Duguin, Europa finlanditzada sota domini d’Euràsia liderada per Rússia

28-VIII-22, lavanguardia, Lluís Uría.

Probablemente nunca se sabrá a ciencia cierta quién ordenó el atentado que la noche del sábado 20 de agosto acabó con la vida de Daria Duguina, de 29 años, comentarista rusa de televisión de extrema derecha, en las afueras de Moscú. El Servicio Federal de Seguridad (FSB), antiguo KGB, identificó con inusitada celeridad a una presunta agente de los servicios secretos ucranianos, Natalya Vovk –huida aparentemente a Estonia–, como la persona que accionó a distancia el artefacto explosivo que hizo saltar por los aires el Toyota Land Cruiser que conducía la víctima.

Siete minutos para estar al día. Y todo el tiempo que quieras para saber más. No te pierdas Las claves del día en tu mail cada mañana

Moscow (Russian Federation), 23/08/2022.- Russian political philosopher Alexander Dugin, leader of the International Eurasian Movement, attends a mourning ceremony for his daughter, Russian journalist and political scientist Darya Dugina (Platonova), at the Ostankino Television Technical Center in Moscow, Russia, 23 August 2022. Dugina, 29, died on 20 August when the car she was driving blew up on a highway near Moscow. (Rusia, Moscú) EFE/EPA/MAXIM SHIPENKOV

Alexánder Duguin, junto a una foto de su hija, muerta en atentado, el día del funeral 

MAXIM SHIPENKOV / EFE

 

¿Se trata de un episodio colateral de la guerra de Ucrania? Puede ser. ¿Una guerra interna en las cloacas del régimen? Quién sabe. La historia reciente de Rusia está plagada de atentados cuyos autores materiales han sido detenidos, juzgados y condenados, pero cuya autoría intelectual nunca ha sido esclarecida.

En todo caso, quien decidió el atentado conocía perfectamente la identidad de su objetivo y su significado. No exactamente Daria Duguina, sino su padre, Alexánder Duguin, de 60 años, con quien compartía causa e ideario (ambos estaban en la lista de sancionados de la Unión Europea). Propietario del vehículo en cuyo interior presumiblemente debería haber estado esa noche, Duguin decidió en el último momento regresar en otro coche a Moscú tras participar con su hija en un festival nacionalista montado por organizaciones de extrema derecha en apoyo de la invasión de Ucrania.

Enfrentado a EE.UU.

El movimiento de Duguin, Eurasia, sueña con un imperio plurinacional  bajo hegemonía rusa

 

Sin ser un prohombre del régimen, Duguin es sin embargo –ha sido desde los años noventa– uno de los ideólogos más influyentes entre la clase política y militar rusa. Profeta del nuevo imperialismo ruso postsoviético, Duguin aúna una visión ultranacionalista –no exenta de supremacismo– con una concepción ultraconservadora en la que la iglesia ortodoxa se erige en la columna vertebral de la esencia rusa. Adalid del nuevo fascismo ruso, presenta la democracia liberal occidental como la encarnación del mal y una amenaza existencial para la civilización eslava.

Tras militar a finales de los años 80 en la organización ultranacionalista antisemita Pamyat (memoria), Duguin fue uno de los fundadores del Partido Nacional Bolchevique, nazbol , que copiaba descaradamente la simbología nazi sustituyendo la cruz gamada por la hoz y el martillo. Más tarde, en el año 2002 fundó el movimiento Eurasia, que sueña con la construcción de un vasto imperio plurinacional, “de Dublín a Vladivostok”, bajo hegemonía rusa. Un polo alternativo y enfrentado a EE.UU. y el mundo anglosajón.

Horizontal

Agentes rusos recogen muestras en el lugar del atentado que costó la vida a Daria Duguina 

RUSSIAN INVESTIGATIVE COMMITTEE / EFE

Sus ideas las desarrolló en la que es su obra capital: Fundamentos de geopolítica , de 1997. “Probablemente no ha habido otro libro publicado en Rusia en el periodo poscomunista que haya ejercido una influencia comparable entre militares, policías y las élites de la política exterior estatal”, subrayaba el politólogo John B. Dunlop en un artículo para el Europe Center de la universidad de Stanford.

Para alcanzar sus objetivos, Duguin no plantea desencadenar necesariamente guerras de conquista –aunque luego ha aplaudido la invasión de Ucrania–, sino utilizar otros métodos: desde desestabilizar al enemigo a través de campañas de subversión y desinformación llevadas a cabo por los servicios secretos –“cualquier forma de inestabilidad y separatismo”– hasta utilizar los recursos energéticos rusos –gas y petróleo– para comprar aliados y extorsionar a adversarios.

Guerras híbridas

Duguin es el precursor de las campañas de desinformación y del uso de la energía como arma

 

En sus delirios expansionistas, Duguin plantea como gran objetivo estratégico atraerse a Alemania y sumarla a sus planes, ofreciéndole de entrada la devolución del enclave de Kaliningrado (la antigua Königsberg prusiana) y, sobre todo, proponiéndole repartirse el continente en dos esferas de influencia. ¡El pacto Molotov-Ribbentrop de 1939 a la enésima potencia!

Bajo el dominio de Berlín –se supone que secundado necesariamente por París– quedaría prácticamente toda la Europa central y occidental (“la mayor parte de los países protestantes y católicos”, explicita), incluida Estonia y con la excepción de Finlandia, país que considera dentro de la esfera rusa y que, de hecho, estuvo durante largo tiempo bajo su tutela. Los otros dos países bálticos, Letonia y Lituania, así como Polonia, tendrían un “estatus especial”. Sólo el Reino Unido, entregado a Estados Unidos, quedaría al margen...

Horizontal

El presidente ruso, Vladímir Putin, en su despacho del Kremlin el pasado miércoles 

Mikhail Klimentyev / AP

Bajo el dominio ruso deberían quedar según Duguin los antiguos países que integraron la URSS –cuyos estados considera “construcciones políticas efímeras”– y en especial Ucrania, país que a su juicio no tiene razón de existir y cuya independencia representa un “peligro enorme” para su proyecto. Pero no acaba aquí. Bajo la órbita rusa deberían acabar cayendo también los Balcanes ortodoxos, con Serbia como pivote central: Rumanía, Bulgaria, Montenegro, la parte serbia de Bosnia, Macedonia y Grecia (muchos de ellos integrados hoy en la UE y la OTAN)

Claro que todo esto no sería más que un arreglo temporal, puesto que el verdadero y último objetivo de Rusia debería ser, según el líder intelectual del nuevo eurasianismo , quedarse con todo: “La tarea máxima es la finlandización de toda Europa”. Esto es, su sometimiento.

Parecen los desvaríos de un perturbado, las ensoñaciones mesiánicas de un loco. Pero no habla en el vacío. Duguin no es un hombre del Kremlin, ni mucho menos el oráculo de Vladímir Putin como se le ha querido presentar. Pero el presidente ruso parece compartir en gran medida su visión geopolítica. Y aplica algunas de sus recetas casi al pie de la letra.