la corrupció als partits, encoratjada de facto per la ciutadania

El bajo coste de la corrupción

Un estudio constata que los votantes cierran los ojos ante las irregularidades de su partido

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Los ciudadanos tienen en sus manos una herramienta de combate de la corrupción en las instituciones muy efectiva: su voto. Pero no siempre la utilizan, o al menos no lo hacen al nivel que sería de esperar. Las elecciones municipales suelen ofrecer cada cuatro años ejemplos de alcaldes que son reelegidos en sus municipios, a pesar de estar imputados o incluso después de haber sido condenados en el pasado por asuntos de corrupción. Y también ocurre a escala autonómica, y estatal, tanto en los gobiernos como en los parlamentos.

¿Por qué no se castiga electoralmente la corrupción? Es la pregunta que aborda un estudio reciente del Observatorio Social de la Fundació La Caixa desarrollado por Enrique Hernández, como investigador prin­cipal, de la Universitat Autò­no­ma de Barcelona (UAB), junto con las investigadoras Maca­rena Ares y Sofía Breitenstein.   

 

En un ensayo, solo el 15,5% eligió noticias de malas prácticas de su partido; el 48,2% quiso leer de la buena gestión

El informe, elaborado a partir de una encuesta en línea realizada a una muestra de 2.540 españoles, ofrece unas conclusiones desalentadoras. A grandes rasgos, los ciudadanos prefieren cerrar los ojos ante las prácticas corruptas de algunos políticos cuando afectan a su partido y por ello les seguirían votando. Esto ocurre tanto entre los electores que sienten aversión a informarse de los casos de corrupción cuando afectan a su partido, como entre los que tienen un mayor conocimiento e interés por la política y prefieren estar informados sobre este tema.

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La encuesta preguntó, como dato inicial, la preferencia partidista de los encuestados, ya que también se obtienen conclusiones según la orientación del voto. El experimento asignó de forma aleatoria distintos tipos de informaciones: a 567 encuestados se les dio a leer una noticia sobre un escándalo de corrupción, mientras que otro grupo (grupo de control) de 577 leyó noticias neutrales sobre política o entretenimiento sin relación con la corrupción o los partidos políticos. Y todos ellos respondieron una pregunta sobre su propensión a votar a su partido: esta resultó ser un 5,5% inferior entre los expuestos a la información por corrupción. Sin embargo, advierten los investigadores, para este estudio se les asignó una noticia de este tipo “sin tener en cuenta que en la realidad muchos de ellos evitarían leerla”. Es decir, añaden, que ignora que “uno de los prerrequisitos para el castigo electoral de la corrupción es que los individuos reciban información sobre la misma”.

Los datos apuntan que quienes prefieren leer sobre corrupción “son ligeramente más de izquierdas”

¿Qué sucede entonces cuando los ciudadanos sí que pueden elegir las noticias que consumen? Para obtener esta información, el estudio introduce dos elementos que son innovadores, explican, respecto a los estudios de referencia sobre los efectos de la corrupción, y que están relacionados con la elección del tipo de información que el ciudadano quiere consumir. Así, solo un 15,5% de los encuestados eligió leer sobre un caso de corrupción que involucrara a su partido, mientras que la mayoría (48,2%) se decantó por informaciones sobre el buen desempeño de su partido, un 33,2% prefirió leer noticias de entretenimiento y solo un 3,1% eligió informarse de asuntos políticos neutrales. Como es lógico, el que los ciudadanos no quieran informarse de las irregularidades que cometen sus representantes “puede suponer una seria limitación para el castigo electoral de la corrupción”.

La encuesta también indaga qué ocurre entre los ciudadanos que optan por el entretenimiento en lugar de la información política, cuando se les expone a noticias de corrupción de su partido y lo que ocurre es que algunos cambian el sentido de su voto: en concreto el apoyo al partido se reduce en un 4,6%.

Conocer corruptelas del partido al que se vota hace más mella en los electores que saben menos de política

Estar informado tiene consecuencias, pero son de alcance discreto, según el estudio. Entre las personas con un mayor interés y conocimiento político, que optan por leer sobre política (si bien en gran medida sobre lo bien que lo hace su partido) “el margen para aumentar la rendición de cuentas es limitado”, sostienen los autores.

Estudios previos han demostrado que los individuos con mayor sofisticación política y con una identificación partidista más definida, destaca el estudio, son más reacios a modificar sus actitudes y opiniones políticas. “El conocimiento y las preferencias previas les llevan a seleccionar y procesar nueva información, de tal manera que puedan evitar disonancias cognitivas”, es decir, el malestar interno que se siente ante dos ideas que se consideran incompatibles. Por esa razón, aun cuando estos ciudadanos informados de política se expongan a información sobre casos de corrupción que involucran a su partido, “es posible que sean menos proclives a modificar sus opiniones sobre este”. En cambio, los votantes menos sofisticados y débilmente identificados con su partido “pueden ser más receptivos a esta información y modificar sus opiniones en mayor medida”.

Y aún otra conclusión, referente al perfil ideológico. Los datos de la encuesta indican que las personas que prefieren leer sobre corrupción “son ligeramente más de izquierdas mientras que los que optan por temas políticos neutrales son más de derechas”.