una sociedad totalmente "construida" (por tomar un concepto de Friedrich Hayek) y homogeneizada en torno a un conjunto de valores desarrollados por un Estado autoritario. 

Para Wang Huning y Xi Jinping, la cultura política es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de los individuos. 

— La estructura cambiante de la cultura política china según Wang Huning
Doctrinas de la China de Xi Jinping


T R E S / T R E S

En el caleidoscopio de las doctrinas de la China de Xi Jinping, Jiang Shigong (nacido en 1967) es también una figura clave. Profesor de Derecho en la Universidad de Pekín e importante portavoz de la "Nueva Izquierda" china, es uno de los principales promotores del poder absoluto del Estado chino y uno de los principales defensores de las políticas de Xi Jinping. En el ámbito intelectual chino, es uno de los "perros guardianes" del régimen contra otras figuras consideradas demasiado críticas, y ésta es una de las razones por las que hay que leerlo. Como señala David Ownby, "es poco probable que los argumentos de Jiang convenzan a mucha gente fuera de China", pero hay que comprenderlos para entender las justificaciones teóricas y retóricas del régimen actual, especialmente en política internacional. 

S I  L E S  G U S T A  L A 
E P Í S T O L A ,  H A G A N
U N A  D O N A C I Ó N

A Q U I

                                

En un primer texto, se muestra convencido de que se está gestando un imperio mundial dominado por China. Este marco analítico le lleva a considerar el periodo de formación de los Estados-nación como un paréntesis, o incluso una distracción, que habría cegado a la mayoría de los dirigentes chinos de la permanencia de la lógica imperial. A escala regional, los imperios siempre han sido un factor de estructuración. Pero lo que le interesa especialmente es lo que denomina "imperio global", concepto que le lleva a una lectura maximalista del fenómeno imperial: en esta apreciación, el imperio no conocería realmente las fronteras y no reconocería, de hecho, ninguna otra soberanía que la suya. Simplemente, sus atributos habrían mutado y sería la ley, el control de los mercados y las políticas monetarias lo que permitiría a un Estado imponerse como sede del imperio mundial. Además, el primer "modelo de imperio mundial" fue "configurado por la civilización cristiana occidental". Pero atrapado en la trampa de sus contradicciones culturales y políticas, reflejadas en la creciente confusión de los pueblos occidentales, este imperio 1.0 estaría fracasando. A China le corresponde aprovechar esto para imponer un imperio 2.0, que sin embargo sólo será posible observando los aciertos y errores de su predecesor occidental. 

Aunque la lectura de Jiang Shigong es a veces difícil, ya que sus razonamientos parecen muy repetitivos, es necesario enfrentarse a un pensamiento que, a su manera, no deja de dialogar con ciertas corrientes del pensamiento occidental contemporáneo. Convencido de que el nuevo imperio mundial llevará a China a ejercer una forma de mandato sobre territorios y culturas extrachinas, "la reconstrucción de la civilización china y la reconstrucción del orden mundial" requiere una comprensión de Occidente. Así, en un alegato a favor de la "nueva gran lucha" que, según él, caracterizará la "década crítica" entre Estados Unidos y China, moviliza a Fareed Zakaria y, sobre todo, a Samuel Huntington, a quien, según David Ownby, muchos intelectuales chinos contemporáneos adoran mucho más que a Mao o a Xi. Para Jiang, Estados Unidos se ha dado cuenta de que China tiene el potencial de convertirse en el corazón y el arquitecto del nuevo imperio global, y por ello está pasando de tratarla como un socio menor a verla como un adversario. Pero, según él, algunas de las élites intelectuales chinas siguen sin entender este cambio de rumbo de Estados Unidos y prefieren seguir abrazando una determinada versión de la visión del mundo estadounidense. Invocando la imaginación huntingtoniana, insta a esta parte de la élite china a comprender que la "era postestadounidense" allanará el camino de los conflictos civilizatorios. A China le corresponde, pues, proponer un modelo suficientemente deseable -lo que él llama un "modo de vida estable y deseable", un modo de vida chino en definitiva- para atraer a otros actores geopolíticos hacia él. Sólo entonces podrá China "dar forma al mundo". 

¿El choque de civilizaciones en el corazón de Zhongnanhai? Se trata de un acercamiento inesperado. Este es el objetivo de las “Doctrinas de la China de Xi Jinping”: captar los marcos de un imaginario político y geopolítico que se ha vuelto irresponsable ignorar. Este 20º Congreso es una oportunidad para hacerlo. 

— Venga a conocer a nuestros equipos en el Salón de las revistas este fin de semana en París. 
El imperio y el orden mundial según Jiang Shigong
China/Estados Unidos: la década crítica y la nueva gran lucha