Felipe González proposat per Vox a candidat a la Moncloa

El escoraje del, en otro tiempo, político socialista hacia posiciones más conservadoras le han llevado a que la ultraderecha le incluya en su terna de candidatos a presidir el gobierno de emergencia nacional que proclaman

José Antonio Gómez

Que Vox es ultraderecha ya no es ninguna novedad. Sus propios actos y palabras lo demuestran. Hasta en el modo en que han seleccionado a sus posibles candidatos a presidir un gobierno de emergencia nacional actúan como se hacía en el franquismo. Refresquemos la memoria. En los últimos años del Régimen, cuando Franco renunció a la Presidencia del Gobierno, el sistema de selección era a través de una terna de candidatos que, teóricamente, eran presentados ante el Consejo del Reino y era este órgano el que decidía a quién se elegía. En la práctica, Franco elegía a su candidato y el Consejo lo hacía acompañar de otros dos de la misma talla política. Así se hizo tras el asesinato de Carrero Blanco y la elección de Carlos Arias Navarro. Tres candidatos, un presidente. No ocurrió de igual modo cuando hubo que elegir a Adolfo Suárez en el que, por primera vez en su historia, el Consejo sí que deliberó en una larga reunión.

Vox presentó en sociedad, a través de su portavoz adjunta Macarena Alona, rodeada de condicionales, su terna para presidir el gobierno de emergencia nacional que pretenden formar si consiguen derribar al legítimo, al elegido por el pueblo español. Los tres candidatos son: Rosa Díez, José María Aznar y…, Felipe González.

A cualquier observador externo le sorprendería que en esa terna la ultraderecha haya incorporado a dos ex socialistas como Díez y, sobre todo, González. Sin embargo, sus hechos y su evolución ideológica hace que la elección por parte de Vox de esos nombres sea totalmente coherente con lo que esos personajes representan en la actualidad.

De Rosa Díez se podría escribir un tratado sobre su evolución desde el socialismo hacia las posiciones más ultraconservadoras que defiende en la actualidad. Sin embargo, la política sodupetarra ha tenido esa involución dentro de una transformación ideológica muy parecida a la que tiene el doctor Bruce Banner cuando se le aceleran las pulsaciones.

Felipe González es un caso aparte y es el mejor ejemplo de la depravación ideológica de muchos antiguos socialistas que, por sus comportamientos, han llevado a la socialdemocracia a ser un modelo de interpretación política absolutamente intranscendente en Europa.

En la actualidad, González se ha convertido en el defensor del capital inhumano, tal vez por sus amistades entre las élites, como Carlos Slim, por ejemplo. El ex presidente español se ha convertido en un defensor a ultranza del nacionalismo patrio utilizando unos términos más propios de la ultraderecha que de una persona con carnet del PSOE.

Durante esta crisis del coronavirus, por ejemplo, González escribió un artículo en el diario El País en el que lanzó varios ataques contra Pedro Sánchez, el presidente de un gobierno de su propio partido, y advirtió al Ejecutivo de que las medidas que se adoptaran tenían que proteger a los mercados. ¿Alguien que se hace llamar socialista puede anteponer la salud del pueblo a los intereses de las élites del capital? Eso es más propio de un político conservador. Ni siquiera Aznar ha llegado tan lejos en esta crisis sanitaria.

La transformación de Felipe González hacia el ultra conservadurismo o el ultra neoliberalismo ya viene de lejos, incluso cuando aún no había llegado a la Presidencia del Gobierno. Sólo ha que recordar lo sucedido en el Congreso Extraordinario de 1979 en el que González presionó para que los socialistas españoles abandonaran la ideología marxista para adecuarse a los postulados socialdemócratas de Alemania o Suecia, es decir, que antes de ser presidente del Gobierno, González hizo que su partido, el que en sus siglas lleva la palabra «Socialista», renunciara a la lucha de clases como fundamento económico y acatara la aceptación del capitalismo como elemento clave de desarrollo social.

Retrocediendo aún más en el tiempo, Felipe González ya mostró un perfil más conservador en la reunión que mantuvo en casa de Miguel Boyer en el año 1975, Franco aún vivo, con Nicolás Franco Pascual de Pobil. En ese encuentro, promovido por Juan Carlos de Borbón, el secretario general del PSOE ya reconoció que él no renunciaba a ocupar el espacio político de la socialdemocracia. Esta confesión, que puede parecer inofensiva, hay que enmarcarla en un momento en el que los socialistas tenían un discurso de respeto absoluto a su programa máximo. Sin embargo, González ya estaba pensando en «modo socialdemócrata».

Por otro lado, en el libro El sueño de la Transición, de Manuel Fernández-Monzón, un alto oficial de inteligencia, se cuenta cómo el propio Carrero Blanco apoyó a Felipe González frente a Llopis: «Felipe González sabía muy bien que cuando se planteó la dicotomía entre el PSOE histórico, de Llopis, en el exilio, y el PSOE renovado, Carrero fue definitivo al decirle a Heinemann que por favor rogara a Willy Brandt que aceptara como partido socialista (español en la Internacional) al renovado. Esto es tan cierto que, cuando yo se lo recordé a Felipe González el primer día que hablé con él, en un restaurante de la calle Santa Engracia, me dijo: “No se preocupen ustedes, que no olvidaremos nunca a Carrero Blanco. Soy perfectamente consciente de ello, de nuestra boca no saldrá jamás una crítica contra el almirante Carrero Blanco”».

El historial de Felipe González hacia las posiciones más conservadores tiene que ver, evidentemente, con sus relaciones personales. En los últimos años se le ve muy cercano a José María Aznar, sobre todo desde que Pedro Sánchez alcanzara el Gobierno tras la moción de censura. Ya no sorprenden que sus declaraciones lleguen a alcanzar un nivel de ultra conservadurismo superior a las del ex presidente del PP o que su posición respecto al conflicto político en Cataluña no difiera en nada con la defendida por Pablo Casado o Santiago Abascal.  

Por otro lado, sus relaciones con grandes representantes del capital inhumano, como Carlos Slim, le llevaron a intentar mediar en el negocio de la telefonía en Venezuela, hecho por el que Hugo Chávez le declaró persona non grata en la República Bolivariana. Respecto a Venezuela, por cierto, no se pueden olvidar jamás su amistad con Carlos Andrés Pérez, sospechoso de ser agente de la CIA y que facilitó fondos a los socialistas españoles que ayudaron a que Felipe fuera elegido secretario general en Suresnes, o con los hermanos Cisneros, a quienes entregó una fortuna procedente de Rumasa.

Y, ¿qué podemos decir de las relaciones con Colombia y otros países latinoamericanos como, por ejemplo, República Dominicana? No se puede olvidar jamás cómo se evitó la extradición a Estados Unidos de Jorge Luis Ochoa Vázquez y Gilberto Rodríguez Orejuela, líderes junto a Pablo Escobar de los cárteles colombianos. Según declaró John Jairo Velásquez, alias Popeye, se dedicaron 30 millones de dólares a sobornos en España, de los que, siempre según el sicario de Escobar, 5 millones pudieron ir a parar a Felipe González para financiar al PSOE en la campaña electoral de las elecciones generales de 1986, y 10 millones pudieron tener como destino la Audiencia Nacional. Estos datos también aparecen publicados en el libro El hijo del «Ajedrecista», escrito por el hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, el gran capo del cártel de Cali.