A. Saralegi (*El Ejército Negro de Néstor Makhno*)

11 mayo, 2020 In Blog, Historia

«Dondequiera que se encuentre vida humana, el anarquismo asume existencia concreta.»

— Néstor Makhno, «El anarquismo y nuestros tiempos»
Dieló Trudá n. 4, 1925

La revolución makhnovista, o Makhnovschina, supone uno de los acontecimientos más notables y paradójicos en la historia del anarquismo. Surgida en plena Revolución rusa, su carácter popular y espontáneo, las dimensiones que abarcó y la tenacidad en la lucha de sus guerrilleros posibilitaron el desarrollo de una auténtica revolución social en la que se aplicaron, con mayor o menor fortuna, algunas de las principales tesis del movimiento libertario. Sin embargo, el makhnovismo fue también un fenómeno aislado tanto política como geográficamente, que se agotó luchando en diversos frentes, que se vio obligado a supeditar sus conquistas sociales al buen hacer de la guerrilla y que tuvo que enfrentarse tanto a la indiferencia generalizada de la intelligentsia anarquista rusa como a la oposición manifiesta del bolchevismo.

 

El makhnovismo tuvo como escenario principal el sudeste de Ucrania, un territorio de unos setenta mil kilómetros cuadrados habitado por varios millones de personas —las cifras varían según el momento. Tradicionalmente, Ucrania había sido una región socialmente diferenciada de Rusia. Anexionada al Imperio en el s. XVIII, las comunidades rurales del sur del país habían desarrollado un fuerte sentimiento de independencia y una cierta ingobernabilidad. Siendo  extremadamente fértil, su suelo fue disputado por turcos, polacos, alemanes y rusos; y la población se encontraba constantemente amenazada por las razzias de los diferentes ejércitos que cruzaban sus tierras. Esto se tradujo en una secular desconfianza hacia cualquier tipo de gobierno u organización estatal. Asimismo, ciertas comunidades habían logrado resistirse a la imposición de la servidumbre que sobrevino a la inclusión del país en el imperio de los zares, lo que desembocó en la llamada volnitza, o «vida libre». Así, el territorio ucraniano ejerció tradicionalmente de refugio tanto para los fugitivos huidos de Rusia, como para los zapórogos, siervos que escapaban de la servidumbre polaca. En 1917, esa tradición de «vida en libertad» supuso una mayor cercanía del campesinado al anarquismo —no tanto en un plano teórico como en la práctica— y una influencia prácticamente insignificante del bolchevismo o cualquier otra fuerza estatista en los consejos de obreros y campesinos.

 

El centro neurálgico de esta insurrección será la ciudad de Guliaipole, donde a finales de 1889 había nacido Néstor Ivánovich Makhno. Habiendo trabajado como pastor y peón de granja para los kulaks  1 alemanes desde los siete años, Makhno entra en contacto con la política a los dieciséis, participando en la Revolución de 1905. Tres años más tarde, es apresado y condenado a la horca acusado de actividades terroristas. Dada su juventud, se le conmuta la pena por la de trabajos forzados a perpetuidad y es trasladado a la prisión central de Moscú. En la cárcel conoce a Piotr Archinov, quien lo inicia en el anarquismo. Tras nueve años preso, tiempo repartido entre su formación intelectual y la celda de castigo, es liberado durante la Revolución de febrero de 1917.

 

 

Tras salir de prisión, Makhno se entrega por entero a la labor revolucionaria. De regreso a Guliaipole, funda la Unión Profesional de Obreros Agrícolas y un soviet local de campesinos, así como organiza la primera comuna libre de la región. También ejerce de presidente de la Unión Campesina Regional, de la Unión Profesional de Obreros Metalúrgicos y del soviet de campesinos y obreros. La rebelión del campesinado en la región es total y, durante el verano, Makhno lleva a cabo las primeras medidas colectivizadoras: tras hacer un inventario de las tierras y bienes de los señores, propone igualar el usufructo de la tierra de campesinos, kulaks y terratenientes. 

 

La situación política en la Ucrania revolucionaria resulta realmente compleja. La Rada, el parlamento surgido de la Revolución de febrero, había proclamado unilateralmente la autonomía en junio. En noviembre, proclama la federación con Rusia, ante lo que el gobierno bolchevique invade el país. Con la entrada del nuevo año, se proclama definitivamente la independencia y Ucrania pide ayuda a los Imperios centrales. Un mes antes de que los bolcheviques sacasen a Rusia de la I Guerra Mundial y entregasen el frente oriental en el tratado de Brest-Litovsk (marzo de 1918), el gobierno ucraniano había firmado un acuerdo con Alemania, Austria-Hungría, Bulgaria y el Imperio Otomano mediante el cual se reconocía la independencia de un país que se convertía, de facto, en un satélite de las potencias centrales —Ucrania entregaría a cambio 1.000 toneladas de productos agrícolas. 

 

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Pavló Skoropadsky

 

Con el apoyo de alemanes y austríacos, el nuevo gobierno trató de restablecer el orden y las propiedades de los terratenientes, así como de poner fin a la insurrección campesina. Su incapacidad a este respecto dio lugar a un golpe de Estado que, apoyado por Alemania, estableció un régimen autoritario conocido como el Hetmanato. El hetman  2 Pavló Skoropadsky, un general cosaco del Imperio Ruso que había defendido Ucrania de la invasión bolchevique y que acabaría sus días en la Alemania nazi, desató una brutal campaña de represión ante la que Makhno se convierte en el principal responsable de proteger a la población, organizando compañías de obreros y campesinos. En junio, Makhno viaja a Moscú. Allí se entrevista con un anciano Kropotkin, aunque es recibido con total indiferencia por la mayor parte del anarquismo ruso. Convencido entonces de que la revolución debe ser llevada a cabo por las masas anónimas de campesinos, regresa a Ucrania para ser capturado por los austríacos. Una vez en libertad, su actividad política se intensifica: conciencia a las masas contra el hetman y los terratenientes mediante arengas y manifiestos, unifica a los diferentes grupos de insurrectos y forma el embrión de lo que será el brazo armado de la insurrección anarquista en Ucrania, el Ejército Negro. 

 

La represión del hetman y los alemanes había sido especialmente cruenta en este período (unos 20.000 muertos, aldeas arrasadas, etc.). El Ejército Negro trató de consolidar la revolución plantando cara a todo enemigo de los insurrectos. Siempre en inferioridad numérica, su acción se basó en el ímpetu de sus tropas, su movilidad —se componía casi exclusivamente de caballería, por el momento— y  el apoyo de la población. Makhno y sus compañeros eran capaces de recorrer 100 kilómetros en un sólo día, atacar por sorpresa a un ejército enemigo y darse a la fuga, encontrando caballos de refresco en cualquier aldea cercana. Los soldados prisioneros eran puestos inmediatamente en libertad. No así en el caso de los oficiales que, junto a los culpables de abusos hacia la población civil, eran fusilados al instante.  

 

 

El carácter de Makhno en este período adquiere tintes casi legendarios. Las fuerzas del hetman organizan una división especial para atraparlo que consigue cercarlo en el mes de septiembre. Rodeado, carga con sólo treinta hombres y una ametralladora, poniendo a los enemigos en fuga. Es entonces cuando los campesinos le otorgan el título de batko, «padre» de los insurrectos. La colaboración entre campesinos y guerrilleros será total hasta los últimos días de la Makhnovschina

 

El régimen de Skoropadsky duró lo mismo que el esfuerzo de las potencias centrales en la guerra. A la rendición de Bulgaria en septiembre siguió la del Imperio Otomano y el repliegue de los austríacos. Privado de todo apoyo, el hetman viró sus posiciones hacia los monárquicos y prescindió de cualquier idea de independencia ucraniana. La burguesía nacionalista no tardó en reaccionar y, liderada por Simón Petliura, se hizo con el poder en diciembre proclamando la República Popular Ucraniana. No obstante, el control de Petliura sobre el país fue prácticamente inexistente. En la zona defendida por el Ejército Negro se proclama el Territorio Libre, con capital en Guliaipole. La extensión de esta área varió según el transcurso de la guerra, pero siempre se organizó sobre la base de una ausencia total de autoridad política y la autogestión de los trabajadores. El principal pilar del nuevo orden social será la «Comuna del trabajo libre y los soviets libres de los trabajadores», a imitación de la cual se crearán comunas por toda la región siempre por iniciativa propia de los campesinos —no necesariamente a instancias de los guerrilleros y, desde luego, ajenas a los bolcheviques.

 

Simón Petliura

 

La autoridad del nuevo gobierno será efímera, puesto que el fin de la IGM había invalidado el tratado de Brest-Litovsk y los bolcheviques marcharon de nuevo sobre Ucrania, tomando Kiev en febrero de 1919. También los makhnovistas se opusieron al gobierno de Petliura, atacando a sus tropas en Ekaterinoslav (actual Dnipró) y creando un nuevo frente contra la burguesía nacionalista ucraniana. Ante las dificultades del «Directorio», buena parte de las tropas petliuristas —obreros en su mayoría— desertó, liberando la presión sobre el Territorio Libre y permitiendo el desarrollo de los aspectos sociales y organizativos de la insurrección. En enero de 1919, se había convocado el primer Congreso Regional de los Campesinos, Obreros y Guerrilleros; organización de carácter general destinada a tratar los avatares de la guerra. En el segundo Congreso, convocado en febrero, se crea el Consejo Militar Revolucionario, órgano ejecutivo del Territorio Libre encargado de hacer valer las resoluciones del Congreso, con representantes tanto de los distritos como de los destacamentos de la guerrilla. Además de cuestiones puramente militares, en los congresos se trata todo lo relacionado con el abastecimiento y la autogestión de la región. Asimismo, se publican los principios generales de los soviets en la Declaración del Consejo Revolucionario Militar de los Guerrilleros Makhnovistas

 

Tras la caída del Hetmanato, el país se encontraba en una situación de caos absoluto. La guerra civil rusa tomó en Ucrania un cariz todavía más complejo, con varios ejércitos enfrentándose entre sí según intereses diversos. Por un lado, y en franco retroceso, estaban las tropas nacionalistas fieles al gobierno de Petliura. Por otro lado, el Ejército Rojo, que avanzaba desde el norte tratando de imponer el control bolchevique sobre Ucrania. Frente al Ejército Negro de los guerrilleros makhnovistas, milicias campesinas conocidas como los Ejércitos Verdes, cuya lealtad oscilaba según los intereses no siempre claros de sus caudillos, como fue el caso del atamán  3Grigoriev —Nikífor Grigoriev, atamán de Jersón, había sido un antiguo oficial zarista que se alió con los nacionalistas de Petliura, posteriormente con los bolcheviques y que acabaría haciendo la guerra por su cuenta. Por último, el Ejército de Voluntarios, el primer Ejército Blanco formado por tropas contrarrevolucionarias y zaristas bajo el mando del general Antón Denikin.

 

 

Denikin fue el enemigo más formidable de la revolución makhnovista en este período. Avanzando desde la cuenca del Don, establece un frente de cien kilómetros con el Ejército Negro durante seis meses. La represión contra todos aquellos sospechosos de colaborar con los insurrectos fue brutal, llegando a poner precio a la cabeza de Makhno. En clara inferioridad numérica y material, los makhnovistas deciden colaborar  con el Ejército Rojo, si bien manteniendo ciertas condiciones: que se les permita conservar el orden interno, recibiendo a los comisarios políticos comunistas; que la subordinación sea únicamente militar; que se despliegue a los makhnovistas sólo en el frente oriental y que se les permita conservar el nombre (Ejército Revolucionario Insurreccional de Ucrania) y las banderas. Precisamente, la organización interna del Ejército Negro es una de sus características más reseñables: de carácter voluntario, los mandos eran elegidos directamente por la tropa según su valor; y la disciplina interna era elaborada en asamblea y posteriormente ratificada por la guerrilla.

 

El exceso de confianza a la hora de pensar que, vencido el enemigo, bolcheviques y anarquistas serían capaces de seguir caminos paralelos, será uno de los mayores errores de la Makhnovschina. Si bien es verdad que el Ejército Negro se encontró siempre necesitado en cuanto a hombres y recursos, su valor en el combate y su popularidad entre la población hicieron de este un aliado indispensable para los bolcheviques. Menos dadas a la buena fe, las autoridades del Ejército Rojo planificaron el exterminio del makhnovismo desde el momento mismo esta alianza. La prensa bolchevique emprendió una campaña de desprestigio sin precedentes; el Territorio Libre fue cercado y se cortaron los suministros; el tercer Congreso Regional de los Campesinos, Obreros y Guerrilleros fue declarado contrarrevolucionario y puesto fuera de la ley por Pável Dybenko; y en abril se frustró un intento de asesinar a Makhno. 

 

En mayo de 1919 tuvo lugar la rebelión de Grigoriev al oeste del Territorio Libre, lo que puso en aprietos al Ejército Rojo. Los makhnovistas, considerando a Grigoriev poco más que un aventurero, se negaron a tomar parte en el conflicto. Este, además, se había hecho tristemente célebre por la brutalidad con la que se ensañó con las poblaciones griegas de la costa del mar Negro y por haber organizado diferentes pogromos contra los judíos.

 

Aprovechando las circunstancias, un Ejército Blanco reforzado emprende la ofensiva. En el Territorio Libre se convoca el cuarto Congreso Regional, al que también se invita a las tropas comunistas. De nuevo, los bolcheviques lo declaran ilegal y prohíben la difusión de propaganda makhnovista. Trotsky, ahora en Ucrania, promete «barrer con una escoba de hierro» al anarquismo, y ordena la disolución de las asambleas, así como la detención y hasta ejecución de militantes. En junio, los rojos abandonan Ucrania a las fuerzas de Denikin.

 

Dispuesto a revertir la situación, Makhno convoca una reunión con Grigoriev a finales de julio. Sorprendentemente, el atamán le propone una alianza con los blancos ante la que Makhno responde declarándolo enemigo del pueblo, sacando a la luz los pogromos realizados en Elisavetgrado (hoy Kropyvnytsky) 4 y ejecutándolo; tras lo que incorpora sus tropas a la guerrilla. También un contingente abandonado por el Ejército Rojo se une a los makhnovistas. Tras una campaña complicada, en la que todo el Ejército Negro llegó a estar completamente rodeado por blancos y petliuristas, los insurrectos alcanzan una victoria aplastante a golpe de sable en Umán.  La revolución alcanza entonces su momento álgido y Makhno es tomado por el pueblo como el finalizador de la rebelión de Pugachov 5. Imparable, el Ejército Negro parte en todas direcciones erradicando todo rastro de autoridad. Los rebeldes toman Aleksándrovsk (hoy Zaporiyia), Berdyansk, Guliaipole… En diez días, todo el sur de Ucrania se encuentra libre de presencia zarista. Los makhnovistas alcanzan el depósito de armas de Denikin, en el mar de Azov, y arrasan su retaguardia. El 20 de octubre se apoderan de Dnipró, en pleno centro del país. Esta campaña frustrará definitivamente el avance de los blancos hacia Moscú.

Superadas por el momento las exigencias de la guerra, los makhnovistas retoman su labor social. Las cárceles son destruidas; se establece la libertad de prensa, de asociación y de reunión —en tan sólo seis semanas, en Dnipró se publican periódicos de toda tendencia; y se impone una única prohibición: la formación de comités de partido que pretendan imponer cualquier tipo de autoridad sobre la población. 

El triunfo, sin embargo, es un impostor. A una epidemia de tifus se suma el intento del bolchevismo de imponerse de nuevo en la región declarando a Makhno y los suyos «fuera de la ley». Echando mano a esa «escoba de hierro», se llevan a cabo asesinatos en masa por todo el Territorio Libre, así como se procede a la tortura sistemática de los prisioneros para tratar de dar con Néstor Makhno. También tienen lugar varios atentados contra su vida orquestados por la Cheka. A pesar de esto, un todavía peligroso Ejército Blanco ahora bajo el mando del barón Piotr Wrangel lleva a ambas fuerzas a negociar una nueva alianza. A mediados de octubre, se redacta un acuerdo militar y político que estipula el fin de las hostilidades, la liberación de anarquistas presos, libertad para la prensa anarquista, la posibilidad de que los anarquistas se presenten a las elecciones de los soviets y la autonomía de ambos ejércitos.

 

De nuevo, surgen problemas. Los comunistas no llegan a publicar el acuerdo. Los makhnovistas, por tanto, no lo respetan. Finalmente, se publica en dos partes, omitiendo una cláusula que establecía la libertad organizativa dentro del Territorio Libre. Cinco días más tarde, se lanza la ofensiva contra Wrangel en el istmo de Crimea y, en algo menos de un mes, el Ejército Negro rodea a los blancos y hace su entrada en Simferópol. 

 

 

Al abrigo de esta tregua con el Ejército Rojo, se presta en el Territorio Libre una especial atención a la instrucción pública y la educación, abandonadas durante años de guerra civil. En Guliaipole, se imparten cursos para los revolucionarios analfabetos, se retoman con interés las funciones teatrales y se desarrolla un sistema educativo inspirado en la Escuela Moderna de Francisco Ferrer. También se intensifica la labor de propaganda a propósito del artículo 4 del pacto con los bolcheviques, una vez llegan noticias de que este ha sido rechazado de pleno por Moscú. 

 

Tras la derrota definitiva de Wrangel, los bolcheviques consuman su traición y reanudan las hostilidades de manera implacable: lanzan una ofensiva contra las tropas negras en Crimea, atacan Guliaipole y llevan a cabo detenciones de anarquistas por toda Ucrania. Una vez más, el Ejército Negro se ve obligado a batirse con fuerzas ampliamente superiores. Makhno logra reunir unos 2.500 efectivos y toma Guliaipole haciendo 6.000 prisioneros. Cerca de Andréevka, vence a dos divisiones rojas y hace 9.000 prisioneros. Tras la victoria, se actúa igual que en tiempos del hetman: los prisioneros son puestos en libertad o aceptados, en caso de querer unirse a la guerrilla; los oficiales y comisarios políticos son ejecutados sin excepción. 

 

Tras una serie de derrotas consecutivas, los bolcheviques lanzan sobre Makhno una fuerza 40 veces mayor a la del Ejército Negro. Los makhnovistas son rodeados cerca de Kiev y deciden plantar cara. Consiguen finalmente romper el cerco y dar esquinazo al Ejército Rojo. De nuevo, el genio militar de Makhno se hace patente, presentando batalla a un ejército de cerca de 150.000 hombres con una fuerza partisana de unos 3.000. Los combates se libran a diario, los desplazamientos son largos y se hacen al margen de los caminos convencionales. Estos enfrentamientos se prolongaron hasta agosto de 1921, cuando se decide que Makhno abandone el país a causa de la gravedad de sus heridas —había sufrido un balazo en el vientre que casi acaba con su vida.

 

 

La huida tampoco fue un camino de rosas. Habiendo superado el tifus y varias heridas de bala y sable, Makhno recibe un disparo que le atraviesa la cabeza sin llegar a matarlo.  El 28 de agosto de 1921, cruza el Dniéster y llega a Rumanía. 

 

En Rumanía, Néstor Makhno es encerrado en un campo de refugiados. Logra huir a Polonia, donde es víctima de un complot comunista por el que pasa año y medio en prisión 6. En 1924 se dirige a Danzig, donde de nuevo es apresado e internado en un campo de prisioneros. Tras su liberación, se le expulsa de la ciudad y se las arregla para llegar a París, donde pasará los últimos años de su vida trabajando en un taller. 

 

A pesar de su precario estado de salud y de una existencia miserable, Néstor Makhno no cejó en su actividad política. Durante su estancia en París, mantuvo discusiones con personajes de la talla de Errico Malatesta y se defendió de las difamaciones de la propaganda soviética. Quizá la acusación más grave vertida sobre él haya sido la del supuesto carácter antisemita de su movimiento y su responsabilidad en ciertos pogromos. Tanto Piotr Archinov —principal fuente para el estudio de la Makhnovschina—, como el propio Makhno rechazaron siempre estas acusaciones. A comienzos de siglo, el antisemitismo era un sentimiento profundamente arraigado en la población ucraniana, y el makhnovismo fue quizá el único movimiento de su época que no sólo no se mostró indiferente, sino que lo combatió de manera activa 7

 

 

Su labor teórica, no obstante, fue más allá. Makhno y otros camaradas de la guerra civil rusa y la rebelión de Kronstadt fundaron en 1925 la revista Dielo Trudá 8, desde donde defendieron la necesidad de crear organizaciones anarquistas capaces de llevar a buen término la revolución partiendo de una unidad ideológica y táctica, y superando así el fracaso de la Revolución rusa (postura conocida como «plataformismo»). A este respecto, en 1926 se publica el Proyecto de programa de organización de una Unión General Anarquista; si bien el «Proyecto» recibió duras críticas y acabó fracasando a nivel global. 

 

Néstor Makhno falleció en 1934, a la edad de 45 años, a causa de una afección pulmonar contraída durante los años de prisión en Moscú. En cuanto a la Makhnovschina, fue efectivamente barrida mediante una campaña de terror generalizado para la que no se dudó en contar con la inestimable colaboración de los kulaks, que muy gustosamente señalaron a todo simpatizante o familiar de los guerrilleros. Antes de acabar 1921, las tropas de Mijaíl Frunze ya habían borrado todo rastro de oposición al poder bolchevique en Ucrania. Sin embargo, a pesar de los ímprobos esfuerzos de las autoridades soviéticas por erradicar o desvirtuar todo recuerdo de la revolución, ésta no cayó en el olvido, y ha quedado para la Historia como uno de los mejores ejemplos de insurrección libertaria y de aplicación real de los principios básicos del anarquismo 9, sirviendo de precedente a otras experiencias como la de la Provincia Libre de Shinmin o el Consejo Regional de Defensa de Aragón. Queda preguntarse qué habría sido de la revolución makhnovista de no haber tenido que supeditar su desarrollo a las exigencias de la guerra; de haber recibido un mayor apoyo de teóricos y militantes anarquistas; de no haber sido traicionada una y otra vez por un partido bolchevique que, lejos de ser la fuerza depositaria de los anhelos de los trabajadores ucranianos, se aprovechó de estos para hacerse con un poder absoluto e incontestado. ¿Habría sido posible el sueño de construir una nueva sociedad, un territorio sin Estado en el que el pueblo trabajador fuese dueño de su destino y pudiese desenvolver su existencia ajeno a cualquier autoridad? Quizá. O quizá no. Quizá la insurrección estuvo destinada a fracasar desde el principio, víctima de sus propias incongruencias 10. Quizá la fortuna no favorezca a los audaces y Makhno y sus guerrilleros estuvieran condenados a convertirse en algo así como unos héroes románticos del movimiento libertario; tan inspiradores como utópicos. Perdedores. Quizá el mismo ideario anarquista había acabado mostrándose igual de inspirador y de utópico, llegando a desaparecer prácticamente de Rusia desde 1921. Sea como fuere, tres hechos han de ser tenidos en cuenta antes de precipitarse a cualquier conclusión. El primero, que en el Territorio Libre se llegó a implantar algo cercano a un anarquismo real durante no menos de tres años. El segundo, que ello se debió a la iniciativa y la colaboración de las masas anónimas de campesinos, no a la mediación de una élite de partido o de un grupo de iluminados. El tercero, que tal revolución nunca llegó a fracasar y que su fin sólo fue posible mediante el exterminio sistemático y el terror de Estado.

 

 

 

*Artículo publicado originalmente en Bruxismo Nº3 (noviembre 2018).

 

 

  1.  Campesinos adinerados, propietarios de tierras y con trabajadores a sueldo.
  2.  Título cosaco, se refiere al mayor responsable militar por detrás del monarca.
  3.  De nuevo un título cosaco. En este caso, «comandante».
  4.  Donde, bajo el lema de «¡Ucrania para los ucranianos sin bolcheviques ni judíos!», se había ejecutado a 3.000 personas.
  5.  Cosaco del s. XVIII que lideró una insurrección contra Catalina la Grande haciéndose pasar por el depuesto zar, Pedro III.
  6.  Se le acusó de haber negociado con la delegación soviética de Varsovia una rebelión en la región de Galitzia para anexionar esta provincia a Rusia. Es puesto en libertad sin encontrarse ninguna prueba al respecto y tras una campaña de protesta de anarquistas de todo el continente.
  7.  A la ejecución de Grigoriev se podrían sumar otros tantos ejemplos de represalias contra los responsables de pogromos; así como la existencia dentro del Ejército Negro de compañías y baterías de artillería formadas única y exclusivamente por judíos. Sí parecen más claras las responsabilidades de otros caudillos como Simón Petliura, quien fue asesinado en París en 1926 por el judío Sholom Schwartzbard, quien acabó siendo absuelto al tener en cuenta el tribunal la responsabilidad de Petliura en los pogromos ucranianos.
  8.  «Causa obrera».
  9.  El hecho de no haber contado con una base teórica fuerte no lo convierte, como han querido ver algunos, en algo distinto al movimiento anarquista —hay quien ha echo distinciones entre «makhnovistas»/«libertarios» y «anarquistas». Efectivamente, el makhnovismo aglutinó a individuos de diversas tendencias, surgió como un movimiento anónimo y poco definido, y se desarrolló al margen de los círculos anarquistas de Moscú y San Petersburgo. Sin embargo, siempre se organizó según los principios de no estatismo, autogestión económica y social, e iniciativa de los propios trabajadores. Todos sus líderes profesaron una ideología anarquista. Hubo, además, una estrecha colaboración entre el Ejército Negro y la organización Nabat de Volin desde 1919. Por último, sirva como prueba la escasa distinción que entre unos y otros hicieron las autoridades bolcheviques a la hora de sacar la «escoba» a pasear.
  10.  De entre las principales críticas que ha recibido el makhnovismo por parte de propios y extraños podemos destacar: el supuesto «caudillismo» de Makhno; su carácter meramente rural, alejado de la realidad del propletariado industrial, su contundencia en la ejecución de ciertos prisioneros y el carácter «eserista» de los soviets libres.